miércoles, 29 de abril de 2009

¿Cuánto vale la vida de una mujer?

Por Gloria Arenas Agis

Una noche, hace más de veinticinco años, la pequeña comunidad nahua de Tepetixtla, enclavada en la Sierra de Zongolica, se encontraba reunida con el objetivo de llegar a un arreglo entre la familia de una adolescente que había sido violada y la familia del joven violador.

La muchacha había ido al arroyo por agua y regresaba con dos cubetas de plástico llenas cuando el agresor la arrastró al monte, las cubetas quedaron rotas en la vereda. A pregunta expresa, la familia de la víctima pidió que se repusiera el daño causado con dos cubetas nuevas. La familia del violador convino en esto y el asunto quedó solucionado. La asamblea terminó y la gente comenzó a dispersarse.

Quedé inmóvil, como la piedra que me servía de asiento. Pensé que tal vez mi forma occidental de razonar no lograba desentrañar la complejidad de lo que acababa de presenciar, que era una joven inexperta que no alcanzaba a entender otras culturas, pero nada de esto logró mitigar el impacto que sentía. Dos cubetas de plástico nuevas para reponer las que se habían roto era justo ¿y para reponer la integridad destrozada de la muchacha? Nada ¿Cuánto valía ella?

Con el transcurso de los años he llegado a la conclusión de que en el fondo del asunto no yacía una forma cultural diferente, ni los “usos y costumbres indígenas” respecto a la mujer. No se trataba tampoco de un hecho aislado o que raramente sucede, sino de algo que se repite constantemente, en todos los lugares, en distintas culturas, en diversos sectores, aunque revestido de diferentes maneras.

El poco valor que nuestra sociedad da a las mujeres tiene varios nombres, se llama patriarcado, se llama discriminación, se llama violencia contra la mujer, se llama machismo.

En Ciudad Juárez, Chihuahua -y en todo el país- cientos de niñas, adolescentes y jóvenes son violadas y asesinadas. Sus cuerpos muestran la salvaje brutalidad con la que se les ataca. Muchas otras están desaparecidas. Cientos y cientos de ellas, hasta acumular miles de casos mientras las autoridades -hombres y mujeres- encargadas de protegerlas se preocupan más por ocultar estos crímenes y por hacerlos pasar como una situación “normal”, que por investigarlos y evitarlos.1

Que gobernantes y funcionarios de todos los niveles actúen así se explica porque corresponden a un estado capitalista y patriarcal cuyos intereses hegemónicos están por encima de todo. Calderón mismo dictaminó, antes que nadie, que la causa de la muerte de Ernestina Ascencio, también indígena nahua de la Sierra de Zongolica, no fue la violación a manos de militares, como ella alcanzó a decir, sino una gastritis mal atendida. La Suprema Corte de Justicia no encontró que a Lydia Cacho se le hayan violado sus derechos gravemente.2

Estos mismos magistrados, en un asombroso acto de malabarismo, reconocieron graves violaciones en la represión contra San Salvador Atenco, pero al mismo tiempo eximieron de responsabilidad penal a los culpables.3 Las personas y organizaciones que exigen justicia para las mujeres violadas por militares en Saltillo y en Guerrero son perseguidas y amenazadas.4 Tampoco son una sorpresa las posturas discriminatorias y misóginas de la derecha: pretender convertir la capacidad de concebir y ser madre de la mujer en una obligación cuyo incumplimiento sea penalizado, sólo por dar un ejemplo. Pero ¿Hasta dónde el movimiento popular, la izquierda, con posiciones políticas y sociales más progresivas, refleja el mismo machismo, el mismo desprecio?

Macella (Sali) Grace Eiler tenía diecinueve años5 cuando llegó a nuestro país en 2007procedente de Estados Unidos, atraída por la resonancia internacional que para entonces ya tenía la insurreción popular de Oaxaca. Solidaria participó en el movimiento oaxaqueño, conoció organizaciones y personas. Impartió talleres para niños en comunidades indígenas.Su padre y su madre vinieron a visitarla. Regresaron con la impresión de que México estaba operando de tal manera en su hija que ella estaba creciendo como ser humano.

El 14 de septiembre de 2008, cuando le faltaban dos semanas para cumplir veintiún años de edad fue asesinada, su cadáver fue encontrado en San José del Pacífico, desnudo, con cuatro machetazos, signos de violencia en el cuello, sin ojos, sin cabello, la cara parecía haber sido desprendida o quemada totalmente.

El número de asesinatos contra indígenas, maestros y luchadores sociales cometidos por caciques, paramilitares y policías bajo el gobierno de Ulises Ruíz es elevado,6 por eso, la suposición lógica fue que se trataba de un asesinato político. Pero quienes la conocían en el CIPO de Oaxaca, y un grupo de artesanos instalados en las inmediaciones del Auditorio Che en la Ciudad de México, no se conformaron ni con la versión oficial, ni con suposiciones e iniciaron una eficiente investigación que culminó con la detención del asesino en el Okupa Che y su entrega a las policías del DF y Oaxaqueña.

Lo que sucedió después es el amargo corolario de una historia de terror. La Procuraduría de Justicia de Oaxaca en un intento de ocultar su incapacidad y falta de interés en investigar el caso dijo que ya estaban sobre la pista del asesino y que de cualquier manera lo habrían detenido. Sali, victimada, no podía contar lo que sucedió, pero había muchas pruebas e indicios que hablaban por ella, sin embargo ni autoridades ni medios de comunicación recogieron los testimonios de varias personas que habían aportado la información que permitió la captura del asesino, ni realizaron una indagación profesional.

“El Imparcial” de Oaxaca difundió una visión totalmente inventada sobre lo acontecido. Que ella era novia del asesino, que habían consumido drogas y que riñeron. La autopsia practicada al cadáver es muy deficiente. No especifica si fue violada o no, una omisión imperdonable pues todo indica que la violación fue el móvil del agresor. No explica la causa por la que el rostro estaba negro o había sido desprendido. No se practicaron exámenes toxicológicos. Tiempo después se dijo que se practicaron unos exámenes y que éstos arrojaban que había consumido drogas, pero su credibilidad es muy cuestionable porque no fueron realizados en oportunidad y más bien parece que se quiere confirmar con ellos la versión inventada y la del asesino.

Aunque la autopsia tiene varios vacíos e incongruencias el gobierno estadounidense, representado por sus diplomáticos en México, no exigió una segunda autopsia, ni mostró interés real en una investigación exhaustiva. Lo que hizo fue recomendar la incineración del cuerpo antes de que éste fuera llevado a Estados Unidos. John Gibler, escritor y periodista que ha escrito sobre diversos problemas sociales y reseñado algunos movimientos en nuestro país, se trasladó a San José del Pacífico, vió el lugar donde fue hallado el cuerpo de Saly. Entrevistó y recabó diversos testimonios, entre ellos, el de las personas que estaban con ella esa noche cuando el asesino se acercó y le ofreció llevarla a la casa de la persona que ella buscaba. La información que recogió demuestra que el asesino y Sali no eran novios y que ni siquiera se conocían, que tampoco era adicta a drogas, ni al alcohol.

