sábado, 4 de agosto de 2012

Colombia: La sordera de las FARC ante las exigencias indígenas

por Luis García

Los indígenas del Cauca, por decisiones adoptadas a través de sus organizaciones, que representan la autoridad legítima de sus comunidades, exigieron al gobierno colombiano y a las FARC la retirada de toda presencia militar en sus territorios y poblaciones.

Pasando de las palabras a los hechos, en una acción de amplia repercusión nacional e internacional, procedieron a desalojar a los militares de la base que habían instalado en el Cerro Berlín, en el municipio de Toribío, el 17 de julio a través de una movilización masiva y pacífica.

En forma prácticamente simultánea aplicaron a latigazos su justicia a varios milicianos de las FARC, conminándolos a que respeten las decisiones de las comunidades so pena de ser expulsados de ellas, quemaron varios fusiles que les fueron incautados, en lo que podría denominarse una acción más qué simbólica de rechazo abierto y público a la presencia de las FARC en sus propias comunidades.

Santos: responde no

No nos extenderemos en analizar la respuesta gubernamental. Los intereses que representa el gobierno Santos, su plan económico –que tiene como uno de sus componentes la entrega de la totalidad del territorio a la explotación inmisericorde de la gran minería de las multinacionales– supone el control militar.

Nunca tales proyectos tendrán garantía de ejecución si las propias comunidades tienen la soberanía para decidir su desarrollo. Seguramente, como ha quedado demostrado en infinidad de luchas en América Latina y el mundo (como la lucha contra Conga en Cajamarca, Perú, o la de Santurbán en Santander, Colombia) las comunidades preferirán siempre el agua que beberán ellas y sus hijos y no el oro que se llevarán las multinacionales. Tales proyectos de gran extracción minera siempre chocan con las comunidades y siempre los gobiernos burgueses están decididos a imponerlos a sangre y fuego.

La anterior es y será en el futuro una de las más gigantescas contradicciones que tendrán que enfrentar no solamente los indígenas protegiendo sus tierras sino la totalidad de pueblo colombiano; contradicción que se expresa y expresará a través de infinidad de luchas parciales que deberían convertirse en una sola lucha nacional, general, de defensa del territorio contra la voracidad de las multinacionales de la gran minería, a las que el gobierno les ha abierto las puertas de par en par.

Para un punto de vista revolucionario, nada nuevo hay en la respuesta gubernamental. Era relativamente previsible y un análisis de la misma interesa únicamente para que ayude al avance de la conciencia, la movilización y la lucha de las comunidades afectadas y del conjunto del movimiento obrero y popular que defiende sus derechos y reivindicaciones y se opone a la entrega de los recursos naturales, del territorio y la riqueza del país a la depredación capitalista.

A quién le sirve la respuesta de las FARC

El 20 de julio, en una extensa carta suscrita por Timoleón Jiménez, a nombre del Estado Mayor Central de las FARC-EP, esta organización respondió a las demandas indígenas. En lo fundamental, las FARC expresan: “Si el Ejército, la Policía y los paramilitares salen del Cauca, si termina su guerra contra indígenas, campesinos, mineros y pueblo en general, nosotros no tendremos
problemas para salir también
.”

Las FARC, en lugar de responder franca y abiertamente a las comunidades indígena, aceptando o rechazando sus exigencias, condicionan su salida a la respuesta que den el Estado, el gobierno y las fuerzas paramilitares.

Desde un punto de vista revolucionario es necesario analizar exhaustivamente la respuesta dada por las FARC, profundizando en su significado, mirando si conviene al desarrollo de la conciencia política de los trabajadores, explotados y oprimidos, adoptando una posición expresa y categórica sobre el problema planteado por los indígenas; que en últimas se sintetiza en el respeto a su autonomía, capacidad de decisión y control sobre sus territorios.

Las organizaciones obreras, populares y democráticas no podemos escurrir el bulto a este problema ocultando el mismo tras la denuncia al accionar del gobierno y sus planes. Ese accionar y esos planes ya los conocemos y contra ellos debemos luchar unificadamente. Pero esa lucha unificada obliga a tener también la más absoluta claridad sobre los métodos y las acciones de otras fuerzas u organizaciones que, diciendo estar en el terreno de la lucha popular y democrática, entran en abierto choque y conflicto en determinados momentos con quienes son los principales actores del proceso revolucionario: las masas explotadas y oprimidas y las organizaciones que las representan a través de las decisiones que democráticamente adopten.

