jueves, 30 de abril de 2009

Discurso de Aníbal Quijano. Doctor Honoris Causa por la Universidad Ricardo Palma


















III Encuentro Nacional TransCrefor -Transexuales Argentinas


Por Gabriela Galeano
TransCrefor

Los días 4, 5 y 6 de abril se llevó acabo en la ciudad de Córdoba el III Encuentro Nacional Trans. Para dicho encuentro contamos con la presencia de 27 compañeras de todo el país. La reunión se realizó en la sede de Alas de Córdoba en Fragueiro 422, lugar donde también es el domicilio legal de la Federación Crefor (1).


En un ambiente de total respeto y compañerismo se dio comienzo a la reunión ante una previa presentación tanto de la Federación como de lo que es Transcrefor (2). Esta parte estuvo a cargo de José Luís Chaban y Gabriela Galeano.


Los capacitadores fueron Ing. María Laura Otero (Sigla Buenos Aires), Lic. Pablo Raduski (Sigla Buenos Aires), Diseñadora de Imagen y Sonido Carla Aquilanti (Sigla Buenos Aires). Además contamos con el apoyo logístico del Prof. José Luis Chaban (Alas de Córdoba), la coordinación de Gabriela Galeano (Acimis Misiones) y Zulema Paredes (Sigla San Juan).



Cada unas de nosotras, en este trabajo pudimos encontrar y experimentar algo que quizás superó expectativas con temas relacionados a la problemática de la vida Trans. El taller abordó temas como: sexo, género, sexualidad, desarrollo organizacional. También nos preguntamos quiénes somos y cada compañera compartió sus experiencias de vida y me atrevo a decir que fue el momento más emocionante del encuentro. Otros temas tratados fueron identidad de género, documentación, acceso a la salud y acciones de prevención, entre otros.



Para cada una de las que participamos fue una experiencia inigualable por el ambiente de compañerismo trabajo, solidaridad y respeto.

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(1) Crefor es la Federación Argentina de Crecimiento y Formación.
(2) TransCrefor es un espacio que desarrolla un trabajo hacia un segmento de la población de las minorías sexuales profundamente vulnerable en términos sociales y afectivos como es la población trans. Esta motivación básica corresponde a la necesidad de abordar un trabajo con una población profundamente marginada en lo social, tanto por su orientación sexual, su expresión de género y el ejercicio del comercio sexual como forma de sobrevivencia. El trabajo hacia esta población trans es una responsabilidad social y política de quienes pretendemos modificar esta situación. Una de las formas que se encuentra es trabajar en prevención, capacitación para derribar los preconceptos que existen en torno a esta población

miércoles, 29 de abril de 2009

¿Cuánto vale la vida de una mujer?

Por Gloria Arenas Agis

Una noche, hace más de veinticinco años, la pequeña comunidad nahua de Tepetixtla, enclavada en la Sierra de Zongolica, se encontraba reunida con el objetivo de llegar a un arreglo entre la familia de una adolescente que había sido violada y la familia del joven violador.

La muchacha había ido al arroyo por agua y regresaba con dos cubetas de plástico llenas cuando el agresor la arrastró al monte, las cubetas quedaron rotas en la vereda. A pregunta expresa, la familia de la víctima pidió que se repusiera el daño causado con dos cubetas nuevas. La familia del violador convino en esto y el asunto quedó solucionado. La asamblea terminó y la gente comenzó a dispersarse.

Quedé inmóvil, como la piedra que me servía de asiento. Pensé que tal vez mi forma occidental de razonar no lograba desentrañar la complejidad de lo que acababa de presenciar, que era una joven inexperta que no alcanzaba a entender otras culturas, pero nada de esto logró mitigar el impacto que sentía. Dos cubetas de plástico nuevas para reponer las que se habían roto era justo ¿y para reponer la integridad destrozada de la muchacha? Nada ¿Cuánto valía ella?

Con el transcurso de los años he llegado a la conclusión de que en el fondo del asunto no yacía una forma cultural diferente, ni los “usos y costumbres indígenas” respecto a la mujer. No se trataba tampoco de un hecho aislado o que raramente sucede, sino de algo que se repite constantemente, en todos los lugares, en distintas culturas, en diversos sectores, aunque revestido de diferentes maneras.

El poco valor que nuestra sociedad da a las mujeres tiene varios nombres, se llama patriarcado, se llama discriminación, se llama violencia contra la mujer, se llama machismo.

En Ciudad Juárez, Chihuahua -y en todo el país- cientos de niñas, adolescentes y jóvenes son violadas y asesinadas. Sus cuerpos muestran la salvaje brutalidad con la que se les ataca. Muchas otras están desaparecidas. Cientos y cientos de ellas, hasta acumular miles de casos mientras las autoridades -hombres y mujeres- encargadas de protegerlas se preocupan más por ocultar estos crímenes y por hacerlos pasar como una situación “normal”, que por investigarlos y evitarlos.1

Que gobernantes y funcionarios de todos los niveles actúen así se explica porque corresponden a un estado capitalista y patriarcal cuyos intereses hegemónicos están por encima de todo. Calderón mismo dictaminó, antes que nadie, que la causa de la muerte de Ernestina Ascencio, también indígena nahua de la Sierra de Zongolica, no fue la violación a manos de militares, como ella alcanzó a decir, sino una gastritis mal atendida. La Suprema Corte de Justicia no encontró que a Lydia Cacho se le hayan violado sus derechos gravemente.2

Estos mismos magistrados, en un asombroso acto de malabarismo, reconocieron graves violaciones en la represión contra San Salvador Atenco, pero al mismo tiempo eximieron de responsabilidad penal a los culpables.3 Las personas y organizaciones que exigen justicia para las mujeres violadas por militares en Saltillo y en Guerrero son perseguidas y amenazadas.4 Tampoco son una sorpresa las posturas discriminatorias y misóginas de la derecha: pretender convertir la capacidad de concebir y ser madre de la mujer en una obligación cuyo incumplimiento sea penalizado, sólo por dar un ejemplo. Pero ¿Hasta dónde el movimiento popular, la izquierda, con posiciones políticas y sociales más progresivas, refleja el mismo machismo, el mismo desprecio?

Macella (Sali) Grace Eiler tenía diecinueve años5 cuando llegó a nuestro país en 2007procedente de Estados Unidos, atraída por la resonancia internacional que para entonces ya tenía la insurreción popular de Oaxaca. Solidaria participó en el movimiento oaxaqueño, conoció organizaciones y personas. Impartió talleres para niños en comunidades indígenas.Su padre y su madre vinieron a visitarla. Regresaron con la impresión de que México estaba operando de tal manera en su hija que ella estaba creciendo como ser humano.

El 14 de septiembre de 2008, cuando le faltaban dos semanas para cumplir veintiún años de edad fue asesinada, su cadáver fue encontrado en San José del Pacífico, desnudo, con cuatro machetazos, signos de violencia en el cuello, sin ojos, sin cabello, la cara parecía haber sido desprendida o quemada totalmente.

El número de asesinatos contra indígenas, maestros y luchadores sociales cometidos por caciques, paramilitares y policías bajo el gobierno de Ulises Ruíz es elevado,6 por eso, la suposición lógica fue que se trataba de un asesinato político. Pero quienes la conocían en el CIPO de Oaxaca, y un grupo de artesanos instalados en las inmediaciones del Auditorio Che en la Ciudad de México, no se conformaron ni con la versión oficial, ni con suposiciones e iniciaron una eficiente investigación que culminó con la detención del asesino en el Okupa Che y su entrega a las policías del DF y Oaxaqueña.

Lo que sucedió después es el amargo corolario de una historia de terror. La Procuraduría de Justicia de Oaxaca en un intento de ocultar su incapacidad y falta de interés en investigar el caso dijo que ya estaban sobre la pista del asesino y que de cualquier manera lo habrían detenido. Sali, victimada, no podía contar lo que sucedió, pero había muchas pruebas e indicios que hablaban por ella, sin embargo ni autoridades ni medios de comunicación recogieron los testimonios de varias personas que habían aportado la información que permitió la captura del asesino, ni realizaron una indagación profesional.

“El Imparcial” de Oaxaca difundió una visión totalmente inventada sobre lo acontecido. Que ella era novia del asesino, que habían consumido drogas y que riñeron. La autopsia practicada al cadáver es muy deficiente. No especifica si fue violada o no, una omisión imperdonable pues todo indica que la violación fue el móvil del agresor. No explica la causa por la que el rostro estaba negro o había sido desprendido. No se practicaron exámenes toxicológicos. Tiempo después se dijo que se practicaron unos exámenes y que éstos arrojaban que había consumido drogas, pero su credibilidad es muy cuestionable porque no fueron realizados en oportunidad y más bien parece que se quiere confirmar con ellos la versión inventada y la del asesino.

Aunque la autopsia tiene varios vacíos e incongruencias el gobierno estadounidense, representado por sus diplomáticos en México, no exigió una segunda autopsia, ni mostró interés real en una investigación exhaustiva. Lo que hizo fue recomendar la incineración del cuerpo antes de que éste fuera llevado a Estados Unidos. John Gibler, escritor y periodista que ha escrito sobre diversos problemas sociales y reseñado algunos movimientos en nuestro país, se trasladó a San José del Pacífico, vió el lugar donde fue hallado el cuerpo de Saly. Entrevistó y recabó diversos testimonios, entre ellos, el de las personas que estaban con ella esa noche cuando el asesino se acercó y le ofreció llevarla a la casa de la persona que ella buscaba. La información que recogió demuestra que el asesino y Sali no eran novios y que ni siquiera se conocían, que tampoco era adicta a drogas, ni al alcohol.

Pregunté a John si su minuciosa investigación periodística había sido publicada y quedé impactada con su respuesta. No había sido pubicada porque la revista estadounidense de izquierda que se había interesado en el caso, al ver que el móvil del asesino no había sido político sino muy probablemente la violación dijo que no la publicarían. Dieron una razón: “No se trataba de un asesinato político”. En otras palabras, la verdad sobre Sali y su muerte no merecía ser divulgada, se trataba de un feminicidio más que no era de su interés.

John me platicó también que las personas que le dieron su testimonio en San José del Pacífico le dijeron que nadie había ido a preguntarles nada, ni policías, ni medios de comunicación. Lo que significaba que las versiones difundidas caracían de una indagación mínima que la sustentara y otras se basaban en lo dicho por el victimario. Él estaba sorprendido de encontrar tal indiferencia de autoridades y medios de comunicación en el país que ha logrado que la palabra feminicidio se retomara internacionalmente.

