miércoles, 11 de septiembre de 2013

SALVADOR ALLENDE. En la memoria histórica de América Latina y del Mundo



























Chile: A 40 años del golpe cívico-militar

Ernesto Carmona

ALAI AMLATINA, 11/09/2013.- Los 40 años del golpe cívico militar encuentran a Chile gobernado por una parte de los civiles que lo promovieron y en vísperas de elecciones presidenciales y parlamentarias a efectuarse el 17 de noviembre.

Sorprendentemente, hay un clima muy distinto al que se vivió en los aniversarios 30º y 20º. Una suerte de destape nacional de la verdad, acicateado por el creciente interés de la gente en debatir quiénes fueron los civiles que lo promovieron, mientras crece el afán por conocer pormenores de la represión terrible a los más pobres y las políticas económicas a favor del segmento de los más ricos.

Presionada por el nuevo estado de ánimo de la sociedad, y también porque lo pide el rating, la televisión entró de lleno a un tema evadido por décadas, pero que ahora vende sintonía y publicidad. Hay diversos enfoques, desde el conservador –sustentado principalmente por la televisión pública (TVN) y el canal 13, del grupo Luksic con la iglesia católica (Canal 13)– que repite las viejas monsergas sobre el caos y el desabastecimiento “por culpa de Salvador Allende”, oculta el desabastecimiento provocado por los empresarios y comerciantes financiados por EEUU, el rol desestabilizador de El Mercurio y los grandes medios, el boicot económico y financiero estadounidense y criollo, la actividad terrorista contra el gobierno (voladura de trenes, torres de alta tensión, gasoductos, etc., algunos planificados por la Marina ejecutados por la mano de obra barata del grupo extremista Patria y Libertad, mucho antes del golpe), el financiamiento de EEUU de la huelgas de los camioneros, etc, etc.

La óptica más novedosa la aplican los canales de propiedad extranjera, como Chilevisión (del grupo Turner-CNN-Times) con una serie muy bien titulada Las Imágenes Prohibidas. Muestra todo lo que algunos sabíamos pero que el grueso de los chilenos nunca conoció por la censura mediática y los “cuentos chinos” de los montajes periodísticos, con víctimas de lesa humanidad que figuraban asesinados en hechos variados de crónica roja, falsos suicidios por amor de mujeres lazadas al mar, gente caída en enfrentamientos que nunca existieron, etc. Muchos periodistas que lograron credibilidad bajo la dictadura, se prestaron para mostrar en TV estos escenarios ficticios, de falsos enfrentamientos, sin muertos, sin sangre. Sólo vegetación, casquillos vacíos y el relato oral de un guión inventado por los esbirros de la DINA/CNI.

Hoy pocos dudan que los detenidos desaparecidos realmente existen, que en Chile no hubo ninguna “guerra”, que la dictadura fue cívico-militar (no sólo castrense), que los uniformados fueron llamados por los civiles que tocaron la puerta de sus cuarteles, que sin el apoyo del Partido Demócrata Cristiano (PDC) –y por supuesto, del entonces esmirriado Partido Nacional, de extrema derecha– el golpe no hubiera sido viable, que el Poder Judicial no cumplió su rol institucional y que los medios tampoco informaron la verdad.

La Corte Suprema se hizo una severa autocrítica el viernes, después de una petición de perdón, por sus «acciones y omisiones», formulada el miércoles por los jueces (Asociación de Magistrados del Poder Judicial de Chile), y de un cuestionamiento del Presidente Piñera. Un distinguido senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Hernán Larraín, también pidió disculpas, a título personal, por “omitir lo que debía hacer”. La senadora Evelyn Matthei, candidata presidencial de la derecha, dijo el sábado que “todos los chilenos pedían el golpe”, pero el lunes llegó tarde a una curiosa “conmemoración” convocada por el Presidente Piñera frente a La Moneda, para entregar una declaración escrita diciendo "nunca se debe usar la violencia para alcanzar el poder" y "no son aceptables las violaciones a los derechos humanos".

