domingo, 20 de junio de 2010

Perú: organizar el campo popular


Por Antonio Romero Reyes


Condición básica de unidad política para transformación socioeconómica


Tal como están las cosas, y a casi un año de distancia, nuestro país se encamina a renovar el consenso neoliberal mediante las elecciones presidenciales previstas en abril del 2011; y si las expectativas del Dr. Alan García se cumplieran, seremos espectadores pasivos de su retorno a la presidencia del Perú para el quinquenio 2016-2021, con todo lo que esto puede significar por sus antecedentes bajo los dos periodos de gobierno aprista (1985-1990 y 2006-2011). Más neoliberalismo, más corrupción y más “sorpresas” es lo que cabría esperar.1/ Pareciera que el país y la mayoría del pueblo peruano están dispuestos a recorrer una vía (de desarrollo y enriquecimiento pero para los poderosos de siempre) que implica más de lo mismo, incluso en el año del Bicentenario de la Independencia del Perú (2021) donde el relevo en la conducción del Estado pasaría –si esta inercia continúa— a manos de otro de los representantes del referido consenso (para el periodo 2021-2026), y así sucesivamente. Es lo que espera y ha presagiado con toda seguridad Mario Vargas Llosa (MVLL).

Al menos para los próximos 15 años, ese es justamente el horizonte político a futuro que la derecha peruana, económica y política, está viendo en estos momentos, en términos de satisfacer antes que nada sus propios intereses. La perpetuación del “modelo económico” y el consenso político que lo respalda, significa la continuación del saqueo, la expoliación y los big business para las elites, los círculos de poder que les sirven y la cohorte de compinches, sumisos y segundones.

La inercia que representa el continuismo de derecha es presentada ideológicamente como sinónimo de “crecimiento”, “modernidad” y “democracia”, palabras vaciadas de todo contenido sustantivo (es decir, social e histórico), viniendo incluso acompañadas de “participación”, “solidaridad” y “respeto al medio ambiente”. Para mantener y reproducir en el tiempo la inercia/continuidad del “modelo”, evitando asimismo el aburrimiento del electorado, la derecha necesita –para el recambio— de una izquierda que le sea funcional. Es lo que MVLL identificó como “izquierda democrática” o “izquierda socialdemócrata”, tal como está gobernando en Brasil, Uruguay, recientemente en Nicaragua y hace poco en el Chile de la Bachelet.2/ En otras palabras, una izquierda “modernizada” para mantener el estatus quo realmente existente (capitalismo y colonialidad del poder for ever). Puro “pantallazo” es lo que desea el buen escribidor, lo que en lenguaje más pedestre quiere decir: cambiar de rostros y ropaje para que nada cambie, y de esta manera todo se encamine con apariencia democrática y equilibrio social; pues en algunos periodos la derecha gobernará para-si-misma y en otros le tocará el turno a esa “izquierda” que supuestamente favorecerá al “pueblo”… ¡Qué maravilla! La noción de “democracia dinámica, real, auténtica” que maneja el célebre escritor corresponde al discurso de las armonías universales, tan caro a las filosofías basadas en el racionalismo -moderno y colonialista a la vez— y las “leyes naturales” (las leyes de la naturaleza son otra cosa). Esa es la belleza argumentativa contenida en las opiniones de MVLL.

Frente a tales veleidades para cautivar la imaginación de los y las “creyentes”, sostenemos que una participación política unitaria en la próxima lid electoral, desde el campo popular, debe ser vista como parte de una trama más compleja y de un proceso de largo aliento.3/ A la hegemonía de la derecha debemos contraponerle otra visión o perspectiva, capaz de convocar la adhesión, la organización y el compromiso de los sectores populares; aunque actualmente estos mismos sectores populares tengan la “mirada crítica” embotada por las ilusiones del crecimiento económico “para todos”. Una candidatura que pretenda representar al campo popular solamente desde el “nacionalismo” de Ollanta Humala basándose en los votos obtenidos en el 2006, cuando en realidad ese capital electoral –tanto el sr. Humala como su partido— lo fueron desperdiciando en los cuatro últimos años, sin traducirlo además en organización; o basándose en el manido argumento de ser la “principal fuerza de oposición”, argumento más bien insignificante si evaluamos los resultados de esa “oposición” a lo largo del actual régimen. Una candidatura “unitaria” que se apoye en estos criterios llevará inevitablemente a la derrota. Lo mismo cabría decir si la candidatura y/o el mismo personaje surgieran de las cuatro paredes de un cónclave de partidos.