¿Cuánto valía la vida de Sali para el gobierno de Estados Unidos? ¿Cuánto valía para la revista estadunidense de izquierda que perdió interés en el caso, “porque no era político”. ¿Cuánto valía para las autoridades oaxaqueñas? ¿Cuánto valía para los medios de comunicación que propagaron versiones falsas que culpabilizaban a Sali de su asesinato?

El 2 de noviembre de 2008, en el área metropolitana de la Ciudad de México, Libertad y el Mapache que habían sido pareja, riñeron en el interior del automóvil que ella iba conduciendo. Él empezó a golpearla, el coche se detuvo y gente que estaba en ese lugar intervino sacándolo a él del vehículo. Ella siguió conduciendo hasta su departamento. Después llegó él, entró y empezó a golpearla en el cuerpo y en la cabeza. Ella perdió el conocimiento, pero los vecinos se dieron cuenta de lo que sucedía y evitaron que la golpiza continuara. Fue llevada al hospital donde le diagnosticaron edema cerebral y contusiones diversas. Este es un caso de violencia contra la mujer entre los millones que se dan en nuestro país.7

Ante la indiferencia social general y de las autoridades en particular. Es común que en estas situaciones se abandone a la mujer a su suerte aduciendo que es asunto particular o familiar, como si la violencia hacia la mujer y la violencia intrafamiliar no fueran un problema social. Pero en esta ocasión lo acontencido no pasó desapercibido para el entorno cercano a ellos: el movimiento en el que ambos participan y ambos son conocidos.

El hecho puso a discusión el tema de la violencia hacia la mujer e intrafamiliar como manifestaciones de poder patriarcal –que no es exclusivo de los hombres-. Dondequiera que se iba teniendo noticias del caso surgía la pregunta ¿qué hacer? Las reacciones fueron muy diferentes, un colectivo expulsó de un evento al golpeador. Otro colectivo amenazó a Libertad de que si ella hacía algo, iban a decir que ella no era compañera del movimiento social –como si eso le diera derecho a él de golpearla-. La generalidad reprueba la violencia empleada por el Mapache y algunos incluso se lo han expresado directamente a él. Éste difundió una carta en la que niega ser un golpeador y se declara incomprendido.

Hay quienes opinan que él es un compañero y hay que escucharlo –como si lo que él pudiera decir, justificara la golpiza que propinó a la compañera-. Y hay quienes se pronuncian por generar, a partir del hecho, una corriente de opinión de reprobación de la violencia hacia la mujer. Otras y otros opinan que es mejor callar y dejar las cosas como están para no crearse problemas.

Si bien hay una postura mayoritaria de rechazo a la violencia y al machismo manifestados, ésta no se ha visto reflejada en la práctica en la misma magnitud. El caso dejó ver que existe más desconcierto que claridad ante qué hacer. Dejó ver que existen posiciones disímbolas. Sobre todo, dejó ver que no hemos podido generalizar en la izquierda –entre hombres y mujeres- un pensamiento antipatriarcal, una corriente de opinión extensa de rechazo a las prácticas de violencia contra la mujer, vengan de quien vengan. Y vuelve a plantear la necesidad de profundizar la reflexión sobre el tema.

¿Es que el cálculo político prevalece sobre la integridad de una mujer? ¿Cuál es la importancia que damos a combatir el patriarcado? ¿Qué tanta importancia da la izquierda a la lucha contra la violencia hacia la mujer? ¿Consideramos parte del movimiento popular a los grupos no gubernamentales que atienden a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia, de explotación sexual y de pederastia; a quienes luchan por poner un alto a los feminicidios y desapariciones no políticas? ¿Qué grado de contradicción existe en la izquierda entre nuestras –en mujeres y hombres- convicciones feministas y antipatriarcales y nuestra práctica –política y privada- cotidiana?

El recuerdo de aquella reunión en Tepetixtla de hace más de 25 años llega una vez más a mi mente. Obviamente en la capital del país y en el siglo XXI existen personas para quienes la vida de una mujer no vale ni siquiera dos cubetas de plástico. ¿Cuántas historias como ésta se repiten en todos los ámbitos sin importar cultura, clase social o ideología?

En el movimiento popular hay ejemplos de colectividades que han encontrado cómo realizar esfuerzos prácticos en pro de la equidad entre géneros. Recuerdo haber leído en el Encuentro de Mujeres Zapatistas y los Pueblos del Mundo: Comandanta Ramona realizado en Chiapas a fines de 2007, a una pregunta realizada por una de las presentes sobre qué hacían las Zapatistas cuando un hombre maltrataba a su mujer, las expositoras contestaron que el grupo de mujeres de la comunidad iba a su casa y hablaba con él.8

En Apizaco, Tlaxcala el Colectivo Apizaco de Trabajadoras Sexuales sostiene que venden placer, no su cuerpo, su cuerpo es de ellas, rechazan a los padrotes igual que a la extorsión policíaca y a los planes de gobierno de la Ciudad de ponerlas al servicio de inversionistas que pretenden explotar su trabajo. Han logrado protegerse, cuidarse y solidarizarse unas con otras en vez de competir entre ellas. De estos esfuerzos y otros más, podríamos aprender9. Sin embargo el patriarcado está tan compenetrado en todos los ámbitos de nuestra sociedad que el movimiento popular no es la excepción.

La lucha que se da para combatirlo aún no es lo suficientemente extensa y profunda como para reflejar un cambio sustancial y distamos mucho de poder decir que vamos ganando la partida en la creación de un mundo en el que mujeres y hombres nos relacionemos sin desprecio ni discriminación, sin dominación ni violencia. Necesitamos conocer más historias de personas y colectividades que llevan a la práctica esfuerzos de combate a la violencia contra la mujer, esfuerzos liberadores del machismo y del dominio patriarcal.

La igualdad de género no es algo que se de por añadidura en la práctica de los movimientos de izquierda, ni se dará en automático en un sistema no capitalista. Es algo que tenemos –hombres y mujeres- que construir desde ahora. No hay congruencia si afirmamos que queremos una sociedad sin discriminación ni machismo en el futuro, pero al mismo tiempo no hacemos nada para construirla desde abajo.


Fuente: Mujeres y la Sexta

1Para más información buscar en la página web de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa A.C.
http://www.mujeresdejuarez.org/

Maternidad lésbica: ¿Para qué?

Por Patricia Karina Vergara Sánchez

“Mi cuerpo es mío… para abortar… para parir”. Era una frase de las Madres Lesbianas Feministas Autónomas en Argentina, que reivindicaban la maternidad lésbica como un ejercicio de apropiación del cuerpo y de los deseos lésbicos. Coincido: nuestro cuerpo, nuestra elección. Una maternidad ejercida no desde la inmanencia, no desde la obligación cultural, no desde la demanda biológica. Una maternidad deliberada, buscada y conseguida, ejercicio de libertad y amor hacia una misma, hacia la nueva o el nuevo ser convocada, como se convoca una maravilla.

Sin embargo, esta libertad idealizada líneas arriba, se torna una falacia cuando se mira en el entorno que el realizarla es mucho más que complejo. La posibilidad de la inseminación y otras formas de reproducción asistida son una fantasía para muchas. Como la mayoría de los aportes científicos a la humanidad, fue apropiada por la tiránica ley del mercado. Así, en América Latina, la lesbiana que tiene recursos, muchos recursos económicos, puede pagar y ejercer su derecho a la maternidad. Para las que no tenemos esos mismos recursos, se suma a la lista de libertades inalcanzables. La cuestión de clase, una vez más nos divide.

La legislación en contra de la discriminación y por el acceso a igualdad de oportunidades, que permitiría en América a lesbianas y mujeres solteras este servicio en forma pública y gratuita, es un clamor que apenas se levanta y que llevará muchas batallas hacer realidad.

Esta falta de acceso es una condena que pone en peligro a quienes buscan la maternidad lésbica pues si bien existen hombres donadores. Amigos, hermanos, conocidos, existe el riesgo de que posteriormente busquen imponer condiciones económicas, emocionales, físicas e incluso sexuales. Diversos tipos de chantajes a cambio del semen otorgado. La “caza” del semen que por desgracia todavía se practica, teniendo encuentros sexuales no protegidos, en busca de un embarazo, es una ruleta rusa que puede implicar Infecciones de Transmisión Sexual e incluso la muerte, y queda por discutir el sometimiento del ejercicio de la sexualidad como una capitulación en pro de la reproducción.

El poder de la ciencia al alcance de unas cuantas no es un accidente económico, es una realidad que implica responsabilidad. El hecho de que unas tengan acceso al privilegio y lo ejerzan sin antes exigir que la opción sea para todas las que lo deseen, es ya ser parte de la construcción opresora.

Aún más, hay mucho que trabajar en torno pues, incluso, las del privilegio económico llegan a ser maltratadas en los consultorios por especialistas que discriminan, que cuestionan, juzgan moralmente y llegan a negar el servicio.

Un segundo rango de la opresión por medio de la inseminación y otros métodos de reproducción asistida es la perpetuación de la discriminación racial. No más niños nuestros de grandes ojos negros y piel morena. Veo hoy, a lesbianas en mi país frecuentemente abriendo sus cuerpos al semen anglosajón. Lesbianas latinas pariendo niños rubios. Quien paga manda y ellas compran el que sus hijes han de responder a la idea de lo estético mediático impuesto.
He escuchado un comentario: “Ya sé que yo soy morena, pero quería que fuera como mi abuelo, que era alemán, para que fuera más aceptado”. Otro: “Pues sí, compramos semen de un ruso, pero no es por el color de la piel, es sólo para que no sea tan bajito, sólo una ayuda a los genes”. Pareciera que lo importante, desde algunas que hablan de la “diversidad” es ser lo más “iguales” al molde del poder.

La lucha por obtener la adopción, es un tema que dejaré para luego por las aristas que implica el maltrato y las presiones hacia las madres adoptivas y también hacia las madres gestantes que entregan, convencidas o no, a unes hijes que podrán ser adoptades, en selecciones vergonzosas que sólo consideran como adoptantes a los favorecidos específicamente por la lógica en turno, en el caso de México: católica retrógrada y clasista.

