viernes, 18 de noviembre de 2011

EE.UU.: Herman Cain, el Obama republicano que sueña con la Casa Blanca


La carrera presidencial norteamericana ha sido recientemente marcada por una curiosa simetría. El candidato republicano que más ha crecido en las últimas semanas es, como Obama, negro. Ese sólo hecho basta para insinuar la posibilidad de un retruque histórico: la Presidencia de un afro-americano, un hito que lograron los demócratas, truncada por otro afro-americano, esta vez conservador. Pero hay más, ya que la similitud de Herman Cain con Barack Obama se agota en el color de piel; a partir de ahí la simetría se invierte y arma un perfecto juego de opuestos. Cain es un típico exponente de la derecha recalcitrante y religiosa agrupada en torno al Tea Party. Él mismo se precia de "ser un miembro del Tea Party desde antes de que serlo fuese cool". Su arribo a la Casa Blanca resignificaría no sólo el carácter del Partido Republicano, sino la posición y el rol de todos los negros en la política norteamericana.

Es que Cain es diametralmente opuesto a Obama desde la raíz. Mientras que éste creció en un hogar cómodo, cultivado y cosmopolita, aquél lo hizo en la pobreza. Cain es un negro del sur. Nació junto al Mississippi, en Memphis, Tennessee, en 1945, pero creció en Atlanta, Georgia, ambas ciudades tristemente notables por ser viejos bastiones de la segregación racial. Su padre fue criado, típicamente, en una granja, y cuando Cain nació se ocupaba en tres trabajos para mantener a su familia: era portero, peluquero y chofer para nada menos que el presidente de Coca Cola, que le tenía gran estima. Su madre era empleada doméstica. Ambos eran descendientes de esclavos. Huelga decir que la trayectoria de Cain narra, entonces, una nueva versión del sueño americano. "Mis tatarabuelos eran esclavos y ahora yo soy candidato a la Presidencia de los Estados Unidos. ¡¿Es éste un país grandioso o qué?!", grita con los brazos abiertos en una de sus avisos de campaña.

Cain apela así al clásico patriotismo conservador, al American pride, a la idiosincrasia del norteamericano tradicional, que paga sus impuestos con orgullo para poder hacer su vida tranquilo, sin que el Gobierno le diga qué hace ni cómo tiene que hacerlo. La clásica letanía republicana tan firmemente instituida por Reagan, pero con el estilo peculiar de este sureño que lleva 43 años de casado, es padre de un hijo y una hija y abuelo de tres nietos. Como Sarah Palin, Cain tiene un perfil campechano, habla de modo simple, sin abstracciones ni erudición. Pero a diferencia de la inefable ex precandidata, cuyo candor suburbano convoca menos de lo que espanta, Cain exhibe una personalidad más contundente y flexible.

Lejos de medir sus dichos, se precia de sus posiciones categóricas e intransigentes, que ha expresado con locuacidad en los debates de precandidatos republicanos que han sido un factor esencial en el crecimiento de su popularidad. Es canchero, desafiante y temperamental, al punto que hace poco tuvo que pedir disculpas públicas por haber gritado a un periodista que durante una conferencia de prensa insistió con un tema delicado: Cain había dicho que no estaría cómodo con un musulmán en su gabinete. "No dije que no estaría dispuesto a que los hubiese, siempre que antepongan la Constitución estadounidense a la ley de la Sharia. A lo largo de mi carrera siempre he contratado a los mejores, sin importar su raza, religión, orientación sexual, etnia. Nunca dejé de contratar a alguien en base a algún criterio discriminatorio", aclaró luego.

Declaraciones como éstas, que crispan la sensibilidad norteamericana, tan cara a la corrección política, ha tenido varias. Cain es miembro activo de una iglesia bautista y tiene una posición rígida sobre los derechos civiles. "Creo que la homosexualidad es un pecado porque soy un cristiano que cree en la Biblia, pero creo que es una elección", ha dicho sin tapujos, así como considera que "el aborto no debería ser legal. Debemos proteger la santidad de la vida". Frases como éstas son las que le reaseguran a parte de la derecha del electorado, que ve en Cain a un defensor firme de sus principios.

Con todo, hay algo que puede hacer dudar a sus propios simpatizantes: Cain no tiene experiencia política alguna. Lo más cerca que ha llegado de un puesto en el Gobierno fue durante su frustrada candidatura al Senado en 2004. También trabajó, de joven, como analista balístico para la Marina, y entre 1995 y 1996 llegó a ser presidente del Banco de la Reserva Federal de Kansas. Por lo demás, siempre hizo su carrera -exitosa, por cierto- en el sector privado. De ahí que se presente como un "solucionador de problemas no político".

Estudió ciencias, especializándose en matemáticas, y luego consiguió un master en ciencias de la computación. Empezó trabajando en Coca Cola como analista y luego en Pilsbury, donde pasó a dirigir el análisis de todos los negocios de la compañía y luego a gestionar cientos de locales Burger King, que en ese entonces era subsidiario de Pilsbury. Lo hizo con tal éxito que a los tres años lo designaron CEO de otra cadena: Godfather's Pizza (La Pizza del Padrino). Este fue el cargo que le dio verdadero éxito. Godfather's estaba por quebrar y no sólo logró sacarla a flote sino que terminó comprando la marca a Pilsbury. Cuando empezó a crecer en las encuestas para la carrera presidencial, Cain era presentado como Pizza Man ("El hombre de la pizza"), y él mismo asegura que su experiencia al frente de la cadena de pizzerías es la más importante a la hora de prepararse para la Presidencia: "Mi experiencia en empresas es sobre cómo resolver problemas. Yo di vuelta la situación de Godfather's Pizza con principios de sentido común, y puedo dar vuelta a este país de la misma manera". En 1996, dejó su querida pizzería y pasó a ser CEO de la Asociación Nacional de Restaurantes, y desde ahí comenzó a establecer sus contactos con miembros del Partido Republicano.

Ese "sentido común en los negocios" se alinea con los clásicos principios económicos republicanos. "Para regresar a la prosperidad, el Gobierno tiene que salirse de nuestras espaldas, de nuestros bolsillos y de nuestro camino", reza uno de sus principios para la "Renovación Económica". En el centro de su propuesta presidencial, Cain ha puesto el Plan 9-9-9, que refiere a una inmensa reforma impositiva que aunaría todos los impuestos individuales en tres grupos de impuestos de 9% para transacciones de negocios, ganancias de individuos e IVA. El plan está generando una inevitable polémica, con analistas -entre ellos Paul Krugman- que aseguran que sería durísimo para las familias de menores ingresos y otros que vaticinan creación de empleos y el aumento de sueldos.

Todavía falta mucho para ver si el Congreso norteamericano tendrá que discutir esta reforma o no. Cain parece estar seguro de que sí. Comenzó su campaña con el pie derecho y augura un liderazgo triunfante porque, en sus desafiantes palabras, "un negro de verdad no tiene miedo de tomar las decisiones correctas". z we

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