lunes, 19 de octubre de 2009

Otra falsa solución: los agrocombustibles


Minga Global por la Madre Tierra. 12 al 16 de octubre

El valle del Cauca en Colombia sufre graves impactos por el cultivo de caña de azúcar para la producción de etanol. Tribunal Internacional de Justicia Climática analiza el caso.

Los países industrializados, para evadir sus responsabilidades como los mayores emisores de gases de efecto invernadero, promueven falsas soluciones para el calentamiento global, entre ellas la promoción de agrocombustibles. Esto ocurre en el valle del Cauca, en Colombia. El caso ha sido presentado por un grupo de ciudadanos de ese país al Tribunal Internacional de Justicia Climática, que tendrá su Primera Audiencia en Cochabamba, Bolivia, los días 13 y 14 de octubre, en el marco de la Minga Global por la Madre Tierra. Veamos:

El modelo de agricultura industrial bajo el que se promueve el cultivo de la caña de azúcar para etanol agudiza los impactos ambientales y sociales negativos, incrementando la crisis climática y sin solucionar la crisis energética, porque implica mayor uso de agroquímicos, tecnología que reemplaza mano de obra, derroche de agua y afectación de ecosistemas estratégicos.

Todo esto echa por tierra los argumentos que impulsaron desde el 2005 la producción dual de azúcar y etanol a partir de la caña de azúcar como un prometedor proveedor de energía. En Colombia, cinco ingenios destilan etanol en el valle del río Cauca y Risaralda, atendiendo el cien por ciento de la demanda de etanol que se mezcla con la gasolina, en cumplimiento de la Ley 693 del 2001, que obliga a combinar 10% de alcohol y 90% de gasolina en los lugares con población mayor a los 500 mil habitantes.

Las leyes conceden además subsidios, exoneraciones tributarias y préstamos que han extendido la producción de agrocombustibles en dicho país, presentándola como una alternativa energética al agotamiento del petróleo. Se argumenta que el etanol es amigable con el medio ambiente al no producir en su combustión gases de efecto invernadero y, por tanto, estos cultivos contribuyen a mitigar el cambio climático. Asimismo, que son una fuente generadora de empleo.

Pero esta industria no solo provoca los impactos ambientales señalados, sino también impactos sociales: criminalización de la protesta, desplazamiento de comunidades y enfermedades asociadas a la quema y el uso de agroquímicos.

Pérdida de ecosistemas

El valle del río Cauca, donde se promueve a ultranza la caña de azúcar para etanol, es la región más rica en cuencas hidrográficas de Colombia. Cuenta con el segundo río principal del país por su biodiversidad. Todo este potencial hídrico y ecosistémico va progresivamente en detrimento por la explotación agrícola. De las 48 cuencas hidrográficas del valle, 32 son afectadas por estos cultivos.

Los impactos se sienten en la contaminación del agua por el uso de agroquímicos y la afectación de los humedales por expansión de la frontera agrícola y desecación. Esto último provoca la pérdida de la biodiversidad. Los ecosistemas se han perdido en 88% (15,286 hectáreas) entre los años 1950 y 1980, a causa del drenaje para la utilización del espacio por los monocultivos.

Lo cierto es que las transnacionales agrícolas, biotecnológicas, petroleras y automotrices controlan el proceso de producción de los agrocombustibles, desde la semilla hasta la comercialización, gracias a alianzas con los gobiernos y las clases terratenientes de los países donde, históricamente, las comunidades son obligadas al éxodo de sus territorios.

Los agrocombustibles constituyen así una grave amenaza a los derechos territoriales, comprometen la soberanía alimentaria y afectan la sobrevivencia de las comunidades indígenas y afrodescendientes que son desplazadas para imponer la caña de azúcar en el valle del Cauca.

Perpetuando el modelo

La promoción de agrocombustibles, en la práctica, mantiene la colonialidad del poder en las zonas llamadas periféricas, reafirmando la dependencia y perpetuando la explotación capitalista de la naturaleza.

En el valle del Cauca, los trabajadores de la caña de azúcar son sometidos a un régimen de esclavitud. Son contratados indirectamente a través de cooperativas de trabajo asociado y en su búsqueda de mínimos derechos laborales, son víctimas de criminalización de la protesta: por un paro realizado el año pasado, cuatro de ellos están siendo procesados judicialmente.

En resumen, la producción de agrocombustibles en el valle del Cauca vulnera los derechos humanos, sociales, laborales, culturales y ambientales de las comunidades campesinas y afrodescendientes y de los trabajadores "corteros de caña".

Los demandantes exigen el cese definitivo de la implementación de falsas soluciones al cambio climático, como los agrocombustibles; la devolución inmediata del territorio a las comunidades desplazadas; cumplir con la consulta y consentimiento previo, libre e informado establecidos en el Convenio 169 de la OIT; proteger los cultivos alimenticios; respeto a los derechos laborales de los "corteros de caña" y respeto a las cuencas hidrográficas y ecosistemas del valle del Cauca.




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