Pregunté a John si su minuciosa investigación periodística había sido publicada y quedé impactada con su respuesta. No había sido pubicada porque la revista estadounidense de izquierda que se había interesado en el caso, al ver que el móvil del asesino no había sido político sino muy probablemente la violación dijo que no la publicarían. Dieron una razón: “No se trataba de un asesinato político”. En otras palabras, la verdad sobre Sali y su muerte no merecía ser divulgada, se trataba de un feminicidio más que no era de su interés.

John me platicó también que las personas que le dieron su testimonio en San José del Pacífico le dijeron que nadie había ido a preguntarles nada, ni policías, ni medios de comunicación. Lo que significaba que las versiones difundidas caracían de una indagación mínima que la sustentara y otras se basaban en lo dicho por el victimario. Él estaba sorprendido de encontrar tal indiferencia de autoridades y medios de comunicación en el país que ha logrado que la palabra feminicidio se retomara internacionalmente.

¿Cuánto valía la vida de Sali para el gobierno de Estados Unidos? ¿Cuánto valía para la revista estadunidense de izquierda que perdió interés en el caso, “porque no era político”. ¿Cuánto valía para las autoridades oaxaqueñas? ¿Cuánto valía para los medios de comunicación que propagaron versiones falsas que culpabilizaban a Sali de su asesinato?

El 2 de noviembre de 2008, en el área metropolitana de la Ciudad de México, Libertad y el Mapache que habían sido pareja, riñeron en el interior del automóvil que ella iba conduciendo. Él empezó a golpearla, el coche se detuvo y gente que estaba en ese lugar intervino sacándolo a él del vehículo. Ella siguió conduciendo hasta su departamento. Después llegó él, entró y empezó a golpearla en el cuerpo y en la cabeza. Ella perdió el conocimiento, pero los vecinos se dieron cuenta de lo que sucedía y evitaron que la golpiza continuara. Fue llevada al hospital donde le diagnosticaron edema cerebral y contusiones diversas. Este es un caso de violencia contra la mujer entre los millones que se dan en nuestro país.7

Ante la indiferencia social general y de las autoridades en particular. Es común que en estas situaciones se abandone a la mujer a su suerte aduciendo que es asunto particular o familiar, como si la violencia hacia la mujer y la violencia intrafamiliar no fueran un problema social. Pero en esta ocasión lo acontencido no pasó desapercibido para el entorno cercano a ellos: el movimiento en el que ambos participan y ambos son conocidos.

El hecho puso a discusión el tema de la violencia hacia la mujer e intrafamiliar como manifestaciones de poder patriarcal –que no es exclusivo de los hombres-. Dondequiera que se iba teniendo noticias del caso surgía la pregunta ¿qué hacer? Las reacciones fueron muy diferentes, un colectivo expulsó de un evento al golpeador. Otro colectivo amenazó a Libertad de que si ella hacía algo, iban a decir que ella no era compañera del movimiento social –como si eso le diera derecho a él de golpearla-. La generalidad reprueba la violencia empleada por el Mapache y algunos incluso se lo han expresado directamente a él. Éste difundió una carta en la que niega ser un golpeador y se declara incomprendido.

Hay quienes opinan que él es un compañero y hay que escucharlo –como si lo que él pudiera decir, justificara la golpiza que propinó a la compañera-. Y hay quienes se pronuncian por generar, a partir del hecho, una corriente de opinión de reprobación de la violencia hacia la mujer. Otras y otros opinan que es mejor callar y dejar las cosas como están para no crearse problemas.

Si bien hay una postura mayoritaria de rechazo a la violencia y al machismo manifestados, ésta no se ha visto reflejada en la práctica en la misma magnitud. El caso dejó ver que existe más desconcierto que claridad ante qué hacer. Dejó ver que existen posiciones disímbolas. Sobre todo, dejó ver que no hemos podido generalizar en la izquierda –entre hombres y mujeres- un pensamiento antipatriarcal, una corriente de opinión extensa de rechazo a las prácticas de violencia contra la mujer, vengan de quien vengan. Y vuelve a plantear la necesidad de profundizar la reflexión sobre el tema.

¿Es que el cálculo político prevalece sobre la integridad de una mujer? ¿Cuál es la importancia que damos a combatir el patriarcado? ¿Qué tanta importancia da la izquierda a la lucha contra la violencia hacia la mujer? ¿Consideramos parte del movimiento popular a los grupos no gubernamentales que atienden a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia, de explotación sexual y de pederastia; a quienes luchan por poner un alto a los feminicidios y desapariciones no políticas? ¿Qué grado de contradicción existe en la izquierda entre nuestras –en mujeres y hombres- convicciones feministas y antipatriarcales y nuestra práctica –política y privada- cotidiana?

El recuerdo de aquella reunión en Tepetixtla de hace más de 25 años llega una vez más a mi mente. Obviamente en la capital del país y en el siglo XXI existen personas para quienes la vida de una mujer no vale ni siquiera dos cubetas de plástico. ¿Cuántas historias como ésta se repiten en todos los ámbitos sin importar cultura, clase social o ideología?

En el movimiento popular hay ejemplos de colectividades que han encontrado cómo realizar esfuerzos prácticos en pro de la equidad entre géneros. Recuerdo haber leído en el Encuentro de Mujeres Zapatistas y los Pueblos del Mundo: Comandanta Ramona realizado en Chiapas a fines de 2007, a una pregunta realizada por una de las presentes sobre qué hacían las Zapatistas cuando un hombre maltrataba a su mujer, las expositoras contestaron que el grupo de mujeres de la comunidad iba a su casa y hablaba con él.8

En Apizaco, Tlaxcala el Colectivo Apizaco de Trabajadoras Sexuales sostiene que venden placer, no su cuerpo, su cuerpo es de ellas, rechazan a los padrotes igual que a la extorsión policíaca y a los planes de gobierno de la Ciudad de ponerlas al servicio de inversionistas que pretenden explotar su trabajo. Han logrado protegerse, cuidarse y solidarizarse unas con otras en vez de competir entre ellas. De estos esfuerzos y otros más, podríamos aprender9. Sin embargo el patriarcado está tan compenetrado en todos los ámbitos de nuestra sociedad que el movimiento popular no es la excepción.

La lucha que se da para combatirlo aún no es lo suficientemente extensa y profunda como para reflejar un cambio sustancial y distamos mucho de poder decir que vamos ganando la partida en la creación de un mundo en el que mujeres y hombres nos relacionemos sin desprecio ni discriminación, sin dominación ni violencia. Necesitamos conocer más historias de personas y colectividades que llevan a la práctica esfuerzos de combate a la violencia contra la mujer, esfuerzos liberadores del machismo y del dominio patriarcal.

