martes, 8 de mayo de 2012

El lado feminista del movimiento indígena en Brasil

João Fellet

Enviado especial de la BBC en la frontera Brasil-Perú

Nacidas en los pueblos indígenas del estado brasileño de Acre, Leticia Yawanawá, de 49 años, y Nazaret Apurinã, de 48 años, se trasladaron a Río Branco en 1980 para acompañar a sus maridos, quienes entonces surgían como líderes en sus comunidades.

Ambas trataron de completar sus estudios en la capital del estado, pero la influencia de sus esposos las llevó a interesarse en el movimiento indígena, que por aquellos años presionaba al gobierno para la delimitación de la tierra.

Pero en una de las primeras reuniones a las asistieron, en la ahora extinta Unión de Naciones Indígenas de Acre y el sur de Amazonas (UNI), les extrañó la composición de las mesas de debate.

"Había mujeres que trabajan como secretarias, ayudantes, pero todas eran blancas", recuerda Yawanawá. "Entonces nos preguntamos por qué nosotras no podíamos participar".

La inquietud fue creciendo y en 1996, Yawanawá y Apurinã decidieron unirse con otras dos mujeres indias para discutir formas de mejorar las vidas de las mujeres en las comunidades.

"Por tradición, no teníamos autonomía en las aldeas. Pero cuando los hombres viajaban a la ciudad para asistir a reuniones, nosotras éramos las que quedábamos a cargo. Necesitábamos tener más voz", dice Apurinã.

Entre las luchas del grupo estaba la de hacer que las mujeres pudieran participar en decisiones que iban desde la definición de los terrenos para las plantaciones hasta la elección del líder del grupo.

Comienzos difíciles

Sin embargo, el comienzo no fue fácil. Apurinã dice que los hombres consideraron la iniciativa como un insulto.

Para eliminar la desconfianza invitaron a los hombres a la primera reunión importante de la organización en 1998 en la que participaron 200 indígenas.

"Queríamos demostrar que nuestro objetivo no era competir, sino sumar fuerzas", dijo Apurinã.

Las reuniones continuaron, y seis años más tarde, el grupo se formalizó con la creación de la Organización de Mujeres Indígenas de Acre, sur de Amazonas y noroeste de Rondonia (Sitoakare), de la que Apurinã es coordinadora y Yawanawá su vicepresidente.

Hoy, a 16 años del inicio de su lucha, dicen que la situación de las mujeres en los pueblos todavía deja mucho que desear "aunque ya hay mujeres jefes y chamanes. Y empezamos a influir en las decisiones", dijo Apurinã.

"Es difícil dejar a un niño en el pueblo con su padre para tener que asistir a una reunión en la ciudad, pero esto ya está pasando. El movimiento nos sacó de las cuatro paredes".

Causas tradicionales

"Muchos de los líderes tradicionales fueron reclutados por el gobierno y guardarron silencio a cambio de un salario. Pero en los pueblos nos señalan y nos dicen: tú eres nuestra esperanza. Esto nos da fuerza"

Nazaret Apurinã, líder indígena

Además de pedir más representación para las mujeres en sus comunidades, el grupo ha actuado en nombre de causas indígenas tradicionales, como la demarcación de la tierra, educación y salud.

Con el fin en el año 2005 de la UNI -la principal organización indígena de la región, desaparecida en medio de acusaciones de uso indebido de los recursos para la salud de los indígenas- las mujeres tomaron la delantera del movimiento.

Según Apurinã, todavía hay 17 áreas indígenas que deben ser demarcadas en la región.

En cuanto a las condiciones de salud en las aldeas, asegura que son malas porque el gobierno no usa los recursos disponibles.

"Hemos visitado comunidades en las que todos están enfermos. No se les puede invitar a participar en nada", dijo, quejándose de la falta de medicamentos en las unidades de apoyo más cercanos a las aldeas y el largo tiempo que transcurre entre visitas de los trabajadores de la salud.

"Cuando un indígena que no habla bien portugués va a un hospital hay gran dificultad para hacer el diagnóstico", dice Apurinã.

También se refiere a los persistentes problemas de saneamiento en las aldeas y la contaminación en los ríos, que han causado enfermedades entre los indios.

Limbo educacional

La educación también recibe sus críticas, ya que según Apurinã, sólo el 10% de las aldeas tienen escuelas que llegan hasta nivel secundario.

"No hay ningún incentivo para que los jóvenes vayan a la universidad. ¿Quién va a ir a la ciudad por su cuenta sin ningún tipo de apoyo. Tiene que limpiar jardines para hacer algo de dinero, y a veces regresan al pueblo antes de completar el curso", dice.

Gracias al espacio ganado en los últimos años, las líderes dicen haber recibido propuestas para trabajar en el gobierno. Pero ellas se han negado.

"Preferimos seguir en movimiento, a veces sin tener dinero para comer, pero sin ataduras con nadie", dice Yawanawá.

"Muchos de los líderes tradicionales fueron reclutados por el gobierno y guardaron silencio a cambio de un salario. Pero en los pueblos nos señalan y nos dicen: tú eres nuestra esperanza. Esto nos da fuerza".

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