Más allá de la forma en que engendramos a nuestros hijos, habría que preguntarse, también, esta maternidad para qué. Qué tan distinta podría ser la nuestra a una maternidad heterosexual, si seremos constreñidas por la misma realidad que dicta sobre todas las mujeres que eligen ser madres y las que no eligen la maternidad, pero se someten a ella. Realidad de menor índice de acceso laboral y salarial a nuestro género, en donde existen guarderías insuficientes, falta de apoyos para madres heterosexuales o no, en pareja o no, en todas sus formas. Falta de redes de apoyo y lógica de competencia entre mujeres.
Además, calles llenas de escaleras, hoyos e impedimentos para circular con embarazos avanzados, con niños o niñas en brazos o con carreolas, pasando por un entorno de inseguridad para los niños, acosos físicos, ideológicos y sexuales a nuestres adolescentes, horarios laborales inflexibles, hasta llegar a la injusta distribución de la riqueza que implica desigualdad y violencia en salud, educación y de calidad de vida para nosotras y para les nuestres.

Sumado a lo anterior, la maternidad lésbica se enfrenta a cuestionamientos, burlas, censura, atropellos, desprotección total a las madres por opción, agresiones, padres biológicos que pelean custodias, jueces que discriminan y señalan, vecinos, maestros de los hijos…hay innumerables casos, que es preciso no perder de vista, pues implican formas de violencia extras que se imponen a nuestra realidad.

En esta cuestión de lo visible, hoy existen lesbianas con innumerables blogs en el ciberespacio hablando de ese ejercicio de la maternidad, quienes cumplen una parte de esta función que puede mantener atenta la mirada. Aunque, por supuesto se trata de quienes tienen el acceso a las tecnologías de la información, de quienes, aún cuando se quejan de gastos y presiones económicas pueden publicar, tomadas con su cámara digital, fotografías de hermosas habitaciones decoradas en rosa y llenas de juguetes, la ropa de bebé en su espera de maternidad o el primer puchero, con muy escasa reflexión política.
Sin embargo, hay otras formas de ser lesbianas y ser madres, que pasan a la inexistencia opacadas ¿negadas, desconocidas? por la lógica L World, como la de la mujer que es obrera y tiene salario mínimo, o la que trabaja en la recolección de la basura, o la que sólo tiene educación primaria, que parecieran maternidades no tan glamorosas, que no siempre tienen medios a su alcance para mostrarse, para encontrarse y por tanto no son nombradas.

Hay un común en las palabras de quienes sí son visibles. Madres lesbianas, las de los libros, las revistas y los blogs quienes cuentan de la dificultad para salir del closet con familias, de la educación de les niñes, de cómo conciliar con familias heterosexuales, de la pareja y el lugar en donde viven: la “aceptación social” como demanda principal.

¿Es así la maternidad lésbica? ha de tratarse de mamá y mamá, criando niñes y repitiendo el viejo y agotado modelo heterosexual, en busca de la aceptación social, de la normalización.
Esgrimir cifras en donde se expone que los hijos y las hijas de lesbianas pueden ser heterosexuales, según el estudio tal; que pueden ser eficientes en la escuela, que socializaran normalmente, que no serán tan diferentes:
¿
Y qué, si no son heterosexuales; y qué, si son diferentes? ¿No es una trampa de hegemonización más?

Dar nietos, sobrinos, ahijados, Demostrar que no somos tan distintas, “familias como otras, familias modelo” Habría que preguntarse qué tanto responde este discurso a la mirada y aceptación de los otros. Cabría preguntarnos, en estas condiciones, ser madres, una y otra vez: por qué, para qué.

Hasta la propia palabra “familia” resultante del latín famulus: sirvientes, esclavos, patrimonio del amo, me causa conflictos. La familia, tal como la concibe el patriarcado, es indispensable como lugar de reproducción de las formas e ideologías en donde unos imponen sobre otras y éstas sobre los más pequeños; y se nos hace creer a todes que la imposición es la única forma posible de organización: en lo privado y en lo colectivo.

Así mismo, es el lugar en donde las mujeres con el trabajo doméstico no asalariado y las dobles jornadas, sostienen las economías del capitalismo; donde a los hombres se les ata en la venta de su fuerza de trabajo en el campo o en la ciudad; donde a les niñes se les prepara para ingresar a los mercados laborales.

Y entonces miro a mi alrededor a lesbianas valiosas afanadas en movimientos que buscan desesperadamente “derechos” que incluyan a nuestras “familias” en el discurso de la democracia neoliberal, que agotan sus energías y capacidades solicitando que nos reconozcan como parte del sistema opresor, olvidándose de cuestionar, justamente, el mismo sistema opresor.

Estos gastos de energía y trabajo, llevan a la consecución de un puesto político para alguien, a enfocarse en cumplir metas de instituciones gubernamentales con agendas que no siempre responden a nuestra realidad, o a logros civiles rasurados y Light, en el ejemplo de México, D.F., la Ley de Sociedad de Convivencia, que curiosamente, después de la batalla dada por participantes de las más diversas clases, sólo tiene sentido para quienes tienen privilegios económicos. ¿Es, de verdad el Estado neoliberal, ahora en nuestro país de extrema derecha, el interlocutor con quien tendríamos que negociar? Parece muy conveniente a este sistema tenernos ocupadas en luchas atomizadas, con estos logros a cuenta gotas.

Hace unos años las madres Lesbianas Feministas Autónomas de Argentina, escribían: “Hoy por hoy lo importante en todo caso sería tener bienes para dejar a nuestra compañera, antes que el derecho a herencia, tener trabajo para anotar a nuestra pareja en la obra social, poder darles una educación a nuestros/as hijos/as para preocuparnos cómo va a figurar nuestra pareja en la escuela. Si bien los derechos civiles facilitarían algunas cosas, lo importante es el cambio cultural y social…”

Entonces, podemos comenzar a preguntarnos, qué tanto la maternidad lésbica se está acercando a significar formas de comercialización respecto a nuestros cuerpos, de consumo, de restricción de libertades, racismo, discriminación, reproducción y sujeción a roles, de clientelismo político en fin, muchos rostros de la misma opresión.

Yo no quiero ser madre lesbiana en este marco, ni dentro de los moldes de la maternidad impuesta. Ni siquiera ser madre buena, ni abnegada, ni hacer o dejar de hacer únicamente en el nombre y bienestar de les hijes. Sara García en las películas del cine mexicano de hace décadas ya lloró mucho la abnegación de las “cabecitas blancas”. No quiero una maternidad que signifique renuncias. De otra forma, de otro modo tendría que poder ser una maternidad lésbica.

¿Entonces, la maternidad lésbica puede ser gozosa, reivindicativa, deconstructora, propositiva, contestataria, incluso?

Y, si nos permitiéramos soñar e imagináramos, entonces, que otras técnicas, modos y construcciones pudieran haber, por ejemplo maternidades subversivas:

Recuperando la inseminación artesanal que practicaban lesbianas en los 60s y 70s, y algunas, por lo que sé, en Europa lo hacen todavía. Apelando a inseminaciones gratuitas o de bajo costo de organizaciones médicas solidarias. Llamando también a solidarios hombres de activismo y movimientos sociales que donaran, sin vínculo ni compromiso posterior, su semen para apoyar nuestro acceso a la libre maternidad.

Es decir, arrebatarle nuestra maternidad a la tiranía del mercado de la ciencia, al sistema de capitales que nos impiden decidir sobre nuestra posibilidad de concebir, de disponer sobre nuestros cuerpos. Libertad lésbica para engendrar, tan importante como el acceso al aborto lo es para las heterosexuales.

Y, una vez teniendo la posibilidad real de ejercer la maternidad a nuestro alcance, sin la trampa de la fantasía del “algún día” condicionado por las legislaciones, lo económico y las presiones sociales, entonces: Poder decir: Sí, o poder decir: No a la maternidad. En un acto de decisión, de verdadera elección sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas.

Más allá del mero acto de concepción: Negarnos a establecer copias de la organización clásica heterosexual y jugar a la normalización “familiar” en donde se perpetúa y se prepara para insertar a nuestres hijes en la lógica de las jerarquías, la economía del consumo y la dominación de unes y otres.

Por ejemplo, preguntarnos si gestación y crianza tiene que estar obligatoriamente encadenadas. O, si pueden ser acuerdos distintos entre dos o varias mujeres. Por ejemplo, crear redes de apoyo, cuidados y compañía en donde madres gestantes y no gestantes, jóvenes, bebés, niñes y mayores construyésemos otras formas organizativas, colectivas. Responsabilizarnos hasta del agua y la tierra, en una visión comprometida de lo que hacemos y enseñamos. Hablar de empatía a les niñes que criamos, hacerles sentir, comprender y considerar las necesidades específicas de quien se encuentra a su lado, humane, animal o planta.

Cuando no somos, ni vivimos, ni producimos, ni actuamos, ni pensamos bajo los roles de hombres y mujeres al servicio de la forma de vida antisolidaria y neoliberal, amenazamos en los hechos el sistema de producción. Además, con el peligro secundario de que pudiese cundir el ejemplo y que hombres y mujeres en general comiencen a preguntarse sobre estos roles y plantear otras formas de organizarse, no más familias tradicionales; organizarnos para la atención de niños y enfermos; organizaciones comunales, educativas, de producción, de explotación de recursos naturales, incluso otras formas del trabajo. Formas, propuestas, colectivas, horizontales no impositivas.

Las herramientas existen: el feminismo, las propuestas libertarias, rebeldes, contestatarias, las posturas críticas en general. Hasta podemos soñar un mundo de justicia social, económica y política, de salud, de equidad, de derecho al placer y de amor.
Sobre todas la cosas, apostemos por revivir la cualidad revolucionaria lésbica de la disidencia. Si Disentimos de la heterosexualidad obligada, de la monogamia impuesta, de los roles de género asignados, disintamos entonces, si la elegimos, de la maternidad tradicional. La propuesta va entonces porque politicemos esta maternidad, apropiarla: Voluntaria y transgresora.

¿Le entramos a dialogar?

pakave@hotmail.com

Fuentes: http://www.geocities.com/rima_web/madrelesb.html

www.culturalesbiana.blogsome.com



http://alainet.org/active/29342

Feminismo significa respeto y libertad para las mujeres

Por Nancy Betán Santana

Los fundamentalismos, que cuestionan no solo los derechos humanos, sino la vida de la población femenina, son el tema que se abordará a partir de hoy en el 11 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en la Ciudad de México.

Desde 1981, mujeres latinoamericanas y caribeñas crearon un espacio de actuación político regional: los Encuentros Feministas (EFLAC), que han contribuido a la construcción de redes de actuación colectiva, definición de fechas de luchas comunes y formación y reafirmación de lazos políticos de identidad y solidaridad regional.