Las FARC desconocen la autonomía indígena

No es necesaria mucha lógica para llegar a la conclusión de que las FARC, al responder a las exigencias indígenas, se colocan en similar terreno que el gobierno: absoluto desconocimiento del derecho de dichas comunidades a su autonomía, al pleno ejercicio de su cultura, de sus tradiciones milenarias, de su propia justicia.

Una posición que como mínimo se asuma radicalmente democrática debería, por razones que aparecerían casi obvias pero sobre las cuales las FARC se callan, asumir como principio el más irrestricto respecto a las comunidades indígenas y a sus decisiones. Ni qué decir si dicha organización se proclama revolucionaria –como las FARC– y plantea la destrucción de un régimen político que ha tenido como esencia la opresión y la represión; expresada brutalmente durante más que décadas, siglos, contra los indígenas, usurpándoles las tierras, atropellando su cultura y tradiciones, asesinando a sus dirigentes.

Para ir a lo simple, sin necesidad de todas las vueltas y revueltas que en su misiva da Timoleón, para cualquier trabajador se trata de lo siguiente: Dos ‘actores’ que él considera extraños, entran a su casa (su territorio) y comienzan a hacer y deshacer sin que el trabajador tenga derecho al más mínimo reclamo ante uno u otro. El trabajador, rodeado de todos sus vecinos, les exige que salgan de inmediato, que se retiren, que cesen en sus acciones. Y entonces uno de ellos responde: “Yo sólo me retiro y ceso acciones si el otro se retira”. Es evidente que quien así responde está pisoteando el derecho del trabajador a disponer de su propia casa (su territorio) como bien le plazca. ¡Que el gobierno Santos responda así es, evidente, previsible! ¡Eso ya lo sabemos entre los revolucionarios! ¿Qué las FARC respondan así? El asunto es de máxima y absoluta gravedad y signará la relación de que pueda establecer un gobierno como el que pretenden las FARC con estas comunidades.

Las FARC desconocen las decisiones democráticas y las organizaciones de masas

Las FARC, en la respuesta de Timoleón, se escudan en la respuesta del gobierno. Es una forma lamentable de discutir con el movimiento indígena. ¿Reconocen las FARC que la demanda de cese de su accionar en el territorio indígena es una decisión de las masas indígenas adoptada, a través de mecanismos que representan su tradición y cultura, en forma democrática?

Timoleón señala que responde con “la misma claridad y franqueza” con que la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN, expresa su pensamiento y propósitos. Pero, lamentablemente, en forma velada, Timoleón desliza en su carta de respuesta varias sugerencias que intentan cuestionar la validez de las demandas indígenas, sin señalar con “claridad y franqueza” el motivo para desconocerlas.

Así, por ejemplo, las FARC en su respuesta expresan: “Si los conquistadores españoles se valieron de la Iglesia, los halagos personales y hasta de la corrupción de muchos caciques como mecanismos de avanzada para su presencia expoliadora, sabemos que igual sucede hoy con diversas organizaciones de rostro humanitario, benefactor o clientelista. Fenómenos así minan la credibilidad de muchos liderazgos en la propia base indígena y descomponen su organización.”

Por supuesto que no somos ilusos considerando que el movimiento indígena es un todo homogéneo, en el cual no influyen y se mueven diversos intereses. Sin embargo ¿cuál es la forma de lograr que ese propio movimiento indígena avance cada vez más a posiciones revolucionarias, vinculando su accionar al conjunto del de los explotados y oprimidos del país? ¿Desconociendo las decisiones adoptadas por sus organizaciones? ¿Pasando sobre ellas porque puedan estar influidas por “diversas organizaciones de rostro humanitario, benefactor o clientelista”?

En sus veladas críticas ante las demandas indígenas, Timoleón señala: “A veces parece desprenderse de sus sinceras alegaciones, que las comunidades indígenas sólo miran por ellas mismas, desconociendo la suerte de los demás desposeídos y perseguidos de Colombia, que suman por lo menos treinta millones de compatriotas”.

Es más que natural que las comunidades indígenas tengan como primera prioridad la lucha por sus propias reivindicaciones; siempre es así en el movimiento de masas. Los revolucionarios actuamos sobre esa realidad, dinamizándola, profundizándola y mostrando cómo las necesidades de un sector de masas específico (en este caso los indígenas) sólo podrán tener posibilidades de solución profunda y duradera cambiando el conjunto de la estructura social. El reclamo de Timoleón raya en la más absoluta prepotencia sugiriendo un supuesto tácito de que las FARC serían entonces la representación de “los demás desposeídos y perseguidos de Colombia, que suman por lo menos treinta millones de compatriotas” y que por ello no pueden pasar por alto las demandas indígenas.

¿Cuál es la base social de las FARC en las comunidades indígenas?

