martes, 6 de marzo de 2012

FEMINISMO, TRAVESTISMO, GÉNERO Y SEXUALIDAD

Lic. Josefina Fernández

El feminismo ha sido uno de los últimos movimientos emancipatorios del siglo XX

La antropóloga Josefina Fernández* habla sobre el surgimiento y alcances de organizaciones feministas en Argentina. Opina sobre las distintas perspectivas sobre “géneros”, y relaciona la postura feminista con el accionar del movimiento travesti en búsqueda del reconocimiento y la inclusión social. Su propuesta se dirige a que las leyes y debates teóricos sobre sexualidad se reflejen y modifiquen las prácticas sociales.

-¿Cuál ha sido el recorrido de las luchas de las mujeres que desembocó en el feminismo? ¿Cómo continúa hoy?
Ya en el siglo XIX encontramos voces feministas en Argentina muy vinculadas al movimiento europeo y estadounidense. En revistas populares de 1880 aparecen estas voces en nuestro país, con reivindicaciones diversas, fundamentalmente vinculadas al divorcio, al derecho al voto, las primeras grandes reivindicaciones en el mundo.

Ese movimiento ha sufrido una serie de interrupciones y ha estado muy sujeto a los vaivenes políticos del país. Muchas de sus reivindicaciones han tenido que ver ese contexto político. Desde la apertura democrática en 1983 hasta hoy, el movimiento feminista, como buena parte de los movimientos sociales decayeron o concentraron sus demandas en dos o tres temáticas acotadas, por ejemplo los derechos sexuales y reproductivos y la cuota en el Parlamento.

Hoy el feminismo está más concentrado en el derecho al aborto, en algunas políticas de desarrollo y en la inclusión en el desarrollo de las políticas públicas. También trabajan en la integración regional, y en temas de género, que supone para las mujeres las políticas de integración regional.

El movimiento feminista se convirtió en un movimiento que interpela al Estado, básicamente en torno a los derechos sexuales y reproductivos. Trabaja dentro de él, institucionalizado, con las políticas de género y desarrollo. También el feminismo está hoy metido en la academia. Ha permeado todos los espacios sociales y es un tema de debate público permanente.

-¿Qué significó en el feminismo la incorporación del concepto de identidad de género?
-Fue un hecho revolucionario porque se consiguió entender que la subordinación de las mujeres no tenía que ver con su naturaleza biológica, sino con la construcción de las sociedades sobre esa diferencia sexual. No solamente eso, sino que se pudo interpretar el género como relaciones de poder. Pensar en la subordinación en términos de poder y no como resultado de su biología sino de la interpretación cultural de esa diferencia, fue un paradigma de lectura novedoso y emancipatorio de las relaciones entre varones y mujeres.

El feminismo ha sido uno de los últimos movimientos emancipatorios del siglo XX, pese a que es difícil para la literatura hegemónica que lo interpreten así. Pero creo que después no hubo muchos movimientos emancipatorios de tanto impacto y relevancia en la sociedad.

-La cuestión de género ¿es una deuda pendiente de la educación?
-Sigue siendo una deuda pendiente no solo en la educación sino también en trabajo, en salud, en los temas más importantes que atañen a la vida de todos. La educación sigue siendo sexista. La propuesta educativa en general sostiene el conflicto entre hombres y mujeres en perjuicio de las mujeres. Desde la currícula oculta, las cosas que no están explícitas hasta la más explícita, siguen siendo diferenciadas entre varones y mujeres.

-¿Qué implicaría revertir eso?
-Es similar al proceso de la Ley versus la calle. La ley es un avance importante pero si no se busca la manera de remover simbólicamente estas subordinaciones, de nada sirve la ley. Lo mismo pasa con los cambios en la currícula: son necesarios pero no suficientes. Son dos vías de ataque diferentes, ambos importantes y necesarios para que haya un cambio real.

-¿Qué significó el surgimiento del movimiento travesti en el feminismo?
-El debate sobre el vínculo del travestismo y el feminismo es reciente en el país y en la región. En Argentina comienza con el encuentro nacional, en el año 2000, en Río Ceballos, donde por primera vez algunas compañeras travestis que se habían definido como feministas solicitaron la participación en el evento. La comisión organizadora no las admitió.

Los argumentos fueron diversos, pero centrados en que las travestis no son mujeres; más allá de que asuman una identidad de género femenina, su biología es masculina y esto no las habilitaría para ingresar a un movimiento feminista que se descubre como integrado solo por mujeres biológicas.