Llegamos a un año electoral con un pueblo peruano desorganizado y desmovilizado, pero también desmotivado, donde el estado de ánimo está domeñado por la apatía, el desánimo y la desconfianza; el horizonte de sus luchas ha sido encuadrado por el capital y su Estado, así como por las mismas dirigencias, a las reivindicaciones que son atendibles dentro del sistema de poder existente. Es un verdadero anacronismo exigirle al estado que se comporte como un “Estado de Bienestar”, cuando la globalización capitalista ha transformado a los estados periféricos y dependientes en estados de clase, aun con regímenes “de izquierda” por los que pregona MVLL. ¿Qué entendemos por la clase de los capitalistas, en un país como el Perú? Comprende a grandes propietarios y empresarios (monopolistas, mercantilistas, patrimonialistas), inversionistas, banqueros, especuladores y rentistas; asistidos y defendidos por toda la pléyade de tecnócratas, ejecutivos y gerentes, burócratas y funcionarios públicos, la alta jerarquía de la iglesia católica, medios masivos de comunicación, altos mandos de las fuerzas armadas y policiales. Es el Estado (en teoría: “de todos los peruanos”) que ha sido secuestrado y apropiado por toda la derecha criolla, secularmente colonialista, en un abanico que va desde las posiciones más conservadoras y cavernarias, como la que representa el sr. Rafael Rey y la línea editorial de El Comercio, hasta el neoliberalismo fundamentalista; en el medio de estas polaridades, como parte de todo el espectro derechista, tenemos al liberalismo mercantilista y al populismo “chicha”, “achorado” y embustero que representa la sra. Keiko Fujimori.

A pesar de la fuerza y contundencia que tuvieron contra Fujimori y su régimen, las masivas movilizaciones del 2000 fueron coyunturales. El encumbramiento político de Alejandro Toledo provino justamente de esa ola social, sobre la cual este personaje –hoy nuevamente con aspiraciones presidenciales, torpemente disimuladas— supo montarse hábilmente, para después traicionar sus compromisos electorales sometiéndose al consenso neoliberal ya como gobernante; encabezando un gobierno que se dedicó a favorecer, en primer lugar, los intereses corporativos norteamericanos (asegurar el “sí o sí” a la suscripción del TLC), en segundo lugar a su círculo de amigos, en tercer lugar… De otra parte, la victoria política tras los sucesos de Bagua del 5 de junio 2009, si bien hicieron retroceder temporalmente al gobierno neoliberal de García en sus propósitos de privatizar los territorios indígenas ancestrales en la amazonía peruana, dicho retroceso tuvo en contrapartida el descabezamiento de la dirigencia de AIDESEP que lideraba la lucha, mediante la persecución política y el sometimiento a juicio de sus “apus”; consiguiendo el gobierno eliminar, de esta manera, la posibilidad de articulación (orgánica y estratégica) de las luchas indígenas con las de otros sectores populares. Por eso fue una “victoria pírrica” para gente como MVLL. Tan “pírrica” fue además dicha “victoria” que recientemente una federación Awajún y tres federaciones Aguarunas, se declararon independientes de la Confederación de Nacionalidades Amazónicas (CONAP), de la que son todavía integrantes, pero también tomando distancia de AIDESEP, con respecto a decisiones políticas autónomas e intermediación de organizaciones nacionales y ONGs ante al gobierno.4/