El 31 de agosto Piñera dijo: “El Poder Judicial no cumplió su rol de proteger el estado de derecho y proteger la vida. Sistemáticamente negaba los recursos de amparo que pudieron haber salvado muchas vidas (…) O por ejemplo la misma prensa, que muchas veces no informó con la debida veracidad de los hechos que estaban ocurriendo, y en cierta forma también contribuyó a que estos hechos no fueran conocidos como debieron haber sido conocidos" (1). Esta última frase la omitieron en la versión oficial (2), pero millones alcanzaron a oírla en vivo.

Evidentemente, se vive una época en que los políticos de todos los colores se inclinan a desdecirse y a pedir perdón, además de elucubrar nuevas frases, más gratas a los oídos de los electores. Y éstos son un enigma, con cerca de 10 millones de nuevos votantes por efecto de la nueva ley de “inscripción automática (a los 18 años) y voto voluntario” que incluye a gente de más de 40 años habilitada para sufragar con sólo presentarse e identificarse ante la urna que le corresponda.

La mayor curiosidad por el pasado reciente proviene de la gente más joven. Según datos de 2010 (pues el censo 2013 fracasó y se discute cuándo se hará de nuevo), el 65% de la población actual tenía menos de 19 años cuando ocurrió el golpe, o nació después. Y hoy éstas son personas tienen 15 a 59 años y un renovado interés por reconstruir su propio pasado.

También se desmoronan todas las grandes mentiras que por 17 años fueron la armazón ideológica y mediática de una dictadura que intervino los textos escolares, eliminó para siempre la educación cívica como ramo de enseñanza obligatoria, redujo y censuró la enseñanza de la historia y tuvo siempre la complicidad de la gran prensa, radio y televisión en la difusión y fabricación de historias falsas.

Por ejemplo, ya nadie cree la historia falsa de que hubo una “guerra” y que en Chile había de 10.000 a 20.000 hombres armados hasta los dientes, llegados de Cuba, Checoslovaquia, Bulgaria, no importaba mucho de dónde y exactamente cuántos eran: vinieron a poner al país tras la cortina de hierro comunista y había que buscarlos y matarlos. Por xenofobia anticomunista asesinaron también muchos extranjeros de los llamados “países tropicales”, incluso brasileños, mexicanos y argentinos. Los militares que hacían hogueras con libros no distinguían a un guatemalteco de un dominicano: todos los que hablaban con otra tonada eran “cubanos”.

Lo mismo ocurrió con el Plan Z, inventado por la CIA para exacerbar la venganza contra los izquierdistas por supuestas listas de ciudadanos que serían eliminados cuando el gobierno de Allende, con la fuerza que no tenía, impusiera un gobierno marxista. Este plan de guerra psicológica, divulgado por los militares tras el golpe, jamás existió, según los archivos desclasificados de la CIA desde el gobierno de Bill Clinton. Hasta lo descartó como una «falsedad» el periodista Federico Willoughby-MacDonald, que fue una suerte de “ministro de información” del dictador y, después, de Patricio Aylwin, el primer presidente en “democracia”.


La huella de Allende

A 40 años de su partida, adquiere más fuerza la profunda huella que dejó Salvador Allende en la sociedad chilena. Su pensamiento de reformador social sigue plenamente vigente agrandado por la imagen del Presidente que dio la vida en su intento de profundos cambios, demasiado parecidos a las actuales demandas de distintos sectores del pueblo, en una sociedad remecida de cuajo por los estudiantes y los movimientos sociales, no así por los partidos políticos cuya aceptación bordea el 20%.

Resulta evidente que en los últimos años la sociedad chilena se ha desplazado hacia la izquierda. El entendimiento de la gente joven se sacudió bozales, tabúes y “cortinas de humo” impuestas sucesivamente por la dictadura cívico-militar y los gobiernos civiles interesados sólo en expandir la libertad del gran capital, nacional y extranjero.