La igualdad de género no es algo que se de por añadidura en la práctica de los movimientos de izquierda, ni se dará en automático en un sistema no capitalista. Es algo que tenemos –hombres y mujeres- que construir desde ahora. No hay congruencia si afirmamos que queremos una sociedad sin discriminación ni machismo en el futuro, pero al mismo tiempo no hacemos nada para construirla desde abajo.


Fuente: Mujeres y la Sexta

1Para más información buscar en la página web de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa A.C.
http://www.mujeresdejuarez.org/

Maternidad lésbica: ¿Para qué?

Por Patricia Karina Vergara Sánchez

“Mi cuerpo es mío… para abortar… para parir”. Era una frase de las Madres Lesbianas Feministas Autónomas en Argentina, que reivindicaban la maternidad lésbica como un ejercicio de apropiación del cuerpo y de los deseos lésbicos. Coincido: nuestro cuerpo, nuestra elección. Una maternidad ejercida no desde la inmanencia, no desde la obligación cultural, no desde la demanda biológica. Una maternidad deliberada, buscada y conseguida, ejercicio de libertad y amor hacia una misma, hacia la nueva o el nuevo ser convocada, como se convoca una maravilla.

Sin embargo, esta libertad idealizada líneas arriba, se torna una falacia cuando se mira en el entorno que el realizarla es mucho más que complejo. La posibilidad de la inseminación y otras formas de reproducción asistida son una fantasía para muchas. Como la mayoría de los aportes científicos a la humanidad, fue apropiada por la tiránica ley del mercado. Así, en América Latina, la lesbiana que tiene recursos, muchos recursos económicos, puede pagar y ejercer su derecho a la maternidad. Para las que no tenemos esos mismos recursos, se suma a la lista de libertades inalcanzables. La cuestión de clase, una vez más nos divide.

La legislación en contra de la discriminación y por el acceso a igualdad de oportunidades, que permitiría en América a lesbianas y mujeres solteras este servicio en forma pública y gratuita, es un clamor que apenas se levanta y que llevará muchas batallas hacer realidad.

Esta falta de acceso es una condena que pone en peligro a quienes buscan la maternidad lésbica pues si bien existen hombres donadores. Amigos, hermanos, conocidos, existe el riesgo de que posteriormente busquen imponer condiciones económicas, emocionales, físicas e incluso sexuales. Diversos tipos de chantajes a cambio del semen otorgado. La “caza” del semen que por desgracia todavía se practica, teniendo encuentros sexuales no protegidos, en busca de un embarazo, es una ruleta rusa que puede implicar Infecciones de Transmisión Sexual e incluso la muerte, y queda por discutir el sometimiento del ejercicio de la sexualidad como una capitulación en pro de la reproducción.

El poder de la ciencia al alcance de unas cuantas no es un accidente económico, es una realidad que implica responsabilidad. El hecho de que unas tengan acceso al privilegio y lo ejerzan sin antes exigir que la opción sea para todas las que lo deseen, es ya ser parte de la construcción opresora.

Aún más, hay mucho que trabajar en torno pues, incluso, las del privilegio económico llegan a ser maltratadas en los consultorios por especialistas que discriminan, que cuestionan, juzgan moralmente y llegan a negar el servicio.

Un segundo rango de la opresión por medio de la inseminación y otros métodos de reproducción asistida es la perpetuación de la discriminación racial. No más niños nuestros de grandes ojos negros y piel morena. Veo hoy, a lesbianas en mi país frecuentemente abriendo sus cuerpos al semen anglosajón. Lesbianas latinas pariendo niños rubios. Quien paga manda y ellas compran el que sus hijes han de responder a la idea de lo estético mediático impuesto.
He escuchado un comentario: “Ya sé que yo soy morena, pero quería que fuera como mi abuelo, que era alemán, para que fuera más aceptado”. Otro: “Pues sí, compramos semen de un ruso, pero no es por el color de la piel, es sólo para que no sea tan bajito, sólo una ayuda a los genes”. Pareciera que lo importante, desde algunas que hablan de la “diversidad” es ser lo más “iguales” al molde del poder.

La lucha por obtener la adopción, es un tema que dejaré para luego por las aristas que implica el maltrato y las presiones hacia las madres adoptivas y también hacia las madres gestantes que entregan, convencidas o no, a unes hijes que podrán ser adoptades, en selecciones vergonzosas que sólo consideran como adoptantes a los favorecidos específicamente por la lógica en turno, en el caso de México: católica retrógrada y clasista.

Más allá de la forma en que engendramos a nuestros hijos, habría que preguntarse, también, esta maternidad para qué. Qué tan distinta podría ser la nuestra a una maternidad heterosexual, si seremos constreñidas por la misma realidad que dicta sobre todas las mujeres que eligen ser madres y las que no eligen la maternidad, pero se someten a ella. Realidad de menor índice de acceso laboral y salarial a nuestro género, en donde existen guarderías insuficientes, falta de apoyos para madres heterosexuales o no, en pareja o no, en todas sus formas. Falta de redes de apoyo y lógica de competencia entre mujeres.
Además, calles llenas de escaleras, hoyos e impedimentos para circular con embarazos avanzados, con niños o niñas en brazos o con carreolas, pasando por un entorno de inseguridad para los niños, acosos físicos, ideológicos y sexuales a nuestres adolescentes, horarios laborales inflexibles, hasta llegar a la injusta distribución de la riqueza que implica desigualdad y violencia en salud, educación y de calidad de vida para nosotras y para les nuestres.

Sumado a lo anterior, la maternidad lésbica se enfrenta a cuestionamientos, burlas, censura, atropellos, desprotección total a las madres por opción, agresiones, padres biológicos que pelean custodias, jueces que discriminan y señalan, vecinos, maestros de los hijos…hay innumerables casos, que es preciso no perder de vista, pues implican formas de violencia extras que se imponen a nuestra realidad.

En esta cuestión de lo visible, hoy existen lesbianas con innumerables blogs en el ciberespacio hablando de ese ejercicio de la maternidad, quienes cumplen una parte de esta función que puede mantener atenta la mirada. Aunque, por supuesto se trata de quienes tienen el acceso a las tecnologías de la información, de quienes, aún cuando se quejan de gastos y presiones económicas pueden publicar, tomadas con su cámara digital, fotografías de hermosas habitaciones decoradas en rosa y llenas de juguetes, la ropa de bebé en su espera de maternidad o el primer puchero, con muy escasa reflexión política.
Sin embargo, hay otras formas de ser lesbianas y ser madres, que pasan a la inexistencia opacadas ¿negadas, desconocidas? por la lógica L World, como la de la mujer que es obrera y tiene salario mínimo, o la que trabaja en la recolección de la basura, o la que sólo tiene educación primaria, que parecieran maternidades no tan glamorosas, que no siempre tienen medios a su alcance para mostrarse, para encontrarse y por tanto no son nombradas.