Las circunstancias sociales y políticas que imperan en la sociedad peruana impiden cualquier pretensión de reproducir los casos boliviano y ecuatoriano, porque las condiciones de partida para ello (movilización social o ciudadana, organización popular) están ausentes hoy en el Perú y tienen más bien que ser (re)impulsadas, tras décadas de dispersión, inacción y parálisis, así convengamos que la gravedad de los problemas que encumbraron a Evo Morales y Rafael Correa en sus respectivos países son muy similares al nuestro (lo más evidente: la corrupción campante, pero también hay otros). Tanto en el caso boliviano como ecuatoriano la llegada al gobierno por parte de Morales y Correa, y sus respectivas organizaciones, tuvieron como pre-requisito esencial a una “sociedad civil” que pasó de la protesta a la movilización por demandas políticas. Son procesos que fueron madurando en varios años y no de la noche a la mañana. En ambos casos, la movilización social fue conducida hacia los canales institucionales y legales que brinda el “estado de derecho” para emprender reformas constitucionales mediante sendas asambleas constituyentes. La conjunción de los dos elementos (movilización social y reforma del Estado a través de cambios en la Constitución) han dado lugar a la vía boliviana y la vía ecuatoriana, que la propaganda gubernamental en cada país (o de los seguidores) se ha esforzado por vincular con el “Socialismo del Siglo XXI”. Este es un tema que seguirá abierto al debate durante algún tiempo. La cuestión clave para nosotros es la relación entre el líder respaldado por un movimiento/partido y las masas organizadas (en el populismo clásico latinoamericano la relación era simplemente “líder-masas”) lo cual permite diferenciar ambas vías, así como a cada una de estas con relación a la perspectiva del Socialismo del Siglo XXI. En el caso boliviano fue el rol protagónico tanto de Evo Morales como de la organización popular y comunitaria; en Ecuador el protagonismo político de Correa se apoyó en las “movilizaciones ciudadanas” que, en cambio, nunca cristalizaron en organización. De los dos casos, la boliviana quizás sea la más interesante y aleccionadora experiencia para el Perú; sobre la cual, sin embargo, es muy poco lo que se ha debatido. La experiencia ecuatoriana, en cambio, nos enseña lo que ocurre cuando la política “progresista” termina girando alrededor del líder, por muy destacado que haya sido su rol en la lucha política previa a su asunción presidencial. La expresión concreta y real de los nuevos enunciados constitucionales en el empoderamiento político de los sectores populares y sus representaciones en el aparato estatal (en el caso boliviano, las organizaciones indígenas), su participación en la gestión pública en términos de orientaciones y decisiones; en suma, la cuestión del poder con relación al Estado y el capital, es un asunto que los partidarios y seguidores de ambas vías (boliviana y ecuatoriana) dejaron en el camino, contentándose solamente con el cambio de régimen político.

En el caso peruano tenemos un escenario político donde el predominio de la derecha es claro y relativamente “aplastante” en términos de abundancia de mensajes (por muy banales y trillados que sean), proyección de candidaturas e intención de votos; con masas populares en estado de “malestar” pero desmovilizadas, desorganizadas e inermes. Una candidatura “unitaria” en estas condiciones, insistimos, es una ruta segura hacia la derrota electoral y política. Nuestra tesis es que el eje de la unidad política del campo popular debe ser la organización de las masas y sectores populares, si queremos construir una vía propia para afrontar en serio la transformación de las estructuras y relaciones sociales, económicas y de poder en el Perú. Esta estrategia no tiene por qué ser colocada solamente en función de las próximas elecciones presidenciales.

