viernes, 28 de agosto de 2009

China: Las dos caras del gigante asiático


Resulta difícil calibrar la ecuación del Jin-Jan en el caso de China. Por un lado, se trata de la segunda potencia económica más grande de Asia, que ha hecho su revolución industrial en el S. XXI; y por otro, una civilización de tradiciones enraizadas donde la población no tiene derechos, sino deberes. Represión y riqueza son dos palabras que describen la fisonomía del llamado gigante chino.

Pekín se sostiene con un pie en el primer mundo y otro en el tercero. Los enormes rascacielos y las lujosas tiendas de Shanghai no tienen nada que ver con grandes zonas de interior superpobladas donde la gente vive con menos de un dólar al día. Shanghai es el traje de gala del gigante asiático, una ciudad a la par con Londres Nueva York o París, cuyo ingreso es "diez veces superior al promedio de las partes más pobres", según Anda Rothman, analista de una firma de consultores económicos.

Esta dicotomía ha beneficiado a una minoría de la costa este de China donde se asientan los principales núcleos financieros, mientras que la zona de interior, más grande y poblada, no se ha visto apenas alterada en décadas.Pero no sólo las grandes diferencias económicas marcan la doble cara de China.

La cuestión étnica cimienta otro muro de controversias. En este aspecto, el experto Gustavo A. Cardozo, coordinador del programa Asia-Pacífico en el Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), señala a este periódico que en China hay muchas minorías "que no se ven representadas" por la etnia han mayoritaria. En Xinjiang, región autónoma de Pekín donde han tenido lugar las revueltas de Urumqi, viven cien millones de musulmanes, la mayoría suníes, que han visto sus características culturales avasalladas y no han contado con el respaldo del Gobierno.

Este problema no sólo ocurre en Xinjiang sino también en otras nacionalidades de la matriz pekinesa. El profesor y doctor Rafael Bueno, de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que en el embrión del gigante "hay aproximadamente 56 etnias diferentes, pero que la etnia han representa a más del 90% de los 1.300 millones de chinos".

Es inevitable que para llevar a cabo la política del presidente Hu Jintao y desarrollar las zonas más desfavorecidas de China e instalar trenes, aeropuertos, carreteras, escuelas, hospitales, y colegios, se necesite mano de obra, porque son provincias de gran tamaño, algunas el triple del territorio español, y con poca población.

Por tanto, hace falta mano de obra de ciudadanos de otras provincias, y éstos pertenecen en su mayoría a la etnia han. La inmigración forzada produce un desequilibrio de las composiciones étnicas, y el miedo de algunos grupos minoritarios como los iugures a que termine evaporando su cultura. "Es cierto que etnias como la iugur están perdiendo parte de sus costumbres debido a la aplicación de las políticas del Gobierno central", afirma el experto Rafael Bueno.

En teoría, el islam es una de las cinco religiones legalizadas en China. El gobierno local de Xinjiang está barajando la idea de crear un multiculturalismo en la región, tal como señala la periodista Christina Larson. Fuera de Urumqi se ven nuevas señales en la carretera escritas en árabe; pero los iugures se quejan de que sólo sirven de decorado, porque están mal escritas y sin corregir.

Pekín crea fondos especiales para favorecer el desarrollo de Xinjiang, como el de "calle La minoría de Xinjiang", en el centro de Urumqi. Larson afirma que es una especie de centro comercial de "cinco pisos con un exterior de aspecto exótico, con un cartel que anuncia que se construyó en 2002, en beneficio de la población minoritaria de Xinjiang, decorado como Walt Disney podría diseñar Arabia". "Por desgracia", señala la periodista, "el edificio está junto al corazón del barrio iugur de la ciudad, en el que las familias viven en casuchas de barrio, y que necesitarían el dinero que Pekín despilfarró en su centro comercial".

Esto es una muestra de que crecimiento económico y social no vienen parejos. El profesor Bueno señala que en China las libertades económicas llevan produciéndose desde hace "más de 30 años", y han traído algunas mejoras de la calidad de vida. Por ejemplo "introducir el capitalismo en China, implica que la gente pueda tener derecho a la propiedad privada. Antes no existía la propiedad privada, y ahora se reconoce en su Constitución. Algo que va en contra de cualquier estado socialista o comunista".

Parafraseando a Deng Xiaoping, ex presidente chino, : "el comunismo ha cambiado",ahora, "hacerse rico es glorioso". Que el líder de la República china diga eso, es decir, que no ser rico, sino hacerse rico a través del trabajo resulta glorioso produce grandes cambios en la sociedad. Ahora la gente quiere trabajar para "comprarse un coche mejor, una casa más grande, un televisor..., y todo esto afecta a la estructura social del sistema", afirma Bueno.

Sin embargo siguen sin verse mejoras sociales. El politólogo Cardozo dice que "en China la gente no tiene derechos, sino deberes; obligaciones con su Gobierno y nación". Por tanto, ellos no ven ultrajados sus derechos, dado que no saben qué significa tenerlos. Y es que, como dice el profesor Bueno: " China no es un país; es una civilización".

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