Hay un común en las palabras de quienes sí son visibles. Madres lesbianas, las de los libros, las revistas y los blogs quienes cuentan de la dificultad para salir del closet con familias, de la educación de les niñes, de cómo conciliar con familias heterosexuales, de la pareja y el lugar en donde viven: la “aceptación social” como demanda principal.

¿Es así la maternidad lésbica? ha de tratarse de mamá y mamá, criando niñes y repitiendo el viejo y agotado modelo heterosexual, en busca de la aceptación social, de la normalización.
Esgrimir cifras en donde se expone que los hijos y las hijas de lesbianas pueden ser heterosexuales, según el estudio tal; que pueden ser eficientes en la escuela, que socializaran normalmente, que no serán tan diferentes:
¿
Y qué, si no son heterosexuales; y qué, si son diferentes? ¿No es una trampa de hegemonización más?

Dar nietos, sobrinos, ahijados, Demostrar que no somos tan distintas, “familias como otras, familias modelo” Habría que preguntarse qué tanto responde este discurso a la mirada y aceptación de los otros. Cabría preguntarnos, en estas condiciones, ser madres, una y otra vez: por qué, para qué.

Hasta la propia palabra “familia” resultante del latín famulus: sirvientes, esclavos, patrimonio del amo, me causa conflictos. La familia, tal como la concibe el patriarcado, es indispensable como lugar de reproducción de las formas e ideologías en donde unos imponen sobre otras y éstas sobre los más pequeños; y se nos hace creer a todes que la imposición es la única forma posible de organización: en lo privado y en lo colectivo.

Así mismo, es el lugar en donde las mujeres con el trabajo doméstico no asalariado y las dobles jornadas, sostienen las economías del capitalismo; donde a los hombres se les ata en la venta de su fuerza de trabajo en el campo o en la ciudad; donde a les niñes se les prepara para ingresar a los mercados laborales.

Y entonces miro a mi alrededor a lesbianas valiosas afanadas en movimientos que buscan desesperadamente “derechos” que incluyan a nuestras “familias” en el discurso de la democracia neoliberal, que agotan sus energías y capacidades solicitando que nos reconozcan como parte del sistema opresor, olvidándose de cuestionar, justamente, el mismo sistema opresor.

Estos gastos de energía y trabajo, llevan a la consecución de un puesto político para alguien, a enfocarse en cumplir metas de instituciones gubernamentales con agendas que no siempre responden a nuestra realidad, o a logros civiles rasurados y Light, en el ejemplo de México, D.F., la Ley de Sociedad de Convivencia, que curiosamente, después de la batalla dada por participantes de las más diversas clases, sólo tiene sentido para quienes tienen privilegios económicos. ¿Es, de verdad el Estado neoliberal, ahora en nuestro país de extrema derecha, el interlocutor con quien tendríamos que negociar? Parece muy conveniente a este sistema tenernos ocupadas en luchas atomizadas, con estos logros a cuenta gotas.

Hace unos años las madres Lesbianas Feministas Autónomas de Argentina, escribían: “Hoy por hoy lo importante en todo caso sería tener bienes para dejar a nuestra compañera, antes que el derecho a herencia, tener trabajo para anotar a nuestra pareja en la obra social, poder darles una educación a nuestros/as hijos/as para preocuparnos cómo va a figurar nuestra pareja en la escuela. Si bien los derechos civiles facilitarían algunas cosas, lo importante es el cambio cultural y social…”

Entonces, podemos comenzar a preguntarnos, qué tanto la maternidad lésbica se está acercando a significar formas de comercialización respecto a nuestros cuerpos, de consumo, de restricción de libertades, racismo, discriminación, reproducción y sujeción a roles, de clientelismo político en fin, muchos rostros de la misma opresión.

Yo no quiero ser madre lesbiana en este marco, ni dentro de los moldes de la maternidad impuesta. Ni siquiera ser madre buena, ni abnegada, ni hacer o dejar de hacer únicamente en el nombre y bienestar de les hijes. Sara García en las películas del cine mexicano de hace décadas ya lloró mucho la abnegación de las “cabecitas blancas”. No quiero una maternidad que signifique renuncias. De otra forma, de otro modo tendría que poder ser una maternidad lésbica.

¿Entonces, la maternidad lésbica puede ser gozosa, reivindicativa, deconstructora, propositiva, contestataria, incluso?

Y, si nos permitiéramos soñar e imagináramos, entonces, que otras técnicas, modos y construcciones pudieran haber, por ejemplo maternidades subversivas:

Recuperando la inseminación artesanal que practicaban lesbianas en los 60s y 70s, y algunas, por lo que sé, en Europa lo hacen todavía. Apelando a inseminaciones gratuitas o de bajo costo de organizaciones médicas solidarias. Llamando también a solidarios hombres de activismo y movimientos sociales que donaran, sin vínculo ni compromiso posterior, su semen para apoyar nuestro acceso a la libre maternidad.

Es decir, arrebatarle nuestra maternidad a la tiranía del mercado de la ciencia, al sistema de capitales que nos impiden decidir sobre nuestra posibilidad de concebir, de disponer sobre nuestros cuerpos. Libertad lésbica para engendrar, tan importante como el acceso al aborto lo es para las heterosexuales.

Y, una vez teniendo la posibilidad real de ejercer la maternidad a nuestro alcance, sin la trampa de la fantasía del “algún día” condicionado por las legislaciones, lo económico y las presiones sociales, entonces: Poder decir: Sí, o poder decir: No a la maternidad. En un acto de decisión, de verdadera elección sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas.

Más allá del mero acto de concepción: Negarnos a establecer copias de la organización clásica heterosexual y jugar a la normalización “familiar” en donde se perpetúa y se prepara para insertar a nuestres hijes en la lógica de las jerarquías, la economía del consumo y la dominación de unes y otres.

Por ejemplo, preguntarnos si gestación y crianza tiene que estar obligatoriamente encadenadas. O, si pueden ser acuerdos distintos entre dos o varias mujeres. Por ejemplo, crear redes de apoyo, cuidados y compañía en donde madres gestantes y no gestantes, jóvenes, bebés, niñes y mayores construyésemos otras formas organizativas, colectivas. Responsabilizarnos hasta del agua y la tierra, en una visión comprometida de lo que hacemos y enseñamos. Hablar de empatía a les niñes que criamos, hacerles sentir, comprender y considerar las necesidades específicas de quien se encuentra a su lado, humane, animal o planta.

Cuando no somos, ni vivimos, ni producimos, ni actuamos, ni pensamos bajo los roles de hombres y mujeres al servicio de la forma de vida antisolidaria y neoliberal, amenazamos en los hechos el sistema de producción. Además, con el peligro secundario de que pudiese cundir el ejemplo y que hombres y mujeres en general comiencen a preguntarse sobre estos roles y plantear otras formas de organizarse, no más familias tradicionales; organizarnos para la atención de niños y enfermos; organizaciones comunales, educativas, de producción, de explotación de recursos naturales, incluso otras formas del trabajo. Formas, propuestas, colectivas, horizontales no impositivas.