El primero tuvo lugar en Bogotá, Colombia, y se han realizado después cada dos o tres años: Perú (1983), Brasil (1985), México (1987), Argentina (1990); El Salvador (1993), Chile (1996), República Dominicana (1999), Costa Rica (2002); Brasil (2005), consolidándose como un espacio de diálogo, reflexión, debate, crítica y constitución de coaliciones entre las distintas corrientes de pensamiento feminista de la región.

De su intercambio de ideas, perspectivas, proyectos y utopías, han surgido iniciativas fundamentales para el desarrollo de las mujeres, como el establecimiento del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre) durante el I EFLAC; el Día de Lucha por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe (28 de septiembre), instaurado en el V EFLAC, realizado en Argentina en 1990.

Los Encuentros también han abrigado discusiones claves para el feminismo latinoamericano y caribeño: la relación del feminismo con los diversos movimientos sociales; la globalización, exclusión social y justicia de género; institucionalización de las organizaciones feministas; la relación del feminismo con el Estado, la ONU y las instituciones políticas internacionales.
El 11 Encuentra inicia el martes en nuestro país en el ex convento Regina Coeli, calle de Regina No. 7, Centro Histórico, bajo el tema: Cuestionamiento de los fundamentalismos. La primera Plenaria tendrá el título Las realidades latinoamericanas ante los fundamentalismos de hoy.

Participarán alrededor de mil mujeres pertenecientes a distintas expresiones políticas y sociales del feminismo latinoamericano y caribeño.

Pero también estarán presentes, en el recuerdo de las asistentes, las feministas que han muerto: Alaide Foppa, Ana Laura Macal, Any Ughelly, Andrea Dworkin, Beba Pecanins, Beatriz Mernes, Betty Friedan, Benita Galeana, Cecilia Loría, Cristina Boggino, Carolina Roa, Clara González, Esperanza Brito, Franca Ongaro Basaglia, Graciela Hierro, Genoveva Rodríguez, Itziar Lozano, Josefa Toledo, Julieta Kirkwood, Liliana De Pauli, María Elena Vargas, Mercedes Sandoval, María Victoria Llamas, Natalia Arias, Safina Newberry, Silvia Rodríguez, Susana Prates, Vilma Espín y Yessie Macchi.

Fundamentalismos contra la felicidad

El objetivo del feminismo es la felicidad de las mujeres, a través del respeto de sus derechos humanos y su libertad, dice a Cimacnoticias Rotmi Enciso, una de las organizadoras del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en México.

Por eso nos interesa tratar el tema de los fundamentalismos, que guían a las personas a la adopción de posturas extremas que buscan imponer puntos de vista muy específicos y pretenden eliminar cualquier otro, señala Rotmi.

El programa incluye discusiones y debates acerca de las expresiones fundamentalistas dentro de diversos campos sociales de acción: política, economía, cultura y movimiento feminista. Sin duda, la defensa de una sola verdad y su imposición sobre otras formas de pensamiento ha contribuido a la crisis mundial actual, afirman las organizadoras.

Las posturas fundamentalistas aumentan las situaciones de vulnerabilidad en las que viven las mujeres, afectando directamente la toma de decisiones sobre su cuerpo, sexualidad y vida, al mismo tiempo que debilitan y fragmentan las estructuras sociales que alimentan los movimientos emancipadores.

Pero el Encuentro no será sólo un espacio de discusión teórico-política sino, a través de una sede satélite, el ex convento Teresa Arte Actual, se brindará espacio a las manifestaciones culturales como conciertos, obras teatrales, performance, exposiciones, talleres y fiestas amenizadas con DJ.

Los fundamentalismos, dice Enciso, fotógrafa, causan daño a la sociedad en general, pero sobre todo a las minorías, las cuales tienen que ejercer una doble lucha. Desgraciadamente, entre estas minorías vulnerables, se hallan aún las mujeres, pese a que somos más en nuestro país.

"Afortunadamente, dice la artista plástica, yo no fui juzgada ni limitada por mis padres ni hermanos cuando, desde que era una niña, me asumí como lesbiana. Sin embargo, he tenido contacto con militantes del movimiento feminista lésbico que llegaron a él debido a represión de parte de sus familiares, amigos e instituciones".

Considera que el cierre de espacios, motivado por la intolerancia, es un grave problema y evita, por ejemplo, que lesbianas y homosexuales se asuman como tales y ejerzan con libertad todos y cada uno de sus actos. Lo cual, trae consigo consecuencias mayores a largo plazo, como la desintegración familiar o en casos extremos, hasta el suicidio.

Rotmi es feminista, y milita en el movimiento con su cámara fotográfica o de video, siempre entre sus manos, para registrar la historia del feminismo en México: mujeres en mítines, conferencias…

En la revista Fem, que dirigía Esperanza Brito, feminista emblemática, luchadora por los derechos sexuales y reproductivos, Rotmi fotografió a mujeres en los supermercados, andenes y vagones del metro maquillándose, imágenes que no serían motivos de portada "en esta sociedad consumista y superficial". Ahí, dice, encontré el significado y los logros del movimiento feminista.

"La fortaleza de las mujeres es increíble" --dice Rotmi, de breve anatomía y manos infantiles-- "increíble y desvalorada", subraya, por eso son tan importantes estos Encuentros, donde confluyen mujeres de todo el Continente, para hablar de sus avances, sus sueños, sus fortalezas, de los obstáculos que impiden que seamos felices.

Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29462

No queremos un feminismo carente de contenido crítico

Feministas Autónomas se pronuncian frente al XI EFLAC:


Frente al XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se realiza en México D.F. del 16 al 20 de marzo, con la participación de 1.600 mujeres de la región, el Encuentro Feminista Autónomo publicó un pronunciamiento, donde externa su posición y señala lo que considera ajeno a su concepción.

Este es el texto:

"Nosotras, niñas, mujeres y lesbianas Feministas Autónomas convocadas en el Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la Casa de las Diferencias, desde la rebeldía, la radicalidad y el gozo por las apuestas políticas que el feminismo ha aportado a nuestras vidas y a la construcción de comunidades de mujeres, le hacemos frente al clasismo, al racismo, al sexismo, a la colonización de nuestros cuerpos y de nuestra sexualidad. Por todo eso es que afirmamos nuestras posturas políticas:

"Reconocemos a los encuentros feministas como ejercicios de radicalidad desde la complicidad entre mujeres, desde nuestros cuerpos, vidas y conciencias, lo cual implica existir sin ningún tipo de concesiones.
"A casi 30 años de feminismo Latinoamericano y Caribeño y once encuentros feministas, es una oportunidad para reflexionar sobre el hacer político y la construcción ética de nuestro movimiento.

"Los encuentros feministas históricamente han sido y deben seguir siendo espacios construidos y defendidos por y para las mujeres, para debatir, intercambiar, convocar, denunciar, edificar alianzas, defender nuestros derechos, alimentar nuestras utopías y expresar la multiplicidad de nuestras visiones.

"Organizar un encuentro feminista debería implicar un compromiso con la ética y autonomía feminista, sin embargo, la organización de este XI Encuentro Feminista se ha convertido en un espacio que refuerza a las instituciones patriarcales, vaciando y mercantilizando el contenido de las propuestas feministas, ejerciendo un discurso legitimador de prácticas opresoras para las mujeres.

"El mal uso del mayor presupuesto de la historia de los encuentros es un insulto ante la pobreza de las mujeres de la región, una expresión de ello son los salarios exorbitantes para la organización de dicho evento sacrificando las becas para la participación de un mayor número de compañeras.

"El ocultamiento y retraso de la información, así como la falta de transparencia en el uso de los recursos económicos pueden llevar a prácticas corruptas. Es indispensable entonces, contar con una obligatoria y permanente transparencia sobre los recursos obtenidos. Esa transparencia debió de ser antes y durante, y debe realizarse al finalizar cada encuentro feminista.
"La toma de decisiones por mayoría, votando como en la falacia de las democracias burguesas, ocultan lógicas patriarcales, niegan las reflexiones que reconocen las diferencias en las ideas.

"Compañeras afrodescendientes, indígenas, lesbianas, pobladoras, que no tienen acceso al Internet o que no pertenecen a las redes de la tecnocracia feminista, no han podido acceder a información ni a becas, en cambio se privilegia a los nuevos sujetos del feminismo y a quienes gozan de las prerrogativas de la sociedad neoliberal.

"Los ejes temáticos no han sido decididos por las bases feministas, sino por las políticas emanadas de organismos trasnacionales que responden a intereses económicos propios y de los grandes capitales, ajenos a las necesidades y propuestas del feminismo latinoamericano.
"La complicidad con un gobierno de seudo izquierda y persecutor es un dato más en todo esto.

"Nosotras soñamos y hacemos un feminismo horizontal, que ejercite mínimos comunes, alejados de las lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales. No queremos un feminismo vaciado de contenido político crítico que se esconde en la categoría de género cuya complicidad con el capitalismo neoliberal pretende controlar y definir nuestros espacios políticos, nuestros apuestas feministas, nuestros cuerpos, vidas y conciencias.

"Queremos finalmente saludar a todas las feministas latinoamericanas y caribeñas que han venido con ilusión y buena fe. Las alentamos a ser parte de un feminismo crítico y contra-hegemónico. Desde la radicalidad y la autonomía, otro feminismo es posible".


Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29537

Encuentros feministas y debates actuales


En el mes de marzo se realizan en México dos encuentros feministas: el primero, denominado Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la casa de las diferencias, convocado por un grupo de feministas latinoamericanas que se reunió con su propio financiamiento, y el segundo, el XI Encuentro feminista, que tiene como tema central los fundamentalismos y cuenta con el auspicio de diferentes instituciones de cooperación internacional además de otros organismos y del propio gobierno mexicano, y en el que participan más de mil quinientas mujeres.

El primero terminó ya. Asistieron más de 170 mujeres de diferentes países, unidas por la idea de que es necesario profundizar la autonomía del movimiento, hacer un feminismo horizontal, que se aleje de las “lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales” y que sus propuestas y prácticas tengan un contenido político crítico. Señalan ellas que el feminismo institucional ha vaciado de significado al feminismo. El segundo, al que llaman “feminismo institucional”, se reúne del 17 al 20 de marzo. Reflexionará sobre la imposición de una sola forma de pensar y de vivir que intenta subsumir las diferencias, desaparecer a los otros y otras, homogenizar y hegemonizar la vida de la humanidad entera. Debatirán, señalan, sobre el fundamentalismo en todos los aspectos -política, economía, cultura- y sobre la presencia de éste en el propio movimiento feminista.

Las diferencias entre uno y otro vienen de atrás, desde el encuentro en Chile podría decirse, allá por el año 96, en donde ya se puso la raya entre una y otra propuesta de concebir y practicar el feminismo.