Hay un hecho de trascendental importancia al cual las FARC no conceden ninguna en su respuesta. ¿Puede una guerrilla revolucionaria –como se proclaman las FARC– actuar en un territorio donde la enorme mayoría de la población (caso del Cauca en los territorios indígenas) es oprimida, explotada y discriminada por el estado y el gobierno, a pesar de que esa base social (a través de sus organizaciones) le solicita que no actúe, que se retire, que no confía en que ella (la guerrilla) sea garantía para su defensa ante los ataques del Estado, de las multinacionales, de otros sectores que actúan contra ella.

En su carta a las FARC la ACIN señala con absoluta claridad: “No aceptamos sus fuerzas guerrilleras en nuestros territorios. No las queremos y no las necesitamos.” Con claridad y franqueza agregan: “No necesitamos su presencia porque la guerrilla no nos trae tranquilidad; ustedes atacan a la población civil; ustedes irrespetan nuestra autoridad y nuestra justicia. No ayudan a la autonomía: todo lo que tenemos en gobierno propio lo hemos hecho nosotros y nosotras. Los pueblos indígenas hemos dado pruebas de poder construir nuestros propios sistemas económico, educativo, judicial y de salud. La guerrilla no nos protege de los atropellos de la fuerza pública; cuando llega el Ejército los guerrilleros se van y se cuidan entre ellos. Tampoco impiden que lleguen las transnacionales; para conseguir los recursos que sostengan su ejército, hacen acuerdos con ellas.”

A buen entendedor, pocas palabras bastan. El accionar militar de las FARC en los territorios indígenas, tal como lo perciben esas mismas comunidades, responde a intereses distintos, contrapuestos y ajenos a los intereses y necesidades de esas comunidades. No son un factor de defensa de dicha población oprimida y explotada y aparecen como una fuerza militar externa, llegada de fuera, que no refleja su sentir y su querer. Políticamente entonces las FARC no cuentan con una base social que sustente su accionar en las comunidades indígenas y es visto por las mismas como ajeno a ellas.

¿A quién beneficia la respuesta de las FARC?

Evidentemente la respuesta de las FARC no beneficia a las comunidades indígenas. Ellas han recibido un no rotundo, no solo del gobierno. Han recibido un no mañosamente condicionado de parte de las FARC.

No parece que la respuesta de las FARC beneficie a las propias FARC, tampoco. ¿Qué fuerza política ganan en el movimiento indígena? ¿Qué ascendiente político y moral ganan por el respeto que asumen a las decisiones democráticas de las masas y de sus organizaciones? Todo indica que ninguno. La actitud de fuerza, que ni siquiera militarmente está demostrado que les sea benéfica, coloca a las FARC como una guerrilla que actúa sin tener en cuenta la base social y de masas del territorio; lo cual a la larga se convierte en un gigantesco factor de debilidad militar. En los territorios indígenas cada vez más, luego de esta confrontación, las FARC serán vistas como una fuerza militar extraña, ajena, con intereses que aparecen diferentes a los del conjunto del movimiento indígena.

El gobierno termina teniendo réditos a pesar del previsible no rotundo que da a las exigencias indígenas. Ante una enorme mayoría de la población del país, despolitizada, dominada ideológicamente por el accionar de los grandes medios de comunicación, con una campaña de estigmatización de la lucha indígena que incluso llega a hacerla aparecer como favorable a la guerrilla, logra amortiguar el fenomenal golpe propinado por los propios indígenas. Tendrá todos los justificativos para aumentar la presencia militar en la zona (como ya lo anunciado) y para incrementar la feroz ofensiva militar.

Qué actitud asumir en el movimiento obrero y popular

La única actitud, “clara y franca” es respaldo total y absoluto a las decisiones y demandas de respecto a la autonomía, tradiciones y formas de justicia que adopten democráticamente las comunidades indígenas, a través de sus organizaciones. Tal respaldo, que debería ser expresado por las organizaciones sindicales, populares, democráticas y políticas del campo obrero y popular, no debe, bajo ninguna circunstancia, estar condicionado a la posición que asuma el estado o el gobierno y debe ser completo, es decir, respaldar las exigencias hechas tanto al estado y gobierno como a las fuerzas guerrilleras, en esta caso las FARC.

Este el mejor camino para que la lucha indígena, como una componente fundamental de lo que debe ser la lucha obrera y popular contra el régimen político y contra el conjunto de la estructura económica y social capitalista, se fortalezca y dinamice. En ese sentido la sordera demostrada por las FARC se está convirtiendo en un gran obstáculo.

Luis García
Bogotá, 3 de agosto de 2012

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