Las herramientas existen: el feminismo, las propuestas libertarias, rebeldes, contestatarias, las posturas críticas en general. Hasta podemos soñar un mundo de justicia social, económica y política, de salud, de equidad, de derecho al placer y de amor.
Sobre todas la cosas, apostemos por revivir la cualidad revolucionaria lésbica de la disidencia. Si Disentimos de la heterosexualidad obligada, de la monogamia impuesta, de los roles de género asignados, disintamos entonces, si la elegimos, de la maternidad tradicional. La propuesta va entonces porque politicemos esta maternidad, apropiarla: Voluntaria y transgresora.

¿Le entramos a dialogar?

pakave@hotmail.com

Fuentes: http://www.geocities.com/rima_web/madrelesb.html

www.culturalesbiana.blogsome.com



http://alainet.org/active/29342

Feminismo significa respeto y libertad para las mujeres

Por Nancy Betán Santana

Los fundamentalismos, que cuestionan no solo los derechos humanos, sino la vida de la población femenina, son el tema que se abordará a partir de hoy en el 11 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en la Ciudad de México.

Desde 1981, mujeres latinoamericanas y caribeñas crearon un espacio de actuación político regional: los Encuentros Feministas (EFLAC), que han contribuido a la construcción de redes de actuación colectiva, definición de fechas de luchas comunes y formación y reafirmación de lazos políticos de identidad y solidaridad regional.

El primero tuvo lugar en Bogotá, Colombia, y se han realizado después cada dos o tres años: Perú (1983), Brasil (1985), México (1987), Argentina (1990); El Salvador (1993), Chile (1996), República Dominicana (1999), Costa Rica (2002); Brasil (2005), consolidándose como un espacio de diálogo, reflexión, debate, crítica y constitución de coaliciones entre las distintas corrientes de pensamiento feminista de la región.

De su intercambio de ideas, perspectivas, proyectos y utopías, han surgido iniciativas fundamentales para el desarrollo de las mujeres, como el establecimiento del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre) durante el I EFLAC; el Día de Lucha por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe (28 de septiembre), instaurado en el V EFLAC, realizado en Argentina en 1990.

Los Encuentros también han abrigado discusiones claves para el feminismo latinoamericano y caribeño: la relación del feminismo con los diversos movimientos sociales; la globalización, exclusión social y justicia de género; institucionalización de las organizaciones feministas; la relación del feminismo con el Estado, la ONU y las instituciones políticas internacionales.
El 11 Encuentra inicia el martes en nuestro país en el ex convento Regina Coeli, calle de Regina No. 7, Centro Histórico, bajo el tema: Cuestionamiento de los fundamentalismos. La primera Plenaria tendrá el título Las realidades latinoamericanas ante los fundamentalismos de hoy.

Participarán alrededor de mil mujeres pertenecientes a distintas expresiones políticas y sociales del feminismo latinoamericano y caribeño.

Pero también estarán presentes, en el recuerdo de las asistentes, las feministas que han muerto: Alaide Foppa, Ana Laura Macal, Any Ughelly, Andrea Dworkin, Beba Pecanins, Beatriz Mernes, Betty Friedan, Benita Galeana, Cecilia Loría, Cristina Boggino, Carolina Roa, Clara González, Esperanza Brito, Franca Ongaro Basaglia, Graciela Hierro, Genoveva Rodríguez, Itziar Lozano, Josefa Toledo, Julieta Kirkwood, Liliana De Pauli, María Elena Vargas, Mercedes Sandoval, María Victoria Llamas, Natalia Arias, Safina Newberry, Silvia Rodríguez, Susana Prates, Vilma Espín y Yessie Macchi.

Fundamentalismos contra la felicidad

El objetivo del feminismo es la felicidad de las mujeres, a través del respeto de sus derechos humanos y su libertad, dice a Cimacnoticias Rotmi Enciso, una de las organizadoras del Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en México.

Por eso nos interesa tratar el tema de los fundamentalismos, que guían a las personas a la adopción de posturas extremas que buscan imponer puntos de vista muy específicos y pretenden eliminar cualquier otro, señala Rotmi.

El programa incluye discusiones y debates acerca de las expresiones fundamentalistas dentro de diversos campos sociales de acción: política, economía, cultura y movimiento feminista. Sin duda, la defensa de una sola verdad y su imposición sobre otras formas de pensamiento ha contribuido a la crisis mundial actual, afirman las organizadoras.

Las posturas fundamentalistas aumentan las situaciones de vulnerabilidad en las que viven las mujeres, afectando directamente la toma de decisiones sobre su cuerpo, sexualidad y vida, al mismo tiempo que debilitan y fragmentan las estructuras sociales que alimentan los movimientos emancipadores.

Pero el Encuentro no será sólo un espacio de discusión teórico-política sino, a través de una sede satélite, el ex convento Teresa Arte Actual, se brindará espacio a las manifestaciones culturales como conciertos, obras teatrales, performance, exposiciones, talleres y fiestas amenizadas con DJ.

Los fundamentalismos, dice Enciso, fotógrafa, causan daño a la sociedad en general, pero sobre todo a las minorías, las cuales tienen que ejercer una doble lucha. Desgraciadamente, entre estas minorías vulnerables, se hallan aún las mujeres, pese a que somos más en nuestro país.

"Afortunadamente, dice la artista plástica, yo no fui juzgada ni limitada por mis padres ni hermanos cuando, desde que era una niña, me asumí como lesbiana. Sin embargo, he tenido contacto con militantes del movimiento feminista lésbico que llegaron a él debido a represión de parte de sus familiares, amigos e instituciones".

Considera que el cierre de espacios, motivado por la intolerancia, es un grave problema y evita, por ejemplo, que lesbianas y homosexuales se asuman como tales y ejerzan con libertad todos y cada uno de sus actos. Lo cual, trae consigo consecuencias mayores a largo plazo, como la desintegración familiar o en casos extremos, hasta el suicidio.

Rotmi es feminista, y milita en el movimiento con su cámara fotográfica o de video, siempre entre sus manos, para registrar la historia del feminismo en México: mujeres en mítines, conferencias…

En la revista Fem, que dirigía Esperanza Brito, feminista emblemática, luchadora por los derechos sexuales y reproductivos, Rotmi fotografió a mujeres en los supermercados, andenes y vagones del metro maquillándose, imágenes que no serían motivos de portada "en esta sociedad consumista y superficial". Ahí, dice, encontré el significado y los logros del movimiento feminista.

"La fortaleza de las mujeres es increíble" --dice Rotmi, de breve anatomía y manos infantiles-- "increíble y desvalorada", subraya, por eso son tan importantes estos Encuentros, donde confluyen mujeres de todo el Continente, para hablar de sus avances, sus sueños, sus fortalezas, de los obstáculos que impiden que seamos felices.

Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29462

No queremos un feminismo carente de contenido crítico

Feministas Autónomas se pronuncian frente al XI EFLAC:


Frente al XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se realiza en México D.F. del 16 al 20 de marzo, con la participación de 1.600 mujeres de la región, el Encuentro Feminista Autónomo publicó un pronunciamiento, donde externa su posición y señala lo que considera ajeno a su concepción.

Este es el texto:

"Nosotras, niñas, mujeres y lesbianas Feministas Autónomas convocadas en el Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la Casa de las Diferencias, desde la rebeldía, la radicalidad y el gozo por las apuestas políticas que el feminismo ha aportado a nuestras vidas y a la construcción de comunidades de mujeres, le hacemos frente al clasismo, al racismo, al sexismo, a la colonización de nuestros cuerpos y de nuestra sexualidad. Por todo eso es que afirmamos nuestras posturas políticas:

"Reconocemos a los encuentros feministas como ejercicios de radicalidad desde la complicidad entre mujeres, desde nuestros cuerpos, vidas y conciencias, lo cual implica existir sin ningún tipo de concesiones.
"A casi 30 años de feminismo Latinoamericano y Caribeño y once encuentros feministas, es una oportunidad para reflexionar sobre el hacer político y la construcción ética de nuestro movimiento.

"Los encuentros feministas históricamente han sido y deben seguir siendo espacios construidos y defendidos por y para las mujeres, para debatir, intercambiar, convocar, denunciar, edificar alianzas, defender nuestros derechos, alimentar nuestras utopías y expresar la multiplicidad de nuestras visiones.

"Organizar un encuentro feminista debería implicar un compromiso con la ética y autonomía feminista, sin embargo, la organización de este XI Encuentro Feminista se ha convertido en un espacio que refuerza a las instituciones patriarcales, vaciando y mercantilizando el contenido de las propuestas feministas, ejerciendo un discurso legitimador de prácticas opresoras para las mujeres.

"El mal uso del mayor presupuesto de la historia de los encuentros es un insulto ante la pobreza de las mujeres de la región, una expresión de ello son los salarios exorbitantes para la organización de dicho evento sacrificando las becas para la participación de un mayor número de compañeras.

"El ocultamiento y retraso de la información, así como la falta de transparencia en el uso de los recursos económicos pueden llevar a prácticas corruptas. Es indispensable entonces, contar con una obligatoria y permanente transparencia sobre los recursos obtenidos. Esa transparencia debió de ser antes y durante, y debe realizarse al finalizar cada encuentro feminista.
"La toma de decisiones por mayoría, votando como en la falacia de las democracias burguesas, ocultan lógicas patriarcales, niegan las reflexiones que reconocen las diferencias en las ideas.

"Compañeras afrodescendientes, indígenas, lesbianas, pobladoras, que no tienen acceso al Internet o que no pertenecen a las redes de la tecnocracia feminista, no han podido acceder a información ni a becas, en cambio se privilegia a los nuevos sujetos del feminismo y a quienes gozan de las prerrogativas de la sociedad neoliberal.

"Los ejes temáticos no han sido decididos por las bases feministas, sino por las políticas emanadas de organismos trasnacionales que responden a intereses económicos propios y de los grandes capitales, ajenos a las necesidades y propuestas del feminismo latinoamericano.
"La complicidad con un gobierno de seudo izquierda y persecutor es un dato más en todo esto.

"Nosotras soñamos y hacemos un feminismo horizontal, que ejercite mínimos comunes, alejados de las lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales. No queremos un feminismo vaciado de contenido político crítico que se esconde en la categoría de género cuya complicidad con el capitalismo neoliberal pretende controlar y definir nuestros espacios políticos, nuestros apuestas feministas, nuestros cuerpos, vidas y conciencias.

"Queremos finalmente saludar a todas las feministas latinoamericanas y caribeñas que han venido con ilusión y buena fe. Las alentamos a ser parte de un feminismo crítico y contra-hegemónico. Desde la radicalidad y la autonomía, otro feminismo es posible".


Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29537

Encuentros feministas y debates actuales


En el mes de marzo se realizan en México dos encuentros feministas: el primero, denominado Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la casa de las diferencias, convocado por un grupo de feministas latinoamericanas que se reunió con su propio financiamiento, y el segundo, el XI Encuentro feminista, que tiene como tema central los fundamentalismos y cuenta con el auspicio de diferentes instituciones de cooperación internacional además de otros organismos y del propio gobierno mexicano, y en el que participan más de mil quinientas mujeres.

El primero terminó ya. Asistieron más de 170 mujeres de diferentes países, unidas por la idea de que es necesario profundizar la autonomía del movimiento, hacer un feminismo horizontal, que se aleje de las “lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales” y que sus propuestas y prácticas tengan un contenido político crítico. Señalan ellas que el feminismo institucional ha vaciado de significado al feminismo. El segundo, al que llaman “feminismo institucional”, se reúne del 17 al 20 de marzo. Reflexionará sobre la imposición de una sola forma de pensar y de vivir que intenta subsumir las diferencias, desaparecer a los otros y otras, homogenizar y hegemonizar la vida de la humanidad entera. Debatirán, señalan, sobre el fundamentalismo en todos los aspectos -política, economía, cultura- y sobre la presencia de éste en el propio movimiento feminista.

Las diferencias entre uno y otro vienen de atrás, desde el encuentro en Chile podría decirse, allá por el año 96, en donde ya se puso la raya entre una y otra propuesta de concebir y practicar el feminismo.

Para las llamadas autónomas, las institucionales han perdido su rebeldía, su capacidad de generar propuestas frente al patriarcado y se han acomodado por las ventajas que la cooperación les ofrece a las que denominan las tecnócratas de género. Las acusan de haber abdicado en sus rebeldías para acomodarse y no perder las prerrogativas que el statu quo les proporciona en cuanto a sueldos y prestigio. Se han alejado de la realidad de la mayoría de las mujeres, han transigido con el patriarcado y la heteronormatividad, se han acomodado al opresor sistema patriarcal, dicen.

Para las otras, es decir para las llamadas institucionales, las autónomas han perdido el rumbo, padecen de una radicalidad extrema que es destructiva, que no conduce a nada y que limita las posibilidades de hacer una causa común.

Y ahí está el problema, creo, que entre uno y otro movimiento fueron desapareciendo las causas comunes, las similares utopías que las congregaban, las posibilidades conjuntas de materializar sus rebeldías. Y para quienes estamos en el balcón, estas discusiones y posiciones, más que aclararnos y motivarnos, nos interrogan sobre el rumbo del movimiento feminista en Latinoamérica. Es cierto que no se puede hablar de un solo feminismo, quizá ni de un solo movimiento, pero si es importante resaltar que hay puntos comunes entre los dos grupos y es que ambos plantean la necesidad de que se respete las diferencias y que se construya a partir de ellas.