Para las llamadas autónomas, las institucionales han perdido su rebeldía, su capacidad de generar propuestas frente al patriarcado y se han acomodado por las ventajas que la cooperación les ofrece a las que denominan las tecnócratas de género. Las acusan de haber abdicado en sus rebeldías para acomodarse y no perder las prerrogativas que el statu quo les proporciona en cuanto a sueldos y prestigio. Se han alejado de la realidad de la mayoría de las mujeres, han transigido con el patriarcado y la heteronormatividad, se han acomodado al opresor sistema patriarcal, dicen.

Para las otras, es decir para las llamadas institucionales, las autónomas han perdido el rumbo, padecen de una radicalidad extrema que es destructiva, que no conduce a nada y que limita las posibilidades de hacer una causa común.

Y ahí está el problema, creo, que entre uno y otro movimiento fueron desapareciendo las causas comunes, las similares utopías que las congregaban, las posibilidades conjuntas de materializar sus rebeldías. Y para quienes estamos en el balcón, estas discusiones y posiciones, más que aclararnos y motivarnos, nos interrogan sobre el rumbo del movimiento feminista en Latinoamérica. Es cierto que no se puede hablar de un solo feminismo, quizá ni de un solo movimiento, pero si es importante resaltar que hay puntos comunes entre los dos grupos y es que ambos plantean la necesidad de que se respete las diferencias y que se construya a partir de ellas.

Entre las argumentaciones de las organizadoras del XI Encuentro sobre las razones por las cuales se debe reflexionar sobre los fundamentalismos, se señala que “hoy en día existen sectores de la sociedad mundial que mantienen una postura extrema que busca imponer sus puntos de vista y que pretende eliminar la diferencia sin dar paso a la otredad”. ¿No tiene esto acaso relación con el slogan del encuentro autónomo de “hacer comunidad en la casa de las diferencias”?

¿Cómo construir caminos comunes dentro y fuera del Estado y de las instituciones? Porque un punto central de divergencia parece ser el que unas consideren que la forma principal de hacer feminismo es hacerlo desde las instituciones, agencias, gobiernos, partidos, dejando fuera otras posibilidades y, lo que es peor, criticando esas posibilidades. Para las otras, el devenir del movimiento debe discurrir fuera de “las lógicas institucionales, partidarias, “de género” a-críticas y negadoras del feminismo como enfoque político y revolucionario”.

¿No será posible construir movimiento desde el Estado o las instituciones sin que esto implique abdicar con los principios feministas, con un proyecto de sociedad diferente, equitativa, respetuosa y reconocedora de las diversidades? ¿Será justo que se ponga en un mismo saco a quienes pueden haber dejado atrás el feminismo como proyecto político y se hayan acomodado a los beneficios que les proporciona lo que llaman “tecnocracia de género” y a quienes, sin abdicar nada, trabajan concientemente por un mundo más justo y por los derechos de las mujeres desde las instituciones?

Tengo más preguntas que respuestas en este debate, sólo espero que las mujeres quienes aún apostamos por el feminismo como proyecto político que busca una sociedad más justa y equitativa para hombres y mujeres tengamos la sabiduría suficiente para buscar caminos comunes en nuestras diferencias, generar nuevas perspectivas feministas más allá de los fundamentalismos, continuar tejiendo utopías y logrando sueños desde todos los lugares en donde nos encontremos, desde donde actuemos, desde nuestras casas que habitamos, repensando el mundo críticamente para aportar a construir un nuevo mundo donde se establezcan nuevas formas de relación, donde quepamos todas y todos en toda nuestra diversidad.


* Rosa Montalvo Reinoso - Asociación SER
Fuente: http://www.ser.org.pe
http://alainet.org/active/29538

Encuentros feministas y debates actuales


En el mes de marzo se realizan en México dos encuentros feministas: el primero, denominado Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la casa de las diferencias, convocado por un grupo de feministas latinoamericanas que se reunió con su propio financiamiento, y el segundo, el XI Encuentro feminista, que tiene como tema central los fundamentalismos y cuenta con el auspicio de diferentes instituciones de cooperación internacional además de otros organismos y del propio gobierno mexicano, y en el que participan más de mil quinientas mujeres.

El primero terminó ya. Asistieron más de 170 mujeres de diferentes países, unidas por la idea de que es necesario profundizar la autonomía del movimiento, hacer un feminismo horizontal, que se aleje de las “lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales” y que sus propuestas y prácticas tengan un contenido político crítico. Señalan ellas que el feminismo institucional ha vaciado de significado al feminismo. El segundo, al que llaman “feminismo institucional”, se reúne del 17 al 20 de marzo. Reflexionará sobre la imposición de una sola forma de pensar y de vivir que intenta subsumir las diferencias, desaparecer a los otros y otras, homogenizar y hegemonizar la vida de la humanidad entera. Debatirán, señalan, sobre el fundamentalismo en todos los aspectos -política, economía, cultura- y sobre la presencia de éste en el propio movimiento feminista.

Las diferencias entre uno y otro vienen de atrás, desde el encuentro en Chile podría decirse, allá por el año 96, en donde ya se puso la raya entre una y otra propuesta de concebir y practicar el feminismo.

Para las llamadas autónomas, las institucionales han perdido su rebeldía, su capacidad de generar propuestas frente al patriarcado y se han acomodado por las ventajas que la cooperación les ofrece a las que denominan las tecnócratas de género. Las acusan de haber abdicado en sus rebeldías para acomodarse y no perder las prerrogativas que el statu quo les proporciona en cuanto a sueldos y prestigio. Se han alejado de la realidad de la mayoría de las mujeres, han transigido con el patriarcado y la heteronormatividad, se han acomodado al opresor sistema patriarcal, dicen.

Para las otras, es decir para las llamadas institucionales, las autónomas han perdido el rumbo, padecen de una radicalidad extrema que es destructiva, que no conduce a nada y que limita las posibilidades de hacer una causa común.

Y ahí está el problema, creo, que entre uno y otro movimiento fueron desapareciendo las causas comunes, las similares utopías que las congregaban, las posibilidades conjuntas de materializar sus rebeldías. Y para quienes estamos en el balcón, estas discusiones y posiciones, más que aclararnos y motivarnos, nos interrogan sobre el rumbo del movimiento feminista en Latinoamérica. Es cierto que no se puede hablar de un solo feminismo, quizá ni de un solo movimiento, pero si es importante resaltar que hay puntos comunes entre los dos grupos y es que ambos plantean la necesidad de que se respete las diferencias y que se construya a partir de ellas.

Entre las argumentaciones de las organizadoras del XI Encuentro sobre las razones por las cuales se debe reflexionar sobre los fundamentalismos, se señala que “hoy en día existen sectores de la sociedad mundial que mantienen una postura extrema que busca imponer sus puntos de vista y que pretende eliminar la diferencia sin dar paso a la otredad”. ¿No tiene esto acaso relación con el slogan del encuentro autónomo de “hacer comunidad en la casa de las diferencias”?

¿Cómo construir caminos comunes dentro y fuera del Estado y de las instituciones? Porque un punto central de divergencia parece ser el que unas consideren que la forma principal de hacer feminismo es hacerlo desde las instituciones, agencias, gobiernos, partidos, dejando fuera otras posibilidades y, lo que es peor, criticando esas posibilidades. Para las otras, el devenir del movimiento debe discurrir fuera de “las lógicas institucionales, partidarias, “de género” a-críticas y negadoras del feminismo como enfoque político y revolucionario”.

¿No será posible construir movimiento desde el Estado o las instituciones sin que esto implique abdicar con los principios feministas, con un proyecto de sociedad diferente, equitativa, respetuosa y reconocedora de las diversidades? ¿Será justo que se ponga en un mismo saco a quienes pueden haber dejado atrás el feminismo como proyecto político y se hayan acomodado a los beneficios que les proporciona lo que llaman “tecnocracia de género” y a quienes, sin abdicar nada, trabajan concientemente por un mundo más justo y por los derechos de las mujeres desde las instituciones?

Tengo más preguntas que respuestas en este debate, sólo espero que las mujeres quienes aún apostamos por el feminismo como proyecto político que busca una sociedad más justa y equitativa para hombres y mujeres tengamos la sabiduría suficiente para buscar caminos comunes en nuestras diferencias, generar nuevas perspectivas feministas más allá de los fundamentalismos, continuar tejiendo utopías y logrando sueños desde todos los lugares en donde nos encontremos, desde donde actuemos, desde nuestras casas que habitamos, repensando el mundo críticamente para aportar a construir un nuevo mundo donde se establezcan nuevas formas de relación, donde quepamos todas y todos en toda nuestra diversidad.


* Rosa Montalvo Reinoso - Asociación SER
Fuente: http://www.ser.org.pe
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Mujeres indígenas y rurales ejercen feminismo radical, de izquierda

XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe

Por Gladis Torres Ruiz

"Las mujeres indígenas y rurales ejercemos un feminismo radical y de izquierda", cuando luchamos por no vivir más desigualdades no sólo de género, sino de clase y etnia, cuando decidimos no vivir más violencia y cuando vemos nuestra realidad impuesta por el gobierno que busca controlar nuestras vidas a través de programas que no resuelven nuestros problemas sino los agravan, coincidieron en señalar mujeres de Guatemala, El Salvador, Bolivia y México.

Durante la conferencia titulada: ¿Por qué un feminismo indígena y rural?, que se llevó a cabo en el marco del XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se lleva a cabo en la Ciudad de México, con la participación de mil 600 mujeres de la región, las ponentes coincidieron en que las indígenas y rurales tienen claro que están luchando contra el sistema capitalista neoliberal, el mismo que violenta sus intereses como seres humanos.

Flor de Jesús Pérez Ramírez, joven indígena integrante del Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas, afirmó que el problema de las indígenas y rurales, radica en la opresión, exclusión subordinación y violencia, esquema que se reproduce en todos los ámbitos de la vida, por ello, agregó, las mujeres indígenas creemos firmemente desde la bases, donde en carne propia hemos vivido la pobreza y además violencia, de donde deben partir los cambios.

"Somos nosotras las que debemos unir nuestras fuerzas, crear colectivos de mujeres, para destruir y hacer un cambio en este sistema que oprime y lastima nuestro corazón. Estar organizadas, no podemos quedarnos calladas ante las injusticias y atrocidades que hieren nuestras vidas y la de nuestras hijas e hijos", puntualizó

Pérez Ramírez añadió que a las mujeres nos toca una ardua labor de lucha, tenemos que incidir desde todos los ámbitos donde se ha implementado la ideología del capitalismo patriarcal, desde nuestros propios espacios, la relación con nuestra pareja, familia y comunidad. "Este es un elemento diferenciador de los otros feminismos la lucha de las mujeres indígenas, en estrategias de cambio que involucren en el ámbito colectivo, no sólo de los cambios individuales que por sí solos no resultan en nada".

