viernes, 5 de octubre de 2012

Perú: Y frente al racismo… ¿qué hacemos?

Wilfredo Ardito Vega
Catedrático universitario. Activista de derechos humanos. Master en Derecho Internacional de los DH y Doctor en Derecho.
Adital

Me ha pasado muchas veces: los asistentes a una charla sobre racismo llegan con desinterés, especialmente si acuden solamente porque la actividad ha sido dispuesta por sus jefes o profesores o porque se ha ofrecido un certificado de asistencia.

Luego, durante la charla, la expresión de todos comienza a cambiar, pues súbitamente se dan cuenta que ellos han sufrido racismo o lo han practicado. Quizás recuerdan los abusos recurrentes que se producían en el colegio, alguna dolorosa escena familiar o las burlas que se practican contra los compañeros de trabajo de piel más oscura. Acaso se ponen a pensar en el trato que reciben las empleadas del hogar que conocen. Es un momento muy duro, porque quienes creían que iban a una capacitación más, se sienten tocados en sus fibras más íntimas: se está hablando de algo tan frustrante y permanente que es preferible no pensar en ello.
Y luego, es posible que alguien, como abrumado por todo lo que está pensando, pregunte:

-¿Qué se puede hacer contra todo esto?
La pregunta debe ser respondida con detenimiento, porque sería un error imitar las respuestas de otros países, pues en el Perú el racismo tiene características particulares, como la dificultad para ubicar a discriminados y discriminadores o la interiorización del racismo por sus propias víctimas. Sería también un error pretender enfrentar el racismo con políticas similares a las usadas contra el machismo o la discriminación por discapacidad.

En el aspecto normativo, se tienen ya leyes y ordenanzas que sancionan el racismo y, además, el Proyecto de Ley 756, de ser aprobado, implicaría la realización de políticas públicas al respecto.
Sin embargo, es necesaria también una decisión institucional e individual: el Estado y cada uno de los peruanos debemos reconocer que el racismo existe y que está en todos nosotros.

Aceptado el problema, es fundamental enfrentar los estereotipos racistas, sobre los cuales se basan los prejuicios, que a su vez generan las acciones discriminatorias. Se debe actuar, nuevamente, desde una esfera personal e institucional, para corregir la asociación de belleza, éxito y felicidad familiar con rasgos europeos. Esto debe hacerse en las instituciones públicas, los colegios, las empresas privadas y los medios de comunicación.
Resulta fundamental que todas esas instancias exista también un plan interno para prevenir y enfrentar los casos de racismo y discriminación. Sabemos que en muchos colegios ahora se pretende implementar estrategias antibullying, pero éstas parten de una premisa equivocada: reducir el maltrato a las circunstancias personales del agresor, sin reconocer el componente racista que tienen muchos insultos y maltratos. El agresor se siente reforzado por un entorno familiar y escolar donde se considera que existen seres inferiores, maltratables.
Se necesita además un observatorio sobre el racismo que pueda señalar los casos más graves de racismo, como la exclusión de personas andinas o negras de la publicidad, de la Escuela de Oficiales de la Marina y proponer soluciones. Esta instancia sólo tendrá credibilidad si posee la suficiente independencia para intervenir ante cualquier institución, sea la Municipalidad de Lima, la Defensoría del Pueblo o las ONGs, sin asumir a priori que existen lugares exentos de racismo.

A mi modo de ver, además, es importante tener cuidado con los "cargamontones antirracistas”, llenos de insultos y amenazas, que se producen cuando un episodio racista llega a los medios de comunicación. Estos casos deben ser considerados una muestra de una realidad más amplia. De lo contrario, focalizarse desproporcionadamente en estos episodios encubre problemas mucho más extendidos: la semana pasada, por ejemplo ocurrieron cientos de casos de racismo en los colegios de Chiclayo o Arequipa; en Puno o Huancavelica miles de enfermeras tuvieron actitudes racistas hacia los campesinos; en el Poder Judicial decenas de vigilantes pidieron documentos a las personas cuyos rasgos físicos los hacían pasar como "sospechosos”, mientras dejaban pasar a personas blancas y en Lima o Trujillo, miles de trabajadoras del hogar se fueron a dormir en habitaciones reducidas, que más parecen depósitos. Todos estos casos no se solucionarán espontáneamente, sino mediante políticas públicas.
Algunas personas insisten en las charlas que es necesario centrarse en formar en los niños más consciencia contra el racismo. En todo caso, los niños requieren que padres y profesores, cambien su comportamiento. Un adulto puede perfectamente aprender que determinadas frases y actitudes hacen daño.

¿Será muy costoso promover la lucha contra el racismo? Hay quienes pretenden enfrentar otros problemas sociales organizando eventos inútiles en costosos hoteles, gastando con desenfreno el dinero de la cooperación internacional. Lamentablemente, así es posible que una causa valiosa termine desprestigiada. No creo que ni siquiera haya que comprar una empanada para luchar contra el racismo. De hecho, ni las Ordenanzas, ni las sanciones a locales racistas costaron un sol. Lo prioritario es asumir que el problema existe y que necesario enfrentarlo en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.


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