miércoles, 20 de junio de 2012

Corrupción universitaria y crisis financiera. Académicos mercenarios

Charles Ferguson
17/06/12

¿Por qué fue tan apagada la respuesta de los expertos académicos norteamericanos a la crisis financiera global? En este fragmento de su libro Inside Job, elaborado a partir de su extraordinario y difundido documental, Charles Ferguson sostiene que la corrupción está profundamente arraigada en las universidades.

Mucha de la gente que vio mi documental Inside Job se dio cuenta de que la parte más perturbadora de la película consistía en la revelación de los extendidos conflictos de intereses en las universidades, en centros de estudios y entre expertos académicos. Los espectadores que vieron mis entrevistas con eminentes profesores quedaron asombrados por lo que salía de su boca.

Sin embargo, no deberíamos sorprendernos. En las últimas dos décadas, los profesionales de la medicina han demostrado ampliamente la influencia que puede ejercer el dinero en un campo supuestamente objetivo, científico. En general, las escuelas y revistas médicas han respondido bien, adaptándose a los requerimientos de transparencia. La disciplina de la economía, las escuelas de negocios, las facultades de derecho y de ciencias políticas han reaccionado de manera muy diferente.
En los últimos treinta años, partes notables del mundo académico norteamericano se han degradado en actividades de "paga por jugar". En nuestros días, si vemos a un célebre profesor de economía prestar testimonio ante el Congreso, o escribir un artículo, hay muchas probabilidades de que le pague alguien con grandes intereses en lo que se está debatiendo. La mayor parte de las veces estos profesores no revelan estos conflictos de interés y la mayor parte de las veces las universidades miran hacia otro lado.
Media docena de firmas de consultoría, varias agencias de conferenciantes y diversos grupos de presión económicos mantienen extensas redes de especialistas académicos de alquiler con el propósito de abogar en favor de intereses económicos en los debates de política y regulación. Los principales sectores implicados son la energía, las telecomunicaciones, la atención sanitaria, el agribusiness y, de manera que no deja resquicio de duda, los servicios financieros.
Algunos ejemplos. Glenn Hubbard se convirtió en decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia en 2004, poco después de abandonar el gobierno de George W. Bush. Buena parte de su labor académica se ha centrado en la política fiscal. Un buen resumen sería decir que no ha visto nunca un impuesto que le gustase. En noviembre de 2004, Hubbard escribió conjuntamente con William C. Dudley, entonces economista jefe de Goldman Sachs, un artículo asombroso. El artículo, “Cómo los mercados de capital aumentan el rendimiento económico y facilitan la creación de empleo” merece citarse. Recordemos que hablamos de noviembre de 2004, con la burbuja ya bien en movimiento: "Los mercados de capital han ayudado a hacer menos volátil el mercado de la vivienda... Las 'restricciones crediticias' del género de aquellas que periódicamente cerraban la oferta de financiación a los compradores de vivienda… son cosa del pasado".
Hubbard se negó a revelar si le habían pagado por escribir ese artículo. También se negó a proporcionarme su última declaración oficial de transparencia financiera, que no pudimos obtener de ningún otro modo, pues la Casa Blanca la había destruido. A Hubbard le pagaron 100.000 dólares (63.000 libras) por declarar como testigo de la defensa de dos gestores de un hedge fund de Bear Stearns procesados en relación con la burbuja, que salieron absueltos. El año pasado, se convirtió en consejero asesor económico de la campaña presidencial de Mitt Romney.
Larry Summers ha desempeñado casi todos los puestos de importancia en la gestión económica gubernamental. Secretario del Tesoro con Clinton, en 2009 se convirtió en director del Consejo Económico Nacional de la administración de Obama.
Aunque sensato en muchas cuestiones, Summers ha cometido una serie de errores y arreglos bien documentados. Y sus opiniones sobre el sector financiero serían difíciles de distinguir de las de Lloyd Blankfein [jefe de Goldman Sachs], por ejemplo, o Jamie Dimon [jefe de J.P. Morgan].