MÁS QUE VIOLENCIA FÍSICA

Las mujeres indígenas y rurales reunidas en una de las más concurridas sesiones de las realizadas en el exconvento de Regina Coelli, coincidieron en que existen términos académicos usados por las feministas citadinas, que a ellas se les dificulta entender, sin embargo los han analizado y se han dado cuenta de que existen otros tipos de violencia contra las mujeres, además de la física.

Cuando nos gritan, nos impiden participar en los espacios de decisión en las comunidades y la violencia estructural que ejerce el gobierno a través de "programas de desarrollo", que lleva a sus comunidades agravando los problemas.

Citaron como ejemplo los programas mexicanos Oportunidades y el de apoyo a las personas de la tercera edad en Chiapas, los cuales fomentan el alcoholismo entre los hombres, y la violencia contra las mujeres, porque al ser ellas las beneficiarias directas, son violentadas por sus parejas quienes les quitan el poco dinero que les llega.

De igual manera, denunciaron que las mujeres indígenas y rurales han sido violentadas históricamente de su derecho a la tierra, en los ejidos y comunidades por usos y costumbres, así como por la migración, ya que las pocas mujeres que poseen tierras son despojadas por las mismas autoridades al verlas solas.

DENUNCIAN EXCLUSIÓN DEL FEMINISMO

En representación de Casimira Rodríguez, ex Ministra de Justicia de Bolivia, Daysi Peñalosa, señaló que su presencia en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe responde al interés de la lucha de las mujeres indígenas en busca de igualdad y respeto, son ellas quienes han vivido una serie de problemas para reivindicar sus derechos como mujeres y ciudadanas.

"Consideramos que es necesaria la mirada indígena dentro del feminismo, nosotras hemos vivido discriminación, social y étnica, nos califican como inferiores por nuestro origen rural o indígena, hemos vivido un sinnúmero de abusos y violencias de los derechos humanos".

Denunció que en el caso de las indígenas trabajadoras del hogar de Bolivia, las mujeres son discriminadas hasta por el movimiento feminista, pues en su esfuerzo para tener una mejor situación laboral y social ellas no contaron con el apoyo de dicho movimiento, de igual manera, las mujeres de clase media se conciben como merecedoras de derechos e igualdad de género, sin embargo cuando se refieren las trabajadoras del hogar estos criterios se olvidan.

Pese a ello, las indígenas trabajadoras del hogar consiguieron, precisó Daysi Peñalosa, el impulso de una Ley que las protege, a pesar de que algunas senadoras y diputadas que se dicen feministas bloquearon la aprobación de la misma, incluso una de ellas argumentó que con dicha Ley se le privaba a las mujeres de clase media de tener una trabajadora del hogar.

De igual manera, agregó que con la lucha, que no ha sido corta ni sencilla, también consiguieron que se instaurara el 30 de marzo como Día de las Trabajadoras del Hogar.

Precisó que el esfuerzo de estas mujeres por defender sus derechos es doble ya que trabajan de lunes a sábado y sólo descansan los domingos, día que utilizan para trabajar en su organización y capacitarse para continuar en la lucha.

Por su parte, Clara Silvestre Camposeco de Guatemala, precisó que las indígenas han estado trabajando en crear sus propias definiciones del feminismo, ya que ellas no han participado en los procesos para conocer todas las terminologías que se utiliza, sin embargo estamos seguras que toda nuestra lucha por la defensa de nuestros derechos se encuentra vinculada con el feminismo.

Consideró que "el feminismo no es más que nuestra incorporación en los diferentes espacios que redundan en beneficio de nostras mismas. La lucha de las guatemaltecas inició desde los 70, con nuestra participación en movimientos reivindicativos jugando papeles protagónicos, logrando que en algunos departamentos que las mujeres sean las salvaguardas del maíz, logrando derecho a la salud, y defendiéndonos a nosotras y nuestras hijas de la violencia".

Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29572




martes, 28 de abril de 2009

Colombia: La tragedia humanitaria del Pacífico colombiano


IWGIA, et al.
Resumen:
Las violaciones a los derechos fundamentales de la población negra, indígena y campesina del Pacífico colombiano, conceptuadas por todas las fuerzas armadas, regulares e irregulares, como “daños colaterales” de todo enfrentamiento armado, tienen objetivos propios e independientes del conflicto armado interno colombiano. El desarraigo territorial es un objetivo más, y no una consecuencia de la contienda. Esto se deduce de los maridajes entre acciones armadas, despojos de tierras comunitarias y legalizaciones amañadas de estas usurpaciones. La disgregación de sus territorios pone en peligro la pervivencia de estos pueblos. El Estado colombiano, después de importantes acciones afirmativas a favor de indígenas (constitución de resguardos) y afrocolombianos (reconocimiento de derechos y constitución de territorios colectivos), ha sido renuente a ejercer soberanía en la región, quedando la población a merced de la dictadura de grupos armados ilegales, que han cometido atrocidades y violaciones al Derecho Internacional Humanitario, en muchos casos en connivencia con autoridades civiles y militares.


A partir de 1980 hace presencia en la región del Pacífico colombiano, una nueva clase empresarial para invertir recursos provenientes en gran parte del tráfico de drogas ilícitas. Gran parte de los territorios de indígenas y afrocolombianos que habían permanecido al margen de las dinámicas económicas, han venido siendo incluidos de forma acelerada en los portafolios de inversión de empresas y de agentes económicos nacionales, la mayoría de ellos vinculados a actividades extractivistas, agroindustriales, de producción de narcóticos o de grandes obras de infraestructura, que desestabilizaron las economías de los pueblos indígenas y afrocolombianos, no han generado desarrollo económico en la región, sino que han instaurado nuevas formas de pobreza (cultural, ambiental y espiritual), nuevas amenazas y nuevas vulnerabilidades para estos pueblos.

En 1995 comienzan a llegar de forma regular actores armados ilegales, interesados coincidentemente con estos empresarios, en modificar la estructura productiva de la región. Esta presencia, desmanteló las organizaciones sociales, asesinando a su liderazgo y derrumbando la poca y ya debilitada institucionalidad de la región. Las comunidades son utilizadas y movidas de acuerdo a la lógica política, militar o económica de estos actores. Esta situación se ha vuelto inaguantable para los habitantes, debido a la degradación del conflicto y a la alta cuota de sangre que vienen colocando los indígenas y los afrocolombianos por persistir en mantenerse al margen de un conflicto que cada vez les es más ajeno.

El gobierno ha dicho que su política de derechos humanos es la misma política de “seguridad democrática”, no obstante que con este concepto de seguridad se involucre a la población civil en el conflicto armado. Programas como la red de informantes o de soldados campesinos son parte fundamental de esta política[1].

Este conflicto armado tiene graves manifestaciones y consecuencias para los indígenas, afrocolombianos y campesinos del Pacífico:

a) Invasión de sus territorios por todos los grupos armados: guerrilla, paramilitares, cuerpos armados del Estado, narcotraficantes y delincuencia organizada.

b) Masacres, desapariciones forzadas y asesinato de líderes.

c) Imposición del poder armado desconociendo a las autoridades propias y la autonomía de las comunidades. Esto va acompañado de acciones y presiones violentas de narcotraficantes para despejar áreas de interés agrícola (plantaciones de palma, banano o plátano) o ganadero.

d) Reclutamiento forzado y utilización de la población nativa en múltiples labores, haciéndolos susceptibles de castigos y retaliaciones por los grupos opuestos.

e) Señalamientos de autoridades estatales a autoridades de las comunidades de ser auxiliadores de los grupos guerrilleros, o a la inversa, acusados de ser informantes de la armada nacional o de los grupos paramilitares.

f) Extorsión económica y restricciones para la entrada y salida de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad.

g) Combates entre los grupos en pugna por el control del territorio, la economía o la población.

h) Desplazamiento forzado, o confinamiento en determinadas zonas. Restricción de movilidad en sus territorios o por fuera de ellos.

Estas manifestaciones del conflicto armado han conducido a un debilitamiento de la cohesión interna, al abandono del ejercicio de la autoridad y justicia propias y por lo tanto a una crisis de gobernabilidad en casi todas las comunidades. En el pacífico son pocas las comunidades que están en condiciones organizativas y anímicas para mantenerse en una resistencia activa, como se presenta en la zona indígena nasa del Cauca andino, donde este pueblo se niega a abandonar sus territorios, exigiendo con movilizaciones masivas (“mingas de resistencia”) el respeto a sus vidas y territorios.

Más recientemente, a partir del año 2000, comenzó el Estado colombiano a hacer presencia en la región con las políticas de interdicción de cultivos de coca del Plan Colombia, desplazando estos cultivos desde el departamento del Putumayo hacia el Pacífico nariñense y desde allí hacia el norte del litoral, arrasando los cultivos de pancoger, que garantizaban la seguridad alimentaria de las comunidades indígenas y afrocolombianas de las cuencas de casi todos los ríos del Pacífico de los departamentos de Nariño, Cauca y Valle del Cauca.

La creciente demanda de pasta básica de cocaína y látex de amapola, como materia prima para la producción de sustancias sicoactivas, generada por el aumento de la demanda en Estados Unidos por el uso de drogas ilícitas, la apertura de nuevos mercados en Europa (occidental y oriental) y la crisis económica del sector agropecuario, llevan a que se expandan los cultivos de coca, convirtiendo a Colombia para mediados de los años noventa en el principal productor de hoja de coca. Para finales de los noventa ya habían aumentado tanto las presiones del gobierno de los Estados Unidos para que Colombia interrumpiera la oferta de sustancias ilícitas, que el país se ve obligado a aceptar el Plan Colombia para la erradicación de cultivos ilícitos.

Las aspersiones aéreas para destruir las plantaciones de coca, empleando cada vez más fuertes herbicidas químicos, no lograron los resultados esperados, y los cultivos continuaron desplazándose y creciendo por suelo amazónico a expensas de la frágil selva húmeda. Del Amazonas estos cultivos se trasladaron a las selvas del litoral Pacífico. No obstante el Departamento de Estado de los Estados Unidos, persiste en la tesis de que el narcotráfico existe porque hay cultivadores de coca.