Emplazamos al pueblo peruano en su diversidad de expresiones a poner en práctica un proceso de unidad sobre la marcha, ya mismo y desde ahora, sin tener por qué esperar el visto bueno o la “autorización” de las dirigencias. Todo lo contrario, hay que imponerles a estas dirigencias la voluntad popular. Cualquier resistencia por parte de dirigencias anquilosadas, conciliadoras u oportunistas, deberá ser rebasada por el movimiento hacia la unidad del “pueblo” desde sus distintas prácticas, espacios, sectores, reivindicaciones, etc. Tomad la iniciativa y sed también protagonistas, cread mecanismos, promoved la discusión, animad ideas; difundid por todos los canales y medios accesibles (correos electrónicos, Internet, volantes, radios populares y medios alternativos); dejad y abandonad de una vez por todas la inercia y el inmovilismo; confiad y creed en vuestras propias fuerzas y fortalezas, no las enajenéis a cambio de votos ni promesas; perded el miedo a la incertidumbre de lo nuevo y desconocido; rechazad y romped con los fanatismos/dogmatismos de derecha e izquierda; romped con todo “modelo” o esquema pre-establecido (la vida no está hecha en base a “fórmulas”); sacudid a vuestros dirigentes, reemplazadlos/ revocadlos si siguen atrapados por la amnesia y la rutina; presionad de las más diversas maneras para que vuestras manifestaciones concretas de unidad (frentes, etc.) se expresen además políticamente. Exigid a los partidos y movimientos políticos un evento nacional a fin de optar por una representación digna del campo popular para las elecciones del 2011. No hay otra manera de empezar a cambiar el estado de cosas que parece aplastarnos, ni dejéis llevar por las apariencias.

Notas

1/ Como ha sostenido Rodrigo Montoya, “El Sr. García no tiene un proyecto político nacional, tampoco una propuesta para defender la Amazonía. Es sólo un agente orgánico del desarrollo capitalista.” Cf. R. Montoya, «”Con los Rostros Pintados”: Tercera Rebelión Amazónica en Perú (agosto 2008-junio 2009)», ALAI, América Latina en Movimiento,2009-08-21.

www.alainet.org/active/32540

2/ Entrevista a Mario Vargas Llosa en el programa “La Hora N” (Canal N), Lima, 25 de enero del 2010. http://peru21.pe/noticia/404878/vargas-llosa-izquierda-peruana-no-ha-entendido-que-muro-berlin-cayo

3/ Denominamos campo popular a las relaciones, actividades, recursos y productos, comprendiendo también las respectivas formas de pensamiento, expresiones culturales, creencias y mitos; que despliegan, realizan, poseen y/o crean los siguientes actores sociales en el Perú de hoy:

· Trabajadores del campo y la ciudad, de la costa y la sierra del país, formales e informales (obreros, empleados, eventuales, subcontratados, cooperativistas, microempresarios, ambulantes, autoempleados, transportistas, jornaleros agrícolas, pequeños productores, campesinos pobres) para quienes el “modelo económico” vigente solamente ofrece ilusiones junto con el “chorreo” de más miseria, desigualdad e inequidad.

· Comunidades originarias (indígenas y nativos de la amazonía), pueblos afro descendientes; otras comunidades, etnias y pueblos a lo largo y ancho del Perú, que vienen liderando las luchas de resistencia y dando una lección de “dignidad” en el país.

· Las mujeres que con su trabajo y esfuerzo abnegado participan, acompañan y sostienen muchas luchas desde sus más diversos espacios de reproducción social (la familia, el comedor popular, el barrio, la comunidad, el centro poblado), asumiendo incluso roles de liderazgo.

· Los jóvenes y estudiantes de ambos sexos que viven hartados, hastiados y asqueados de tanta “politiquería”, cuentos chinos, corruptelas y “faenones”, en un país donde la política es conducida y liderada por caudillos sedientos de poder, burócratas que se creen sempiternos, empresarios mafiosos y tecnócratas sin escrúpulos, monigotes y vendedores de “cebo de culebra”, cuyas proezas y actuaciones han logrado hundir cada vez más a “lo público” y todo quehacer político –a nivel de “escenario oficial”— en el fango donde actualmente se encuentra.

· Actores locales y populares que mediante su práctica están incursionando en la experimentación y búsqueda de modalidades económicas alternativas, como las diversas y múltiples experiencias de economía solidaria, comercio justo, producción ecológica, consumo ético; que tienen como fin el desarrollo de las personas y la “producción” de nuevas relaciones sociales, cualitativa y sustancialmente diferentes a las que surgen y son promovidas desde el mundo del capital (mercados, “factores”, producción de mercancías, precios, dinero) y su culto fetichista del “crecimiento”.

