martes, 27 de marzo de 2012

Ecuador: Impresiones de la marcha

Felipe Burbano De Lara

fburbano@hoy.com.ec

La marcha indígena de la semana pasada fue el resultado de una suma de organizaciones sociales muy diversas en sus intereses y representatividad: sindicatos, estudiantes, maestros, campesinos, indígenas y ambientalistas. Se sumaron políticos relacionados de distinto modo con esas organizaciones: MPD, Pachakuitk y ex correístas. Cuatro hechos destacan de la marcha: el esfuerzo de coordinación entre todas esas organizaciones, el liderazgo de la CONAIE, la importancia de los ambientalistas, y la capacidad para generar múltiples solidaridades.

En conjunto, fue un intento por reflotar al movimiento popular en el contexto de la revolución ciudadana, recuperar la resonancia y legitimidad de la protesta, posicionar en el debate público temas cruciales del modelo extractivista -su costo ambiental y la dudosa capacidad para generar el bienestar social anunciado tan demagógicamente por la retórica revolucionario- y detener este clima inaceptable de maltrato, insultos y prepotencias presidenciales. La marcha sirvió para que el gobierno pudiera verse en un espejo que no sea el de su propio monólogo.

La fortaleza de la marcha estuvo en los indígenas, en su red organizativa, en su identidad y en la historia reciente de sus luchas. Resulta irónico que un proceso autoproclamado como revolucionario se enfrente al movimiento social más importante de las últimas décadas en el Ecuador, sin reconocerse deudor de sus luchas. La CONAIE mostró que cuenta con una estructura organizativa que ha resistido los embates del gobierno por destruirla y para evitar su activación y movilización. Si algo hemos visto en las últimas tres semanas ha sido la vocación totalitaria y reaccionaria de la revolución: descalificación de los dirigentes indígenas, argucias represivas para evitar la movilización, restricciones al uso de espacios públicos en las ciudades, denuncias infundadas de un supuesto plan desestabilzador.

Frente a los indígenas, la revolución ha mostrado sus peores rostros: un lenguaje racista, su gigantesca prepotencia, su inclinación a solo ganar y acumular poder, y la negación de derechos políticos a los opositores. Como han señalado ya varios analistas, el lenguaje del Gobierno frente a los indígenas marcó un retroceso de por los menos 20 años en los esfuerzos de las últimas décadas a favor de una cultura más tolerante hacia las diferencias étnicas en un país con una herencia colonial tan pesada. Lo que ha hecho Correa es enrostrar a la dirigencia indígena su enorme popularidad para decirles ustedes no son nada, no representan a nadie, son apenas unas plumas y unos ponchos.

¿Qué deja la marcha? Un Gobierno desubicado frente a los esfuerzos del movimiento popular por reconstituirse; y una red organizativa en la Sierra y la Amazonía –espacios precarios para la revolución- reactivada y con capacidad para ser movilizada. La marcha fue un ejercicio de acumulación silenciosa de fuerzas y apoyos a lo largo de los 700 kilómetros recorridos; vertebró políticamente un territorio como campo privilegiado del movimiento indígena popular, como espacio de solidaridad y crítica, de malestar y protesta frente a un gobierno enclaustrado en la engañosa popularidad del líder.



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