Estas diversas presencias y operaciones de paramilitares, grupos guerrilleros y fuerzas armadas del Estado confluyen para agravar la situación económica y social de estos pueblos, configurando un estado de desarraigo que pone en peligro su pervivencia como pueblos.

A estas políticas de desterritorialización se contrapone el profundo arraigo territorial de los pueblos indígenas y afrocolombianos que en los años 90 habían obtenido importantes reconocimientos constitucionales y legales que posibilitaron la constitución y consolidación de muchos territorios colectivos, dando inicio a una reorganización interna y a agendas políticas propias para construir nuevas formas de organización y solidaridad, encaminadas a escapar a la guerra y a revertir siglos de exclusión.

Aunque es obligación constitucional del Estado colombiano proteger los derechos de los grupos étnicos y apoyar estos esfuerzos organizativos de los pueblos, con más veras ahora que el panorama de los derechos humanos para negros e indígenas se ha deteriorado ostensiblemente, el Estado colombiano no ha mostrado voluntad para ejercer soberanía en el Pacífico. Por el contrario este drama que viven los pobladores indígenas, negros y campesinos, sucede bajo la mirada displicente del Estado y en algunos casos, con su complicidad, como en el caso de la masacre del Naya, donde el paramilitar Ever Veloza, alias “H.H.”, jefe del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia, A.U.C, dirigió la masacre de por lo menos 50 indígenas y campesinos en abril de 2001 (datos de la Fiscalía General de la Nación). “H.H.” en versión libre ante un juez de Justicia y Paz reconoció que para esta acción recibió el apoyo del Ejército Nacional.

Aspectos sociales, económicos y políticos de la problemática del Pacífico que contribuyen al desarraigo territorial y a la tragedia humanitaria de sus habitantes

® Desconocimiento de los actuales estándares internacionales para la protección de los pueblos étnico-territoriales (indígenas y afrocolombianos), que otorgan particular atención a los derechos individuales y colectivos en relación con la propiedad, el uso y el control que ejercen los pueblos indígenas en sus territorios, así como la relación con los recursos naturales.

Estos estándares ponen un claro énfasis en la necesidad de que estos pueblos cuenten con mecanismos apropiados de control sobre los factores y procesos que afectan sus vidas, territorios y recursos, pues es así que pueden mantener y reforzar sus instituciones, culturas y tradiciones, y promover un desarrollo propio, de acuerdo con sus aspiraciones y necesidades.

El gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), desconoció groseramente estos estándares internacionales, conduciendo a que los pueblos indígenas de Colombia, se retiraran de las mesas nacionales de concertación con el Estado, creadas por los decretos 1396 y 1397 de 1996.

El presidente Álvaro Uribe en sus 6 años de gobierno no solo ha impedido que se materialicen en Colombia estos estándares internacionales, sino que ha restringido los derechos de indígenas, afrocolombianos y campesinos, llevando a cabo desde la presidencia un ordenamiento económico y político del país. Pero también cambiando la estructura legal de Colombia con el fin de facilitar el acceso a los recursos de los territorios de propiedad colectiva de indígenas y afrocolombianos. Este ordenamiento se realiza en función de un orden global de desarrollo neoliberal, para el cual los territorios de propiedad colectiva y las economías comunitarias son un estorbo. De esta manera el gobierno de Álvaro Uribe Vélez borra la pluralidad y la diversidad como fundamentos del régimen democrático que se pensaba construir con la expedición de la Constitución de 1991.

El hecho de que Colombia fuera uno de los pocos países que se abstuvieron de firmar la declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas de las Naciones Unidas, confirma la animadversión del gobierno por los derechos colectivos de estos pueblos.

® La exclusión política y social ejercida contra estos pueblos, el desconocimiento que se ha hecho de sus derechos, el desprecio por sus prácticas económicas, la discriminación racial, el descrédito y negación de sus identidades y tantos ataques y afrentas que han sufrido sus instituciones, culturas y cosmovisiones, han tenido generalmente como finalidad, desvirtuar el derecho a sus territorios. Con los reconocimientos constitucionales pudieron estos pueblos hacerse visibles en el panorama nacional y se comenzaron a honrar sus conocimientos, comportamientos y espiritualidad, pues cada vez eran más evidentes sus contribuciones en la preservación de espacios de alta diversidad biológica como el Pacífico.

No obstante, estas lógicas culturales en el manejo de sus espacios de vida no han tenido el reconocimiento del gobierno, porque estos territorios tienen recursos que son estratégicos para un capital transnacional egoísta, cuya avidez crece con la posibilidad de la firma del Tratado de Libre Comercio, T.L.C. con los Estados Unidos de América.

® La disputa violenta por el control económico, político y territorial de la región. Muchas zonas del Pacífico son objeto de disputa entre sectores armados, pues tener el control de estos espacios y de su economía legal e ilegal es fundamental para mantenerse en la guerra. En pocos años el Pacífico, de remanso de paz se tornó en una de las regiones más violentas del país, debido a la pugna por el control de rentas asociadas a los cultivos de uso ilícito o a la explotación de recursos naturales, por la posesión de tierras fértiles o el dominio de territorios geopolíticamente estratégicos. Por estas zonas se realizan las exportaciones ilícitas y el contrabando de armas. Esta pugna ha costado la vida a cientos de jóvenes en calidad de “raspachines” (recolectores de la hoja de coca), aserradores de madera, mineros o milicianos que trabajan para uno u otro grupo.

® La fragmentación y desarraigo territorial de comunidades indígenas y negras. En la medida en que crecen los cultivos ilegales y se expanden las grandes plantaciones, la ganadería o las actividades extractivistas, la vida económica y social de las comunidades queda supeditada a la dinámica del flujo de recursos generados por estas actividades. En las comunidades afectadas por este tipo de economías, caen vertiginosamente los cultivos de pancoger y se incrementa la dependencia de alimentos importados. El abandono de la producción de alimentos es el primer paso para la desestructuración económica de las comunidades. Y el uso del suelo y de recursos del territorio con el fin de responder a demandas de mercados externos a la región, es la vía más expedita para el desarraigo territorial. En esto el Pacífico ofrece una amplia gama de ejemplos.

® Una nueva diáspora negra. A la par que se extinguen por sobreexplotación los recursos del bosque, de los ríos y de los manglares, y se expande la violencia paramilitar para apropiarse de los recursos forestales y para utilización de los suelos en plantaciones de palma aceitera, banano y coca, comienza el éxodo hacia las ciudades.

® Desestructuración de los gobiernos municipales. La evasión fiscal, el contrabando, la posesión ilegal de la tierra, el robo y apropiación privada de los bienes y recursos públicos, el caciquismo, las elecciones fraudulentas, la compra de votos, el secuestro y por último el narcotráfico, con todas sus secuelas de corrupción y violencia, han terminado por desestabilizar los gobiernos locales y desinstitucionalizar[2] la región.

® Una problemática social que es tratada en términos de guerra. El Plan Colombia surgió en el marco de la política antidrogas del gobierno de Estados Unidos. Al convertirse el negocio de las drogas en principal fuente del empoderamiento económico y militar de las FARC y de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia, A,U.C. y al entrar estas organizaciones (después del 11 de septiembre) a hacer parte de la lista de los grupos terroristas del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, pasa la lucha antidrogas a ser definida como guerra antiterrorista. Al establecerse esta relación de causalidad entre terrorismo y droga, la problemática social de las regiones cultivadoras de coca entra a constituirse en un fenómeno que debe ser tratado en términos militares. Las propuestas de desarrollo económico concebidas para estas zonas deben pasar primero por una “solución militar” .

Con el crecimiento de los cultivos de uso ilícito, el Pacífico entró a ser parte de las llamadas Gray Zone, catalogadas como de fácil acceso para los actores armados. Los pobladores de estas zonas grises serían parte de la estrategia de financiación y/o potenciales auxiliadores de acciones terroristas. Se borra de un tajo la propuesta de “pensar pacíficamente el Pacífico” (lema del Proyecto Biopacífico[3]) que venía reafirmando las estrategias de convivencia y supervivencia de negros e indígenas que habitan las selvas neotropicales del Pacífico como la clave de cualquier esfuerzo a favor de su singular diversidad biológica y cultural. Es en este contexto de la guerra contra las drogas que se crean escenarios de alta confrontación militar, sin tener en cuenta a la población indígena, afrocolombiana y campesina.

La guerra como conductora de desarrollo regional es, como dice el investigador Ricardo Vargas “una pésima consejera”. Esta guerra desvirtúa las formas de producción solidarias que han conservado las selvas del Pacífico durante siglos y viola derechos constitucionales y normativos de protección de territorios colectivos. El resultado final es que se imposibilita más cualquier acción tendiente a empoderar a las comunidades para el ejercicio de sus funciones y a generar procesos de desarrollo autónomo y autosostenible.

El impacto de las medidas de control de la intervención armada es muy fuerte para la región y sus pobladores: retención de combustibles, víveres, medicamentos; restricciones a la libre circulación por caminos y carreteras; obstáculos para ir a sus sementeras, para recolectar frutos o acceder a sitios de pesca y cacería; dificultades para adquirir y vender productos. Se generan crisis económicas locales: escalada de precios para artículos indispensables de afuera de la región y caída de precios para los producidos en la región. La economía de la región colapsa. Y ante la incapacidad de los gobiernos locales para sortear estas dificultades, se produce el abandono de la región. Como dice el refrán popular, “el remedio resulta siendo más caro que la enfermedad”.

Este modelo de intervención militar (no sólo de actores armados legales. También de paramilitares y grupos guerrilleros) y las consecuencias antes descritas se han repetido tantas veces, que nos lleva a concluir que detrás de estas acciones armadas se encuentra una política deliberada de desalojo de la población, para “limpiar” determinadas áreas ambicionadas por poderosos intereses económicos, donde están comprometidos capitales internacionales y dineros generados por el tráfico de drogas. Y es que en el Bajo Atrato (departamento del Chocó) se iniciaron los grandes cultivos de palma aceitera, después de haber sido desalojadas violentamente las comunidades de la zona.

En otras zonas, como en el Alto río San Jorge, el desalojo de la población indígena Embera Katío de su resguardo tuvo lugar para sembrar cultivos de uso ilícito. De forma general el objetivo del desalojo ha sido la explotación a gran escala de los recursos ambientales, especialmente madereros y mineros, para ampliar los latifundios ganaderos o las plantaciones de banano, plátano, palma aceitera y coca. Esta situación, descrita en el segundo informe de IWGIA sobre los derechos humanos de pueblos indígenas, configura un genocidio premeditado[4].