Entre las argumentaciones de las organizadoras del XI Encuentro sobre las razones por las cuales se debe reflexionar sobre los fundamentalismos, se señala que “hoy en día existen sectores de la sociedad mundial que mantienen una postura extrema que busca imponer sus puntos de vista y que pretende eliminar la diferencia sin dar paso a la otredad”. ¿No tiene esto acaso relación con el slogan del encuentro autónomo de “hacer comunidad en la casa de las diferencias”?

¿Cómo construir caminos comunes dentro y fuera del Estado y de las instituciones? Porque un punto central de divergencia parece ser el que unas consideren que la forma principal de hacer feminismo es hacerlo desde las instituciones, agencias, gobiernos, partidos, dejando fuera otras posibilidades y, lo que es peor, criticando esas posibilidades. Para las otras, el devenir del movimiento debe discurrir fuera de “las lógicas institucionales, partidarias, “de género” a-críticas y negadoras del feminismo como enfoque político y revolucionario”.

¿No será posible construir movimiento desde el Estado o las instituciones sin que esto implique abdicar con los principios feministas, con un proyecto de sociedad diferente, equitativa, respetuosa y reconocedora de las diversidades? ¿Será justo que se ponga en un mismo saco a quienes pueden haber dejado atrás el feminismo como proyecto político y se hayan acomodado a los beneficios que les proporciona lo que llaman “tecnocracia de género” y a quienes, sin abdicar nada, trabajan concientemente por un mundo más justo y por los derechos de las mujeres desde las instituciones?

Tengo más preguntas que respuestas en este debate, sólo espero que las mujeres quienes aún apostamos por el feminismo como proyecto político que busca una sociedad más justa y equitativa para hombres y mujeres tengamos la sabiduría suficiente para buscar caminos comunes en nuestras diferencias, generar nuevas perspectivas feministas más allá de los fundamentalismos, continuar tejiendo utopías y logrando sueños desde todos los lugares en donde nos encontremos, desde donde actuemos, desde nuestras casas que habitamos, repensando el mundo críticamente para aportar a construir un nuevo mundo donde se establezcan nuevas formas de relación, donde quepamos todas y todos en toda nuestra diversidad.


* Rosa Montalvo Reinoso - Asociación SER
Fuente: http://www.ser.org.pe
http://alainet.org/active/29538

Encuentros feministas y debates actuales


En el mes de marzo se realizan en México dos encuentros feministas: el primero, denominado Encuentro Feminista Autónomo: haciendo comunidad en la casa de las diferencias, convocado por un grupo de feministas latinoamericanas que se reunió con su propio financiamiento, y el segundo, el XI Encuentro feminista, que tiene como tema central los fundamentalismos y cuenta con el auspicio de diferentes instituciones de cooperación internacional además de otros organismos y del propio gobierno mexicano, y en el que participan más de mil quinientas mujeres.

El primero terminó ya. Asistieron más de 170 mujeres de diferentes países, unidas por la idea de que es necesario profundizar la autonomía del movimiento, hacer un feminismo horizontal, que se aleje de las “lógicas clasistas, racistas, heterocentristas e institucionales” y que sus propuestas y prácticas tengan un contenido político crítico. Señalan ellas que el feminismo institucional ha vaciado de significado al feminismo. El segundo, al que llaman “feminismo institucional”, se reúne del 17 al 20 de marzo. Reflexionará sobre la imposición de una sola forma de pensar y de vivir que intenta subsumir las diferencias, desaparecer a los otros y otras, homogenizar y hegemonizar la vida de la humanidad entera. Debatirán, señalan, sobre el fundamentalismo en todos los aspectos -política, economía, cultura- y sobre la presencia de éste en el propio movimiento feminista.

Las diferencias entre uno y otro vienen de atrás, desde el encuentro en Chile podría decirse, allá por el año 96, en donde ya se puso la raya entre una y otra propuesta de concebir y practicar el feminismo.

Para las llamadas autónomas, las institucionales han perdido su rebeldía, su capacidad de generar propuestas frente al patriarcado y se han acomodado por las ventajas que la cooperación les ofrece a las que denominan las tecnócratas de género. Las acusan de haber abdicado en sus rebeldías para acomodarse y no perder las prerrogativas que el statu quo les proporciona en cuanto a sueldos y prestigio. Se han alejado de la realidad de la mayoría de las mujeres, han transigido con el patriarcado y la heteronormatividad, se han acomodado al opresor sistema patriarcal, dicen.

Para las otras, es decir para las llamadas institucionales, las autónomas han perdido el rumbo, padecen de una radicalidad extrema que es destructiva, que no conduce a nada y que limita las posibilidades de hacer una causa común.

Y ahí está el problema, creo, que entre uno y otro movimiento fueron desapareciendo las causas comunes, las similares utopías que las congregaban, las posibilidades conjuntas de materializar sus rebeldías. Y para quienes estamos en el balcón, estas discusiones y posiciones, más que aclararnos y motivarnos, nos interrogan sobre el rumbo del movimiento feminista en Latinoamérica. Es cierto que no se puede hablar de un solo feminismo, quizá ni de un solo movimiento, pero si es importante resaltar que hay puntos comunes entre los dos grupos y es que ambos plantean la necesidad de que se respete las diferencias y que se construya a partir de ellas.

Entre las argumentaciones de las organizadoras del XI Encuentro sobre las razones por las cuales se debe reflexionar sobre los fundamentalismos, se señala que “hoy en día existen sectores de la sociedad mundial que mantienen una postura extrema que busca imponer sus puntos de vista y que pretende eliminar la diferencia sin dar paso a la otredad”. ¿No tiene esto acaso relación con el slogan del encuentro autónomo de “hacer comunidad en la casa de las diferencias”?

¿Cómo construir caminos comunes dentro y fuera del Estado y de las instituciones? Porque un punto central de divergencia parece ser el que unas consideren que la forma principal de hacer feminismo es hacerlo desde las instituciones, agencias, gobiernos, partidos, dejando fuera otras posibilidades y, lo que es peor, criticando esas posibilidades. Para las otras, el devenir del movimiento debe discurrir fuera de “las lógicas institucionales, partidarias, “de género” a-críticas y negadoras del feminismo como enfoque político y revolucionario”.

¿No será posible construir movimiento desde el Estado o las instituciones sin que esto implique abdicar con los principios feministas, con un proyecto de sociedad diferente, equitativa, respetuosa y reconocedora de las diversidades? ¿Será justo que se ponga en un mismo saco a quienes pueden haber dejado atrás el feminismo como proyecto político y se hayan acomodado a los beneficios que les proporciona lo que llaman “tecnocracia de género” y a quienes, sin abdicar nada, trabajan concientemente por un mundo más justo y por los derechos de las mujeres desde las instituciones?

