jueves, 8 de diciembre de 2011

Una botella de plástico ilumina los hogares más pobres de Filipinas


La idea fue desarrollada por el Instituto Tecnológico de Massachussets, de Estados Unidos.

La bombilla ecológica hecha con una simple botella de plástico repleta de agua y lejía, ilumina colgada del techo los hogares de los filipinos sin acceso a la luz artificial o poder adquisitivo para pagar por ese servicio.

"Este método permite que los rayos del sol atraviesen la botella. Entonces, la refracción de la luz al entrar en contacto con el líquido ilumina toda la casa", explica el empresario Illac Díaz, impulsor de la iniciativa 'Isang Litrong Liwanag' (Un litro de luz, en tagalo) promovida por la fundación 'My shelter'.

La iniciativa, que ya ha supuesto alumbrado casi gratuito para unas 25.000 moradas de las barriadas más pobres, partió de una idea desarrollada por el Instituto Tecnológico de Massachussets, de Estados Unidos.

"Queríamos algo que se pudiera hacer con materiales disponibles para todo el mundo y con herramientas sencillas", apunta Díaz. Los voluntarios del programa 'Un litro de luz', ayudados por el Ejército durante jornadas benéficas especiales, fijan la botella a una lámina de fibra de vidrio con un orificio en medio y la llenan parcialmente con agua purificada -que permite una mayor claridad- y tres cucharadas de lejía para evitar la formación de moho u otras formas de vida en al menos cinco años.

Después sellan la botella herméticamente, agujerean el tejado de la chabola con un taladro y colocan el artilugio. El morro de la botella queda en el exterior, como una chimenea diminuta, y capta la luz solar, que se expande en el líquido y refulge de manera parecida a una bombilla convencional de bajo consumo.

Este ingenio da luz gratuita durante el día en las chabolas, por lo general apiñadas las unas con las otras y en las que disponer de una sola ventana es casi una quimera. Aunque el artilugio no funciona por la noche, Díaz sostiene que "algunas personas que viven cerca de una farola también tienen luz después de la puesta de sol".

"No pensaba que una botella pudiera darnos luz, esto nos va a permitir ahorrar mucho en electricidad", dice Lita, una mujer de 42 años que contempla incrédula cómo brillan los dos "bulbos de luz" que acaban de instalar en el techo de su chabola.

Filipinas, un país donde alrededor de un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, es el segundo país de Asia con la tarifa eléctrica más alta, solo por detrás de Japón.

"La gente nos suele decir que todas las semanas tiran botellas a la basura y al mismo tiempo tienen que elegir entre vivir a oscuras o pagar más por la factura de la luz. Y la solución estaba todo el tiempo delante de ellos", comenta Díaz.

El costo aproximado del material -una botella, una lamina de zinc o fibra de vidrio, el agua purificada, la lejía y el aislante para fijar el ingenio- ronda el precio de un dólar (75 céntimos de euro) y hasta el momento, los materiales, ensamblaje y colocación de la bombilla han sido costeados con las donaciones.

El objetivo final es cortar la dependencia de la caridad y formar a pequeños emprendedores con conocimientos técnicos que instalen las bombillas en casa a un precio módico para de esta forma combatir el desempleo entre los filipinos más pobres.

"Les hemos formado para ello porque es una buena manera de crear emprendedores y fomentar el empleo. Lo han empezado a hacer por su cuenta y por el trabajo de acoplar la botella al tejado e instalarla cobran unos 30 pesos (50 céntimos de euro o 70 céntimos de dólar). Uno de ellos ha fabricado cerca de 8.000, de modo que ha sacado un buen dinero", señala el principal promotor de la bombilla.

Tras colgarlas en más de 25.000 hogares de Manila desde que a finales de 2010 empezó el proyecto, el objetivo ahora es iluminar con esta bombilla 100.000 moradas antes de que concluya el año y alcanzar un millón al finalizar 2012.

En el futuro, los promotores perseguirán extender el uso de este ingenio por las comunidades más empobrecidas de Filipinas e incluso quieren traspasar su experiencia a grupos de ayuda social de otros países para que su empleo revierta en beneficio de la mayor cantidad de gente.

"Si existe la hora de la Tierra en el que todo el mundo apaga la luz -declara Díaz- también debería existir la hora filipina, en la que en todo el mundo encendemos la luz de la gente pobre de manera ecológica. Sería una gran contribución para el mundo, la tecnología ecológica tiene que llegar a los más pobres".


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