® Crecimiento de las desigualdades económicas y sociales. El modelo económico neoliberal, iniciado en los años 90, no sólo no ha resuelto los problemas estructurales, sino que ha acentuado las desigualdades, extendido la pobreza y acelerado el deterioro del ambiente. A pesar de las acciones afirmativas del Estado que llevaron a la titulación de más de 5 millones de hectáreas a la población negra, esta no ha logrado el disfrute de sus territorios colectivos y hoy sigue siendo el sector social más excluido de la Nación colombiana. Tampoco existen políticas económicas tendientes a cerrar la brecha entre las regiones, y el Pacífico, el territorio ancestral de los negros, continúa siendo la región más pobre, explotada y desconectada del país.

® Exacerbación de las diferencias culturales y de la discriminación racial. Aunque la pluriculturalidad fue consagrada en la nueva Constitución Política de Colombia de 1991, el Estado no se ha identificado con ella. Las estadísticas y los hechos nos muestran que a pesar de que la Asamblea Nacional Constituyente fue convocada para dirimir los conflictos de los colombianos, fue a partir de allí que se agudizaron los conflictos socioculturales. La razón es que el Estado colombiano no pensó nunca en crear espacios para la interculturalidad, buscando así cerrar el abismo que separa a las diferentes culturas.

De la mano de la desigualdad económica crece y se aceleran entonces las diferencias culturales. La desigualdad y la diferencia se agravan aún más, cuando en la región se expande la economía basada en cultivos de uso ilícito. Aunque la esclavitud se abolió hace 150 años, con esta economía del narcotráfico se reviven pautas semejantes de explotación de la mano de obra y de violación de los derechos humanos.

En el Pacífico se hace más evidente lo que a juicio de Daniel Pécaut es la violencia en Colombia: una situación generalizada y difusa, donde los diferentes fenómenos y formas de expresión como se presenta (violencia política, violencia oficial, conflicto armado, asesinatos, desplazamientos, extorsiones, desapariciones, secuestros, violencia común, violencia racista) interactúan y se retroalimentan, creando un círculo vicioso ascendente y cumulativo.

Y es eso precisamente lo que está sucediendo en el Pacífico. Se da una situación generalizada de violencia, pero donde el narcotráfico y sus bandas delincuenciales ejercen un poder intimidatorio por medio del terror. Estos grupos se convierten en agentes reguladores que garantizan el orden y el cumplimiento de las normas que ellos mismos establecen. Ejercen su propia justicia y deciden sobre la vida de las personas.

El desplazamiento forzado en el Pacífico es uno de los más altos en el país. Lo más lúgubre de la vida de los desplazados de los ríos cercanos a Buenaventura, es que llegan a refugiarse a este puerto (el más importante de Colombia, por donde se mueve el 80 % de las mercaderías que entran y salen del país y desde donde se mueven cuantiosos recursos financieros provenientes del narcotráfico). Estos desplazados son acogidos en los barrios más pobres, llamados de “bajamar”. Con el fin de acondicionar este puerto para responder a los retos del T.L.C., estos refugiados son de nuevo desplazados. Esta siniestra tarea la realizan grupos paramilitares, que en un lapso de 5 años han asesinado[5] y desparecido a más de 1.000 personas, más de la mitad de ellas jóvenes sin trabajo.

Lo que ahora los habitantes de Buenaventura se preguntan es cuantos de estos jóvenes hacen parte de los “falsos positivos”: personas que fueron enganchadas bajo promesas de trabajo y que posteriormente aparecieron vilmente asesinadas por miembros de las fuerzas armadas del Estado y presentadas como “bajas guerrilleras”, para recibir recompensas (3 millones de pesos por persona, algo así como 1.500 US dólares). Y todo esto ocurre bajo la mirada indiferente de las altas esferas del gobierno.

Buenaventura, julio 2008

Epílogo: Flota en el aire de América un halo de esperanza para los pueblos indígenas y negros, ahora que la Nación más poderosa de la tierra ha elegido un presidente con ascendencia africana, cuya historia personal encarna la interculturalidad. Esto los inflama de entusiasmo. Y les trae también a la memoria, ahora que suenan las fanfarrias para la celebración del Bicentenario de la independencia de las Repúblicas bolivarianas, las ideas libertarias de sus fundadores, cuando decidieron hacer uso del “recurso supremo de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Y de nuevo quieren abrir el camino para llamar a la vida alternativas diferentes de institucionalidad, que sean diametralmente opuestas a concepciones centralistas y autoritarias del poder. Alternativas que le cierren definitivamente las puertas a la opresión, la humillación y la ofensa que han sufrido. Alternativas que reconozcan la extraordinaria riqueza de múltiples expresiones de culturas indígenas y negras y de proposiciones espirituales e ideológicas que se han venido originando en nuestro país, a partir de un “mestizaje fecundo” que ha vivido el pueblo colombiano. En fin, alternativas que sean una barrera eficaz a la intolerancia.

Noviembre 2008
Trabajo elaborado por Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas, IWGIA: Proceso de Comunidades Negras, PCN; Colectivo de Trabajo Jenzera.

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[1] De esta forma la política de seguridad democrática traslada a la ciudadanía la obligación de garantizar la seguridad, y la utiliza como un instrumento para ganar la guerra. Los lineamientos de esta política plantean, por ejemplo, que la ciudadanía “será parte fundamental en el tema de la recolección de información para la inteligencia militar” .
[2] Esta desinstitucionalización radica en que el Estado, sus instituciones y sus recursos, han adquirido la condición de botín de guerra de los grupos armados y de sus afines mentores políticos.
[3] Esta experiencia de trabajo interdisciplinario y pluralista fue apoyada por el Fondo Mundial del Medio Ambiente y el gobierno de Suiza, el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD y el ministerio del Medio Ambiente. Biopacífico representa 5 años de negociaciones, decisiones, proyectos y ensayos durante los cuales se concentraron esfuerzos de más de 400 personas, organizaciones indígenas y negras, fundaciones, universidades, ONG y entidades territoriales.
[4] Pacífico colombiano. El caso del Naya, Informe IWGIA 2, Bogotá 2008.
[5] La mayoría de las víctimas presentan señales de tortura, lo que evidencia que en estos actos delictivos existe también una buena dosis de racismo e intolerancia social.



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Colombia: Criterios para el desarrollo socioeconómico afrocolombiano


Por José Eulicer Mosquera Rentería

Nuestros abuelos y abuelas africanos/as y sus descendientes directos al lograr la anhelada libertad y entrar a la República no tenían metida en sus cabezas la lógica del nuevo sistema socioeconómico que se imponía desde las metrópolis colonialistas europeas, el capitalismo, y organizaron un tipo de vida comunal basada en economías familiares de subsistencia, viéndose obligados en muchos casos, a retroceder en la historia de la evolución humana.

A lo anterior se suma el hecho que los diferentes gobiernos republicanos mantuvieron a nuestro país bajo la orientación eurocéntrica heredada de la colonia, en su dinámica de funcionamiento y desarrollo, excluyendo a las comunidades indígenas y afrocolombianas de los planes de desarrollo y manteniéndolas como suministradoras de mano de obra superbarata. Todo lo cual explica el estado actual de marginalidad social y de pobreza extrema de estas comunidades.

Hoy cuando se presentan importantes oportunidades de fomentar proyectos productivos e iniciativas empresariales que beneficien a nuestras comunidades, es necesario soportarse en criterios claros que nos contextualicen con las realidades locales, nacionales, regionales y mundiales, a objeto de utilizar adecuada y exitosamente los recursos logrados, y que no se vaya a convertir en una frustración más para nuestras comunidades, ni en un pretexto más para que quienes han ostentado el poder pretendan ratificar sus concepciones racistas-discriminatorias, y continúen negándonos las oportunidades a que tenemos derecho por mandatos constitucionales y legales, y porque junto a los otros segmentos poblacionales de nuestro país hemos sido constructores materiales, culturales y espirituales del mismo.

En este sentido, desde nuestro centro de estudios, CEISAFROCOL, hemos considerado los siguientes criterios:

1) Partir de diagnósticos y de estudios de factibilidad serios y actualizados.

2) Es prioridad de nuestras comunidades rurales y urbanas, elevar su productividad laboral a través de la introducción de nuevos métodos, técnicas y tecnologías, sostenibles y de una actividad empresarial rentable que le garantice altos niveles de vida y capitalización, partiendo de nuestra cultura, tradiciones y costumbres, y de las potencialidades del medio.

3) El tipo de empresa a implementar debe ser el asociativo y solidario, ya que en esta primera fase se trata de reivindicar a comunidades y a todo un pueblo desde los aspectos socioeconómicos, de satisfacer tantas necesidades básicas acumuladas.

4) La actividad empresarial debe tener una orientación integracionista, ya que estamos en una época de grandes bloques económicos y de “globalización forzada”, donde pequeñas unidades productivas aisladas tienen pocas posibilidades de sobrevivir frente a la gran competencia capitalista-neoliberal. De tal manera que debemos constituir organismos de integración local, regional y nacional, e inclusive internacional, entre nosotros y en lo posible con otros grupos afines; organismos que deben garantizar: canalización y suministro de recursos financieros, transferencia de tecnologías adecuadas tanto para la productividad como para la conservación del equilibrio ecosistémico, mercadeo y comercialización, cualificación permanente del recurso humano, y fortalecimiento organizativo-empresarial.

En algunas comunidades afrocolombianas del pacifico, el Chocó, Antioquia, Magdalena Medio, Valle del Cauca, entre otras, desde hace varias décadas atrás se vienen dando iniciativas empresariales de este tipo, pero funcionan bien por unos meses o años y luego entran en crisis insostenible, ya que no resisten la competencia con las grandes empresas nacionales y trasnacionales que han invadido nuestros mercados.

Pero estos fracasos se han debido también, a que los gobiernos no han tenido verdadero interés en promover la reivindicación socioeconómica de nuestras comunidades, y en la mayoría de los casos por salir del paso y quedar bien con la Cooperación Internacional, han ofrecido apoyos deficientes a pequeños proyectos, sin ceñirse a un plan de fomento coherente y sostenible, de largo alcance.

Pero las organizaciones afrocolombianas, sus líderes y lideresas, deben procurar se corrija este comportamiento u orientación, en aras de lograr la conducción de nuestras comunidades hacia su verdadera reivindicación socioeconómica. Que bueno realizar un encuentro nacional para hablar de todo esto.


Fuente: Barómetro Internacional
http://www.barometro-internacional.org/

http://alainet.org/active/27485&lang=es