lunes, 19 de octubre de 2009

Marruecos: Abd el-Krim, el héroe de la resistencia


Por Rafael de la Morena Santana*, serviex@prensa-latina.cuEsta direcci�n de correo electr�nico est� protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

La Habana (PL).- En los albores del siglo XX, cuando el pueblo de Marruecos estaba sumido en la opresión de dos potencias extranjeras, desde la cima de las montañas surgió el líder que enarboló la bandera de la redención nacional: Abd el-Krim.

Mohamed Abd al-Karim al-Jattabi nació en Axdir, ciudad de la provincia de Alhucemas, Marruecos, en 1882. Hijo de Abd al-Karim al-Jattabi, el orante, cadí miembro del clan de los Ait Jattab, pertenecía a la familia noble de los boudchar, facción de la tribu de los Ait Waryagar o Beni Urriaguel.

Cursó el bachillerato español en Tetuán y Melilla. Estudió derecho islámico en la mezquita Qarawiyyin de Fez, después en la mezquita y universidad del Olivo o Yamaa al-Zaytuna de Túnez.

Más adelante pasó a España, a recibir la licenciatura en Derecho Civil en la Universidad de Salamanca.

Al terminar la carrera de abogado, pasó a trabajar en la administración colonial española, que ocupaba dos ciudades en enclaves de la porción norte del país, como traductor y escribiente de árabe de la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas en Melilla.

Allí también escribía para el periódico El Telegrama del Rif, donde disponía de un espacio fijo diario, en el redactaba artículos en árabe para resaltar historia, costumbres y virtudes de su patria y hermanos.

Marruecos era ambicionado por las potencias europeas debido a sus recursos, su mercado y la posición geográfica, ya que controlaba el estrecho de Gibraltar al sur, y los colonialistas querían dominar de manera absoluta esta estratégica vía que une el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. Por eso desde 1906, con la Conferencia de Algeciras, en España, comienzan a maniobrar para conquistar el país.

El joven manifestó su oposición a la intromisión de franceses y españoles en los asuntos marroquíes, y su evidente avance hacia las tierras del interior. Era ya cadí entre los suyos, es decir, maestro en leyes y miembro de un tribunal islámico, y su voz comenzaba a escucharse.

Con apenas 32 años de edad fue nombrado qüd" al-qudut, jefe de los cadíes.

Los franceses lo catalogaron de enemigo y peligroso cabecilla indígena. En 1915, aprovechando el contexto de la I Guerra Mundial, lo acusaron de colaborar con los alemanes; enjuiciado, fue absuelto, sin embargo, el Alto Comisario le mantuvo prisionero en el fuerte de Rostrogordo.

Liberado al año siguiente, convencido de que el único camino para terminar con el despotismo europeo era la lucha armada, se retiró a su kábila del Rif, de los Beni Urriaguel, y durante cinco años preparó el enfrentamiento contra el invasor.

Hacia 1921, líder del movimiento anticolonial de Marruecos, llamó a la sublevación general desde el Rif, terruño natal y feudo de su tribu Beni Urriaguel, región formada por la cadena montañosa del noreste del país, que se extiende a lo largo de la costa, entre la ciudad de Tánger y la frontera con Argelia, y al sur se conecta con la cordillera del Atlas.

Tiene abruptos acantilados, con una altura media entre los 915 y los dos mil 135 metros, y varios picos que superan los dos mil 440 metros, con los dos mil 452 metros del monte Tidighine como punto culminante.

Desde sus bases en este agreste territorio, que constituye una fortaleza natural, Abd el-Krim comenzó operaciones militares, que abarcaron buena parte del protectorado español en su patria; las fuerzas rifeñas fueron tomando posiciones ventajosas debido al conocimiento del terreno, y luego de batir y hacer retroceder a varias columnas enemigas, y tomar por asalto los fuertes de Abarrán e Igueriben, desafiaron a la poderosa concentración hispana en Annual.

El 22 de julio de 1921 se inició la batalla por esta estratégica localidad; los 18 mil guerreros de Abd el-Krim infligieron una histórica derrota al ejército español, lo obligaron a abandonar el campamento y emprender la retirada, lo persiguieron y le causaron 15 mil muertos, incluido el jefe hispano, general Manuel Fernández Silvestre.

Este desastre, unido al de Monte Arruit el 9 de agosto, llevó las avanzadas islámicas hasta las puertas de Melilla, capital colonial ibérica, y dejó centenares de prisioneros y un inmenso botín en armas y municiones en poder de las legiones rifeñas.

Abd el-Krim recibió en Axdir, convertida en la capital de la República Independiente del Rif, la baya con la que antaño los sultanes de Marruecos se reconocían como soberanos. Este documento describe al líder como "el hombre que ha venido a realizar dos objetivos: Imponer la Ley Islámica y llevar a cabo una Jijad, guerra santa contra los cristianos, ambos objetivos son inseparables".

El gobierno de Abd el-Krim instauró una administración moderna. Nombró en cada kábila un caíd que lo representase, aseguró la paz y la unidad entre las tribus, reformó el sistema de justicia, favoreció el comercio y la cultura e intentó modernizar el equipo de los combatientes islámicos, para preparar la liberación del Marruecos francés.

Abd el-Krim atacó a los galos; su vanguardia llegó hasta Fez, Francia y España coordinaron sus operaciones, y el 8 de septiembre de 1925 se produce el desembarco colonialista de Alhucemas.

La contraofensiva, bajo el mando del mariscal Henri Pétain y el general Miguel Primo de Rivera, fue combatida por los guerreros islámicos y su irreductible caudillo, pero el abrumador poderío bélico europeo se impuso a la República del Rif en 1926.

A pesar de la derrota, el líder rifeño manifestó intransigencia a sus captores franceses: nunca aceptaría el dominio extranjero. Las autoridades coloniales lo deportaron a la isla Reunión, posesión francesa en el océano Indico, a miles de millas de su patria.

Tras 20 años de exilio, en 1947, el gobierno francés intentó trasladarlo a la metrópoli, y Abd el-Krim escapó en la escala de la ciudad egipcia de Port Saíd. A partir de entonces, se puso al frente de la lucha contra la ocupación europea, en su calidad de presidente del Comité para la Liberación del África del Norte, organización que tuvo influencia en el logro de la independencia de Marruecos y Túnez en 1956.

El rey de su nación, Mohamed V, le concedió honores extraordinarios, sin embargo, el líder declinó regresar y permaneció en Egipto, en apoyo al movimiento nacionalista de Gamal Abdel Nasser. Allí mantuvo su militancia anticolonial hasta ver la emancipación completa del Magreb, tras la independencia de Argelia en 1962. Murió en El Cairo, en 1963.

*Colaborador de Prensa Latina.

arb/rms

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