La mayor parte de nuestra información sobre Summers proviene de declaración oficial de transparencia. La declaración de transparencia de 2009 establecía que sus ingresos totales estaban entre 17 y 39 millones de dólares. Sus ganancias totales del año anterior a incorporarse al gobierno fueron de casi 8 millones de dólares. Goldman Sachs le pagó 135.000 dólares por una sola conferencia.
Summers es un hombre de compromisos que debe la mayor parte de su fortuna y buena parte de su éxito político al sector de servicios financieros, y que estuvo implicado en algunas de las decisiones políticas más desastrosas del pasado medio siglo. En el gobierno de Obama, Summers se opuso a medidas contundentes para sancionar a los banqueros o recortar sus ingresos.
Harvard no le exige todavía a Summers transparencia en sus compromisos con el sector financiero. Tanto Harvard como Summers declinaron atender mis peticiones de información.
El problema de la corrupción académica está hoy tan profundamente arraigado que estas disciplinas, así como universidades destacadas, se ven gravemente comprometidas, y cualquiera que considere resistirse a la tendencia se sentiría racionalmente muy asustado. Pongamos por caso una situación como ésta: eres estudiante de doctorado o un miembro joven del profesorado, que está ponderando si llevar a cabo alguna investigación sobre, digamos, estructuras de compensación a la hora de tomar riesgos en servicios financieros, o las repercusiones potenciales de los requisitos de transparencia pública en el mercado de CDS (credit default swaps). El presidente de tu universidad es… Larry Summers.
El presidente de tu departamento es… Glenn Hubbard. O estás en el MIT [Massachussets Institute of Technology], y quieres examinar la caída en el pago del impuesto de sociedades. La presidenta del MIT es Susan Hockfield, que está en la junta de GE [General Electric], una empresa que ha evitado pagar prácticamente cualquier tipo de impuesto de sociedades durante varios años
¿En qué medida afectan estas fuerzas a la investigación y política académicas? La evidencia de la que disponemos sugiere que el efecto es considerable.
Los comentarios académicos sobre la crisis financiera han sido notablemente débiles. Existen, a buen seguro, notables excepciones. Pero en su mayor parte, el silencio ha sido ensordecedor. ¿Cómo se puede estructurar un sector entero de tal modo que a los empleados se les anime a saquear y destruir sus propias empresas? ¿Por qué fracasaron la desregulación y la teoría económica de modo tan espectacular?
La difusión de la película Inside Job tocó claramente una fibra con respecto a estas cuestiones. Se puso en contacto conmigo un gran número de estudiantes y profesores, y ha habido mucho debate. Hay departamentos, entre los que se cuentan los de la Escuela de Negocios de Columbia que han adoptado por vez primera requisitos de transparencia. Pero la mayoría de las universidades carecen todavía de esos requisitos, y pocas tienen limitaciones sobre la existencia de conflictos de interés. Lo mismo vale para la mayoría de las publicaciones académicas. Los periodistas tienen estrictamente prohibido aceptar dinero de cualquier sector u organización sobre la que escriban.
No es este el caso en el mundo académico.
Se ha producido un cambio positivo significativo. Este mismo año, la Asociación Norteamericana de Economía adoptó un requerimiento de transparencia para las siete revistas que publica. Pero la mayoría de las instituciones siguen oponiéndose a una mayor transparencia y, durante la realización de la película, se negaron siquiera a debatir la cuestión.
Charles Ferguson es fundador y presidente de la productora cinematográfica Representational Pictures, y director y productor de No End In Sight: The American Occupation of Iraq (2007) e Inside Job (2010), que consiguió el Oscar al Mejor Documental. Ferguson se doctoró en Ciencias Políticas en el MIT y trabajó como consultor independiente, especialista en tecnología de la información y creador de software. Este texto editado proviene del libro de reciente publicación Inside Job: the Financiers Who Pulled Off the Heist of the Century [Un trabajo desde dentro: los financieros que dieron el golpe del siglo], que detalla y prolonga mucho de lo tratado en el documental del mismo título.

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