domingo, 5 de mayo de 2013

México: "Obama: tus hijos y mis hijos son nuestros hijos"


  Opinión de
  (Olimpia Flores Ortiz)


¿D e qué nueva ventura es portavoz Obama, el negro descendiente de inmigrados, presidente de Estados Unidos? ¿Cómo se sitúa él frente a todo lo que representa su allá de donde viene? Nación de inmigrantes, a la que ahora alcanza inevitablemente la migración que proviene de todo lo otro que su brazo económico y bélico somete de una u otra forma: en todos los continentes, su colonialismo.

Nación desde la que se establecen las fronteras del “adentro” y el “afuera” de la siempre viciosa democracia de la igualdad, su paradigma; el mismo que se les revierte desde las diferencias, porque ese “adentro” y ese “afuera” están en colisión en su propio territorio. Lo vemos.

Es Obama un hombre al menos de una paradoja: al interior de su país, es un gobernante que busca equilibrio social. Pero de otro lado, tenemos su implacable política bélica en el exterior. ¿Qué es lo que a su persona le importa?

Vino Obama, (Museo de Antropología) a referirnos su visión de México como “…una nación que se está rehaciendo a sí misma.” Implica tácitamente ubicarnos en una cierta deshechura… un juicio.

En su México de lector de periódicos y de lugares comunes: el pasado antiguo, nuestros héroes de estampita, poetas renombrados, el Octavio Paz del sur colonizado, trascendido en su boca imperial, Obama ve “…que (el país) está creando nueva prosperidad. Que está comerciando con el mundo. Convirtiéndose en una potencia manufacturera, desde Tijuana y Monterrey hasta Guadalajara y a través de las mesetas centrales; un líder global en los automóviles y los electrodomésticos y los productos electrónicos. Pero además un centro de innovación de alta tecnología, que produce el software y los equipos computarizados de nuestra era digital.”

Para este “progreso” es que nos alienta. Para eso necesita que nos estemos en paz y que seamos diestros (nosotros, capataces de nosotros mismos, post colonialismo): cooperación en seguridad, cooperación en economía y en educación.

Situó a Sor Juana en la modernidad compartida, curioso, efectivamente, la configuración del Occidente del que es portavoz, inició en el Siglo XVI -un siglo antes de que ella naciera- con los flujos comerciales que surcaban el Atlántico Norte, que con cristianismo y protestantismo, han dado lugar a una colonialidad diversa con subjetividades propias: la égida del eurocentrismo; y la estética del consumo que encabeza Estados Unidos. Etapas del colonialismo distribuidas en el tiempo y el espacio en los cinco continentes. Pero nosotros nos contamos la historia de diferente manera…

Obama nos trae a Octavio Paz con una cita sobre la modernidad, que no está en él compartir:   “La modernidad no está afuera sino adentro de nosotros. Es hoy y es la antigüedad más antigua, es mañana y es el comienzo del mundo, tiene mil años y acaba de nacer”. La suya, es una modernidad exigente de que aquí abjuremos de la tradición; de la configuración anímica del lazo que nos viene de todo lo que hemos sido, antes y después de los españoles: nuestro indigenismo irredento; nuestro criollismo meritocrático; nuestro mestizaje reinventado y reconfigurado al paso de todas las influencias que nos acometen; y hasta ahora rezagado y cada vez más molesto.

¿Podemos ser modernos sin renunciar a la tradición? La resistencia la estamos viendo todos los días por la tele, es realmente existente, vive en el otro lado de nuestra esquizofrenia cultural. Dentro del afuera de nuestro propio adentro. Expresión a ultranza de algo que también somos y desconocemos.

Esa “modernidad” a la que Obama refiere, es el eufemismo con el que se alude al colonialismo y sus condiciones de ayer y hoy. Sus valores son “el éxito” y “el progreso”.

Obama necesita que les alcancemos, o por lo menos que nos comportemos. La esperanza de que su paradigma prospere, la tiene en “el espíritu de los jóvenes”: cita a un joven mexicano: “Siento que puedo lograr el mismo nivel que cualquier otra persona en el mundo”. ¡Ay! Candorosa aclaración que encuentra correspondencia en  la condescendencia imperial. Nosotros podemos conseguirlo… cuando dejemos atrás nuestras insuficiencias.

Eso sí, quedándonos aquí. Sólo quiere libre flujo de mercancías, que no de personas. Esa es la libertad que concibe, la del mercado: “…un México creciente y próspero que cree más empleos y oportunidades aquí mismo”. No se muevan, por favor.

¿Por qué Obama no habló de libertad? De la que hace que cada persona se erija a sí misma, busque en sí a su Verdad, constituya su ética y de ahí nuestro otro lazo.

No le es funcional. Pero el “afuera” que vino a visitar, lo tiene adentro, en el ímpetu nuestro de los que se fueron para allá. Necesario reconocer… Su “afuera” de su “adentro”. Dicho de otro modo, una cara de su mismidad.

Obama, tus hijos y mis hijos, son nuestros hijos. Date cuenta…

Liberación de todos los “afueras” del adentro, allá y acá.

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(Tomado de página web LaCronica.com.mx)

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