· Los ciudadanos(as) “de a pie” que viven el día a día resignando su situación a la infructuosa espera de algún “salvador(a)” providencial que saque al país del marasmo, dé trabajo y haga buenas “obras”, soportando la rabia contenida frente a los desmanes de la política realmente existente, pero impotentes sin saber qué hacer porque el neoliberalismo los ha sometido como individualidades maniatadas y subalternizadas, simples átomos en una sociedad como la peruana profundamente fragmentada.

· Los indiferentes, los afectados por el desánimo y la frustración, el apoliticismo y la anti-política, a los defraudados y engañados por “este” sistema económico, “esta” democracia y “este” Estado. Los y las migrantes y quienes desean dejar el país; los adultos mayores, maltratados por el Estado y por un sistema “previsional” que lucra con sus fondos ahorrados durante tantos años; A las minorías marginadas y discriminadas por su opción sexual, color de piel o raza.

· Los maestros, profesores, académicos, investigadores e intelectuales con sensibilidad social y conciencia crítica. Los profesionales, técnicos y promotores que trabajan en las ONGs o instituciones similares, acompañando, impulsando, facilitando, fortaleciendo y/o promoviendo procesos de desarrollo local, territorial, de participación ciudadana, defendiendo los derechos humanos, el medio ambiente, los derechos de comunidades indígenas y otros pueblos.

· Quienes se adhieren a diferentes creencias religiosas o grupos confesionales.

· Todos y todas quienes siguen siendo invisibilizados.

4/ Comunicado dirigido al Sr. Oseas Barbarán, pdte. de la CONAP, suscrito por los presidentes de las Federaciones Awajún de la Región Amazonas, FECONARIN (Federación de Comunidades Nativas Aguarunas del Río Nieva), FAD (Federación Aguaruna Domingusa) y OCCAAM (Organización Central de Comunidades Aguarunas del Alto Marañón), y fechado el 16 de marzo del presente, que reproducen los “Acuerdos del Acta de Tayuntsa” (10 y 11 de febrero 2010). El primer punto de este documento contiene toda la postura política de los declarantes y las federaciones a las que representan:

«Las Federaciones Awajún, FECONARIN, FAD y OCCAAM hemos acordado establecer una relación directa entre el Estado, las empresas y las Comunidades. Mantendremos el Diálogo Tripartito “Estado, Empresas y Pueblos Indígenas”. Nosotros no tenemos miedo a la alianza con las empresas públicas y privadas, queremos desarrollo a partir de nuestros recursos naturales con pleno respeto de nuestros derechos, de acuerdo al Convenio 169 de la OIT.»

¿Asunto de “miedo”? Tanto el desarrollismo privatista como su insulsa teoría del crecimiento estadístico han hecho creer a un sector de los indígenas en la “alianza público-privada” que hace posible el “chorreo” de dinero a los más pobres. A través de los Acuerdos de Tayuntsa dichas federaciones exclaman, exigen y piden “queremos desarrollo” sin percatarse que ellos mismos se ponen su propia trampa, porque será la “alianza público-privada” –a final de cuentas, una alianza de capitalistas para favorecer— la que pondrá los términos y las condiciones de dicho “desarrollo”, no los indígenas divididos y separados sino el poder del capital.

Elecciones en Colombia: ¿Limpieza de cara de un Estado paramilitarizado?

Estas elecciones ocurren al final de un largo camino de “limpieza política” vía terrorismo de Estado, en las que izquierda no hace más que validar un régimen terrorista y corrupto.
José Antonio Gutiérrez | Diagonal | 19-6-2010 a las 18:19 | 210 lecturas

El autor repasa las elecciones presidenciales de Colombia, cuya segunda vuelta se celebra el 20 de junio y está previsto salga elegido Juan Manuel Santos. Para el autor, estas elecciones ocurren al final de un largo camino de “limpieza política” vía terrorismo de Estado, y que en su opinión la izquierda no hace más que validar un régimen terrorista y corrupto personificado por su majestad Uribe y su delfín Santos.