No está dicho en estos términos porque sería una gran contradicción, pero la incorporación de las travestis es visto como una amenaza. Si les abrimos la puerta a las travestis, los próximos en entrar van a ser los varones y esto disolvería la esencia del movimiento feminista. Este fue un debate largísimo que pasó las fronteras del país y se discutió intensamente en el Encuentro Feminista Latinoamericano del Caribe, en Brasil, en el que no se resolvió por consenso pero sí por votación.

En México ya tuvieron una voz. En Argentina, a pesar de que las travestis participan en los movimientos de mujeres, no consiguieron participar en los movimientos feministas, en los encuentros. Yo fui una de las impulsoras de la incorporación de las travestis al feminismo desde 2000.

-¿Cómo surge tu interés por el estudio de esto?
-Venía trabajando desde la teoría sobre género en crisis, con el concepto de género. Y esto se conjuga con el hecho de conocer travestis feministas activistas, en el debate que se hizo en Buenos Aires sobre el Código de Convivencia Urbana en 1998. Ahí participé como feminista, acompañando a mujeres en situación de prostitución y en ese contexto conocí algunas integrantes del movimiento travesti. Empecé a discutir con ellas estos temas y aquellas preguntas que me venía haciendo desde el punto de vista teórico, pero esta vez encarnadas en la voz de sus protagonistas.

-¿Qué cambió desde ese momento hasta hoy?
-Pese a que son pocos años el movimiento travesti tiene cada vez más una expresión organizada. En esa época había apenas dos o tres organizaciones travestis con intereses muy diferentes: una que pretendía debatir la identidad de género, otra que tenía como objetivo la reivindicación de la prostitución, y otra que trabajaba temas de desarrollo laboral.

Hoy existen otros grupos que iniciaron un proceso de interpelación al Estado, como el grupo MAL que lidera Diana Sacayan y que ha tenido logros muy importantes, como obligar a los hospitales a respetar el nombre con el que deciden ser llamadas. Ya no las pueden llamar “Carlitos”. Esto mejora sus condiciones de acceso a la salud. Muchas veces vulneraban el derecho a ser nombradas de la manera por ellas elegida y llegaban a los hospitales en estado terminal. Hoy esto comienza a revertirse.

También hubo logros en la educación. Consiguieron crear enclaves en las escuelas de formación de adultos donde las travestis son convocadas especialmente para terminar la escuela primaria o secundaria.

El reconocimiento de personería jurídica fue la gran lucha de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (Alitt) que encabeza Lohana Berkins, tardó unos seis años hasta que fue otorgada por la Corte Suprema. En 2001 recién empezaban a interrelacionarse con el resto del movimiento LGTTB y empezaban a tener cierta visibilidad pública dentro del movimiento y para la sociedad. Hoy tienen una voz propia y capacidad de interpelar al Estado o a cualquier organización que las discrimine, con todas las dificultades que esto significa.

-¿Cuáles son los desafíos actuales?
-Hay que empezar a trabajar en el nivel simbólico. Me asusta cuando la cosa se concentra en la petición de derechos solamente. Porque tenemos lo del matrimonio igualitario, pero es difícil ver una pareja gay o lesbiana caminando de la mano o en una situación amorosa. Hay un desfasaje entre los derechos por los cuales se pelea (con lo que estoy de acuerdo) pero si esto no va acompañado por algo que haga que ese derecho esté en la calle, habremos avanzado muy poco. Hay ahí un gran abismo con el que hay que tener cuidado.

-¿Cómo se supera ese abismo?
-Hay que instalar debates concretos, hablar de sexualidad. El movimiento feminista y el gay en general tienen mucha dificultad de poner en el debate los temas de sexualidad. Y empiezan a ser temáticas de espacios académicos pero en desarticulación con la sociedad. Ha quedado en el silencio de los movimientos sociales y en el de la academia.

Pasa con varios temas; el de la sexualidad es uno de los más difíciles de sacar a la luz y de pensar. Se ha avanzado pero falta mucho.

El tema de la prostitución ha tenido muy poco debate en Argentina y hay un rechazo o cierta resistencia a debatir. Hay posiciones que están a favor o en contra o que lo piensan como un trabajo o como una forma de explotación sexual. Y hay resistencia a debatirlos en términos de sexualidad y cuerpos. Entonces quedan dos voces que no se juntan nunca y menos cuando lo que se quiere discutir es de qué cuerpo hablamos cuando hablamos de cuerpo y prostitución, de qué sexualidad hablamos, y qué significa esto para las mujeres.

*Josefina Fernandez es graduada en Antropología y magíster en Sociología de la Cultura. Activista feminista desde hace muchos años. También ejerce la docencia universitaria, dictando seminarios de posgrado.



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