Tengo más preguntas que respuestas en este debate, sólo espero que las mujeres quienes aún apostamos por el feminismo como proyecto político que busca una sociedad más justa y equitativa para hombres y mujeres tengamos la sabiduría suficiente para buscar caminos comunes en nuestras diferencias, generar nuevas perspectivas feministas más allá de los fundamentalismos, continuar tejiendo utopías y logrando sueños desde todos los lugares en donde nos encontremos, desde donde actuemos, desde nuestras casas que habitamos, repensando el mundo críticamente para aportar a construir un nuevo mundo donde se establezcan nuevas formas de relación, donde quepamos todas y todos en toda nuestra diversidad.


* Rosa Montalvo Reinoso - Asociación SER
Fuente: http://www.ser.org.pe
http://alainet.org/active/29538

Mujeres indígenas y rurales ejercen feminismo radical, de izquierda

XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe

Por Gladis Torres Ruiz

"Las mujeres indígenas y rurales ejercemos un feminismo radical y de izquierda", cuando luchamos por no vivir más desigualdades no sólo de género, sino de clase y etnia, cuando decidimos no vivir más violencia y cuando vemos nuestra realidad impuesta por el gobierno que busca controlar nuestras vidas a través de programas que no resuelven nuestros problemas sino los agravan, coincidieron en señalar mujeres de Guatemala, El Salvador, Bolivia y México.

Durante la conferencia titulada: ¿Por qué un feminismo indígena y rural?, que se llevó a cabo en el marco del XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que se lleva a cabo en la Ciudad de México, con la participación de mil 600 mujeres de la región, las ponentes coincidieron en que las indígenas y rurales tienen claro que están luchando contra el sistema capitalista neoliberal, el mismo que violenta sus intereses como seres humanos.

Flor de Jesús Pérez Ramírez, joven indígena integrante del Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas, afirmó que el problema de las indígenas y rurales, radica en la opresión, exclusión subordinación y violencia, esquema que se reproduce en todos los ámbitos de la vida, por ello, agregó, las mujeres indígenas creemos firmemente desde la bases, donde en carne propia hemos vivido la pobreza y además violencia, de donde deben partir los cambios.

"Somos nosotras las que debemos unir nuestras fuerzas, crear colectivos de mujeres, para destruir y hacer un cambio en este sistema que oprime y lastima nuestro corazón. Estar organizadas, no podemos quedarnos calladas ante las injusticias y atrocidades que hieren nuestras vidas y la de nuestras hijas e hijos", puntualizó

Pérez Ramírez añadió que a las mujeres nos toca una ardua labor de lucha, tenemos que incidir desde todos los ámbitos donde se ha implementado la ideología del capitalismo patriarcal, desde nuestros propios espacios, la relación con nuestra pareja, familia y comunidad. "Este es un elemento diferenciador de los otros feminismos la lucha de las mujeres indígenas, en estrategias de cambio que involucren en el ámbito colectivo, no sólo de los cambios individuales que por sí solos no resultan en nada".

MÁS QUE VIOLENCIA FÍSICA

Las mujeres indígenas y rurales reunidas en una de las más concurridas sesiones de las realizadas en el exconvento de Regina Coelli, coincidieron en que existen términos académicos usados por las feministas citadinas, que a ellas se les dificulta entender, sin embargo los han analizado y se han dado cuenta de que existen otros tipos de violencia contra las mujeres, además de la física.

Cuando nos gritan, nos impiden participar en los espacios de decisión en las comunidades y la violencia estructural que ejerce el gobierno a través de "programas de desarrollo", que lleva a sus comunidades agravando los problemas.

Citaron como ejemplo los programas mexicanos Oportunidades y el de apoyo a las personas de la tercera edad en Chiapas, los cuales fomentan el alcoholismo entre los hombres, y la violencia contra las mujeres, porque al ser ellas las beneficiarias directas, son violentadas por sus parejas quienes les quitan el poco dinero que les llega.

De igual manera, denunciaron que las mujeres indígenas y rurales han sido violentadas históricamente de su derecho a la tierra, en los ejidos y comunidades por usos y costumbres, así como por la migración, ya que las pocas mujeres que poseen tierras son despojadas por las mismas autoridades al verlas solas.

DENUNCIAN EXCLUSIÓN DEL FEMINISMO

En representación de Casimira Rodríguez, ex Ministra de Justicia de Bolivia, Daysi Peñalosa, señaló que su presencia en el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe responde al interés de la lucha de las mujeres indígenas en busca de igualdad y respeto, son ellas quienes han vivido una serie de problemas para reivindicar sus derechos como mujeres y ciudadanas.

"Consideramos que es necesaria la mirada indígena dentro del feminismo, nosotras hemos vivido discriminación, social y étnica, nos califican como inferiores por nuestro origen rural o indígena, hemos vivido un sinnúmero de abusos y violencias de los derechos humanos".

Denunció que en el caso de las indígenas trabajadoras del hogar de Bolivia, las mujeres son discriminadas hasta por el movimiento feminista, pues en su esfuerzo para tener una mejor situación laboral y social ellas no contaron con el apoyo de dicho movimiento, de igual manera, las mujeres de clase media se conciben como merecedoras de derechos e igualdad de género, sin embargo cuando se refieren las trabajadoras del hogar estos criterios se olvidan.

Pese a ello, las indígenas trabajadoras del hogar consiguieron, precisó Daysi Peñalosa, el impulso de una Ley que las protege, a pesar de que algunas senadoras y diputadas que se dicen feministas bloquearon la aprobación de la misma, incluso una de ellas argumentó que con dicha Ley se le privaba a las mujeres de clase media de tener una trabajadora del hogar.

De igual manera, agregó que con la lucha, que no ha sido corta ni sencilla, también consiguieron que se instaurara el 30 de marzo como Día de las Trabajadoras del Hogar.

Precisó que el esfuerzo de estas mujeres por defender sus derechos es doble ya que trabajan de lunes a sábado y sólo descansan los domingos, día que utilizan para trabajar en su organización y capacitarse para continuar en la lucha.

Por su parte, Clara Silvestre Camposeco de Guatemala, precisó que las indígenas han estado trabajando en crear sus propias definiciones del feminismo, ya que ellas no han participado en los procesos para conocer todas las terminologías que se utiliza, sin embargo estamos seguras que toda nuestra lucha por la defensa de nuestros derechos se encuentra vinculada con el feminismo.

Consideró que "el feminismo no es más que nuestra incorporación en los diferentes espacios que redundan en beneficio de nostras mismas. La lucha de las guatemaltecas inició desde los 70, con nuestra participación en movimientos reivindicativos jugando papeles protagónicos, logrando que en algunos departamentos que las mujeres sean las salvaguardas del maíz, logrando derecho a la salud, y defendiéndonos a nosotras y nuestras hijas de la violencia".

Fuente: CIMAC

http://alainet.org/active/29572