Las elecciones en Colombia (donde se espera una participación menor del 50% del electorado) han pasado en la prensa internacional como un ejemplar ejercicio democrático. Pero, tras la fachada “democrática” las cosas no son color de rosa como la pintan los medios.

Mientras la izquierda ha pasado en dos décadas del discurso sobre la “combinación de las formas de lucha” a excluir cualquier forma de lucha que no sea el parlamentarismo, intentando desmarcarse de cualquier forma de agitación que les haga perder ‘respetabilidad’, la derecha colombiana combina la guerra sucia, el clientelismo y la corrupción para consolidar su poder. Los últimos datos publicados en diversos medios de comunicación, señalan que 65 parlamentarios e innumerables caciques locales, todos partidarios del presidente Uribe, están directamente ligados a escuadrones de la muerte.

Las elecciones en Colombia no son normales. La derechización del espectro político se debe en gran medida a la eliminación física de la izquierda. Desde mediados de los ’80, en medio de los procesos de paz del gobierno de Betancur (1982-1986) -sin el respaldo del ejército ni de la oligarquía-, comenzó una campaña sistemática de exterminio de partidos de izquierda, como la Unión Patriótica, de cuyas filas eliminaron al menos a 5.000 militantes. Aún hoy se asesina a los escasos sobrevivientes de este partido. Semejante represión ha sido vivida por otros movimientos de esa época, como A Luchar y el Frente Popular.

Si a esto se suma la campaña del paramilitarismo, intensificada desde comienzos de los ’80, durante el gobierno de Turbay Ayala, entendemos por qué el juego electoral en Colombia está perdido de antemano para la izquierda: las estructuras nacionales del paramilitarismo (las AUC) han destrozado mediante miles de masacres el tejido social que sustentaba los proyectos progresistas.

Este trabajo de aniquilamiento ha ido de la mano de un proceso de lucha ideológica extremadamente aguda, con el apoyo de ex izquierdistas arrepentidos que han hecho carne del refrán popular de que: “Si no se puede vencer al enemigo toca unirse a él”.

Desde el primer momento en las elecciones se ha eliminado a la izquierda de las opciones políticas: mediante la consulta abierta, el Polo Democrático Alternativo terminó con Petro como candidato presidencial, en vez de Carlos Gaviria –con votos que no salieron del Polo. Luego, los medios inflaron a un candidato improbable como Mockus, el cual creyó él mismo ser el nuevo fenómeno político. Las encuestas que revelaban empate técnico entre Mockus y Santos no reflejaban la opinión pública sino que la manipulaban, buscando jalarle votos al Polo.

¿Qué esperaba entonces la izquierda en las elecciones? No hay condiciones para elecciones limpias en Colombia: cuando el electorado se inclinó más hacia la izquierda (1989) sin ningún pudor se eliminó durante la campaña a tres candidatos. Hoy se sigue eliminando a activistas políticos de la izquierda durante la campaña –incluido el dirigente del Polo Iván de la Rosa (Barranquilla). También se asesinó a otras personas de procesos políticos vinculados a la izquierda: Nilson Ramírez (Meta), Albeiro Valdés (Urabá), Leslien Torcoroma (Norte de Santander), Rogelio Martínez (Sucre), Alexander Quintero (Cauca).

Aún cuando el Polo llame a abstenerse en la segunda vuelta, el 20 de Junio, es un gesto tardío e insuficiente. Al participar en la primera vuelta, sin ninguna garantía, ni posibilidad de triunfo, y lo que es peor, elecciones que ocurren al final de un largo camino de “limpieza política” vía terrorismo de Estado, la izquierda no hace más que validar un régimen terrorista y corrupto personificado por su Majestad Uribe y su Delfín Santos. Con la esperable victoria categórica de Santos, debemos reflexionar sobre los mecanismos para derrotar al terrorismo de Estado. Ya se están gestando interesantes procesos de unidad y movilización, al margen del electorerismo que legitima a un régimen blindado contra la democracia, donde el ejercicio del voto es una ilusión que venden los “gitanos de Macondo” a los desprevenidos.

José Antonio Gutiérrez D. / Analista político residente en Irlanda, investigador del Latin American Solidarity Centre