domingo, 22 de mayo de 2011

...Y Dios en un salón de belleza

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Hay tres cosas que Rully Mallay se lleva a todas partes: su maquillaje, una pandereta para tocar en las calles de Yogyakarta, Indonesia, y ropa de hombre. Como 'waria' –un transexual u hombre que ha asumido su identidad femenina– suele vestirse como una mujer. Pero cuando llega la hora de rezar, se viste de varón. Se quita las pestañas postizas, se desmaquilla, se cambia la falda y la blusa por la kurta de algodón y los pantalones y acude a la parte masculina de la mezquita.

"Acepto que físicamente soy todavía un varón, así que rezo como un hombre," dice ella. Rully, una juvenil cincuentona, que vive en la aldea de Kauman en Java, Indonesia, consultó a los líderes religiosos musulmanes sobre el asunto, pero asegura que fue por decisión propia aceptar el status quo, es decir, rezar como un hombre a pesar de sentirse mujer.

Haedar Nasir, clérigo y alto cargo de la Muhammadiyah, la segunda mayor organización islámica de Indonesia, considera que las 'warias' pueden orar en las mezquitas pero sólo si se visten como hombres ya que "ser una 'waria' no está aceptado por el Islam. Ellos [las warias] deben recuperar su forma original si quieren rezar dentro de las mezquitas".

"Es la gente la que es mala, no la religión"
Maryani, transexual.

La mayoría de las transexuales musulmanas aceptan estas normas, como Rully, o no rezan en público. Pero Ibu Maryani, es un caso aparte. Ella, ante la mirada de desaprobación de otras feligresas, ora en la sección de mujeres de la mezquita. Y como ellas lleva su jilbab [pañuelo en la cabeza] y un largo y holgado vestido que cubre sus ropas. Porque Maryani, de 51 años, dice sentirse más cómoda haciéndolo todo con ropa de mujer, incluido rezar. "Soy una mujer, así que no necesito rezar como un hombre".

Hace pocos años, Maryani, viendo que pocas de sus compañeras 'warias' podían acudir a las mezquitas, decidió hacer algo al respecto. Durante la época de bodas, su casa en Yogyakarta se convierte en salón de belleza, donde van mujeres para que las peinen y maquillen. Pero de noche, el local cambia y se convierte en una sala de oración para las 'warias'. Aquí es donde Rully va ahora a rezar. Ella viste ropa de hombre, pero aquí se siente aceptada tal y como es.

Como cualquier musulmán

La sala de oración, junto al comedor, es simple: Dos por tres metros, y en las paredes sólo cuelgan unos textos en árabe. Hay unas alfombras tendidas sobre el suelo y ya son 20 las 'warias' que oran y estudian el Corán entre las 5 de la tarde y las 10 de la noche. En días especiales como el Idul Fitri, el último de los 30 días de ayuno y oración del Ramadán, la cifra de transexuales en la escuela puede llegar al centenar.

Maryani dice que "era la única que acudía a clases de religión. Quería que otras 'warias' también supieran más de religión. Muchas no se atreven a ir a la mezquita porque temen la reacción de la gente."

Aquí es donde el imán Abdul Muiz Ghazali dirige sus servicios religiosos e imparte clases sobre el Corán. Con calma y sensatez, el imán explica que las 'warias' tienen derecho a rezar como cualquier otro musulmán. "La esencia del Islam no se basa en el género del creyente, sino en su relación con Dios", dice.

"Los transexuales deben recuperar su forma original si quieren rezar dentro de las mezquitas"
Haedar Nasir, religioso musulmán.

Las transexuales –destaca el clérigo– no suelen ir a las mezquitas de Yogyakarta porque no están seguras de cómo reaccionarán las otras feligresas. Dice que su comunidad "no es radical, sólo es conservadora", pero admite que hay otras que ven a las 'warias' como diferentes y que por ello las excluyen.

Bulan, una 'waria' de 40 años, está de acuerdo. Va con regularidad a las clases de oración y se siente agradecida a Maryani por tener esta oportunidad. Con timidez dice que la verían como "algo incómodo" dentro de las mezquitas. El padre de Abdul, también un imán, ya aceptaba antes a las 'warias' y le recuerda enfrentándose a los fundamentalistas que trataban de impedir que éstas entrasen en la mezquita en un distrito de Yogyakarta.

La historia de Maryani

Para Maryani, es bueno tener un imán, como Abdul, que les enseñe el Corán, tener otras amigas transexuales musulmanas y una familia que les ayude a fortalecer su fe entre tanta intolerancia. Por eso sigue fiel al Islam. Y concluye: "Es la gente la que es mala, no la religión".

Maryani dice que se siente afortunada por que sus padres no trataran de cambiarla. Creció como cristiana con sus padres adoptivos. "Está bien, me decían, mientras no robes ni mientas", cuenta.

Tenía 10 años cuando se dio cuenta de que había nacido con el género equivocado. A los 17, comenzó a salir de noche vestida de mujer. Fue entonces cuando comenzó a buscar sexo en las calles y, ocasionalmente, ejercía de trabajadora sexual. A los 25, Maryani decidió dejar el comercio sexual. Fue entonces cuando optó por convertirse al Islam. "Sentí que algo me llamaba a ser musulmana". El canto del takbir, que significa 'Dios es grande', la hace sentir en paz.

Distinta es la historia de Rully, quien en su aldea, Kauman, donde ha vivido durante 22 años, se ha sentido siempre intimidada y presionada por la gente que ha intentado en más de una ocasión convencerla para que actúe como un 'hombre de verdad'.

Difícil cotidianidad

En Yogyakarta, las 'warias' son el centro de miradas curiosas, hostiles y, a menudo, objeto de burla. De hecho, en toda Indonesia las transexuales son víctimas de sanciones morales y religiosas.

En efecto, el Consejo de los Ulemas de Indonesia, la primera organización clerical del país, ha declarado como haram o "prohibidas" a las 'warias'. El grupo radical Frente de Defensa Islámico ha asaltado y protestado contra varios espectáculos de belleza de 'warias' acusándolos de "inmorales".

En la provincia autónoma de Aceh, en el extremo occidental del país, donde está permitida la aplicación parcial de la sharia (ley islámica), se ha propuesto una ley que permitiría castigar con 100 azotes a las transexuales y a los homosexuales. Hay funcionares de la policía que patrullan las calles contra la "inmoralidad".

Hartoyo, secretario general de Ourvoice (Nuestra Voz), una organización de lesbianas, transexuales, bisexuales y gays dice que, aunque hay grupos musulmanes y radicales contra las warias, también hay voces más moderadas.



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