sábado, 14 de mayo de 2011

El impasse de Grecia pone en vilo el futuro de Europa


La nueva ola de temores arrancó el viernes de la semana pasada cuando una versión periodística afirmó, en Alemania, que Grecia se aprestaba a anunciar la suspensión del pago de su deuda soberana y su abandono del euro, como paso previo a una quita del 50% en el valor de sus títulos.

Desmentida de inmediato esta versión, por los gobiernos griego y alemán y la Comisión Europea (CE), no ocurrió lo mismo con una reunión de ministro de Finanzas del Eurogrupo, que tuvo lugar hace dos viernes en Luxemburgo con la participación reducida de griegos, alemanes y franceses, los principales actores de este drama.

Una semana después, el euro ha visto caer su cotización a 1,4163 dólares luego de tocar un techo máximo de 1,4853 dólares un día antes del encuentro de Luxemburgo. Pero éste no es sino el último y coyuntural reflejo de los temores que despierta un derrumbe completo de Grecia.

Desde abril, el rendimiento de los bonos de la deuda helena a dos años es del 26%, en tanto los títulos a 10 años rinden un 15%, una tasa que duplica la de un año atrás. El riesgo país ronda los 1.400 puntos básicos y Grecia es considerado el país con mayor probabilidad de caer en cesación de pagos.

Con un monto total de 300.000 millones de euros, la deuda griega se encuentra principalmente en manos de bancos de ese país (casi la cuarta parte), seguidos por el Banco Central Europeo (BCE), con alrededor del 20% y el tercer lugar se ubican los bancos de Francia y Alemania. El FMI y diversos gobiernos europeos tienen el 11% de los bonos griegos.

Para agravar la situación, a comienzos de esta semana la agencia calificadora Standard & Poor`s degradó por cuarta vez a los títulos de Grecia, colocándolos en "B", sólo por encima de los bonos soberanos de Bielorrusia.

Esto significa que la consideración de la emisiones griegas es lo en la jerga financiera se denominan "bonos basura".

Más allá de las desmentidas oficiales, lo que está claro es que la discusión en el seno del Eurogrupo y de la Unión Europea (UE) oscila entre dos posibilidades, de momento contradictorias.

De un lado, está quienes proponen ampliar la ayuda a Grecia en unos 60.000 millones de euros para que pueda afrontar los compromisos de los dos próximos años; del otro, aquellos que patrocinan abrir las puertas para una reestructuración de la deuda que incluya su abandono del euro.

El silencio y parálisis en que han caído los gobiernos y la CE a lo largo de esta semana muestra claramente que no existe claridad, excepto en que la amplia mayoría de los países rechaza como la peste la cesación de pagos y el retiro del euro por parte de Grecia.

Más allá de las minoritarias posiciones de países secundarios como Finlandia o Dinamarca, reacios a seguir aportando fondos nacionales y comunitarios para sostener un país con una deuda impagable, los grandes jugadores como Alemania o Francia tiemblan ante la posibilidad de que una caída total de Grecia abra la Caja de Pandora en toda Europa.

En primer lugar, porque si se permite el retiro griego del euro y una reestructuración de la deuda con una quita de al menos el 50% de la misma, se desataría una corriente de desconfianza muy profunda de los inversores con relación a Irlanda, Portugal y, sobre todo, España.

Dejando incluso de lado la posible "corrida" contra los bancos de estos países por parte de los ahorristas e inversores, reacción lógica si se piensa que esas naciones serían las siguientes en caer o salir de la moneda única, lo que está en el fondo es ni más ni menos que el peligro latente de la desintegración de la moneda única.

O, para decirlo de otra manera, su repliegue sobre el pequeño grupo de los más poderosos: Alemania, Francia, Luxemburgo y Austria. Esto significaría un retroceso histórico en la integración europea, monetaria, económica y política, pero, por sobre todo, crearía una Europa dividida entre los que tendrían una moneda fuerte y no competitiva, y los que regresarían a sus monedas más débiles y más competitivas.

La repercusión de una configuración de este tipo tendría implicaciones negativas para la posición económica alemana o francesa en el mercado mundial, de una parte, y efectos devastadores sobre el sistema bancario, financiero y económico de la UE.

De allí que, buscando estirar al máximo la situación actual, Bruselas (sede de la CE) estudia una salida que contemple la reducción de los intereses que Grecia paga por su deuda y un nuevo paquete de auxilio de 60.000 millones de euros junto con el FMI.

La pregunta es, lógicamente, si esto funcionará y en el caso de que la respuesta sea positiva, por cuánto tiempo.


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