Allende murió justamente porque esos sectores no toleraron su acción de gobierno ni sus reformas sociales, legales y pacificas. ¿Hubo, o no, una “santa alianza” del gran capital, EEUU y la clase política reaccionaria de la época, tristemente bajo el liderazgo del Partido Demócrata Cristiano (PDC) de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin Azócar, la cúpula de la fallida “Revolución en Libertad” alentada en los ’60 por la “Alianza para el Progreso” de Kennedy? ¿Llamaron, o no, al partido militar para el trabajo sucio, y luego lo abandonaron a su suerte en cualquier esquina del basurero de la historia? El debate sobre estos temas recién comienza.


El factor PDC

El PDC fue el factor clave del golpe en Chile. Convencido de que el poder terminaría finalmente en sus manos, la cúpula de ese partido mayoritario (29,1%) activó a sus generales del ejército Sergio Arellano Stark y Oscar Bonilla Bradánovich, ex edecanes de Frei, más Augusto Lutz, jefe del Servicio de Inteligencia Militar, entre otros gestores precoces del golpe.

Después del gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964), el segundo y último elegido por la derecha en el siglo 20 –el tercero en 52 años fue el de Piñera–, el PDC se convirtió en una nueva cara de la derecha, honrando su origen de desprendimiento del Partido Conservador llamado Falange Nacional en 1938 y transformado en PDC en 1957.

La alianza encabezada por el Partido Conservador Unido (PCU) y el Partido Liberal (PL) en 1964 retiró a su candidato presidencial Julio Durán, del entonces derechista Partido Radical (PR), para cerrarle el paso a la tercera postulación del Dr. Salvador Allende, y asegurar el triunfo de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), pero los dos partidos de la derecha fueron prácticamente barridos del mapa en las elecciones parlamentarias de marzo de 1965. El PL obtuvo 7,31% de los votos, con 6 diputados de un total de 147, mientras el PCU alcanzó 5,18%, con 3 legisladores, en tanto el PR sobrevivió con 13,29% y 20 parlamentarios. Conservadores y liberales se fusionaron en el Partido Nacional (PN) en 1966.

En las elecciones parlamentarias de marzo de 1969, previas a la presidencial que el 4 de septiembre de 1970 ganaría Allende con el 36,6%, el Frente de Acción Popular (Frap) –antecesor de la Unidad Popular (UP)– sacó 29,89% y eligió 37 diputados. El PDC eligió a 57, con el 30,72%. El PN alcanzó al 20,6% con 33 diputados.

En las elecciones municipales del 4 de abril de 1971, la UP de Allende alcanzó el 50% y eligió al senador reemplazante de Salvador Allende, el socialista Adonis Sepúlveda. Pero en las elecciones de marzo de 1973, la UP redujo su votación al 44,11% y eligió a 63 diputados de 150 (PS 28, PC 25, PR 5, IC 1, API 2, Mapu 2). La Confederación de la Democracia, que aglutinó a la vieja y nueva derecha, alcanzó el 55,6% y eligió 87 parlamentarios (PDC 50, PN 34, Democracia Radical, DR 2; Partido Izquierda Radical, PRI, 1).

La derecha unida alcanzó mayoría en el Congreso, pero los resultados no alcanzaron los 2/3 del Senado para destituir al Presidente. Sólo pudo allanar el camino al golpe militar con diversas iniciativas parlamentarias, como la Ley de Control de Armas y declarar “inconstitucional” el gobierno de Allende semanas antes del golpe.

La cúpula del PDC, como principal partido de oposición, promovió múltiples iniciativas para desestabilizar y, por último derribar, al gobierno de Salvador Allende. A través de su senador Juan de Dios Carmona, impuso la Ley N° 17.798, que a partir del 20 de octubre de 1972 dio atribuciones propias de las policías a las 4 ramas de las Fuerzas Armadas (FA). Así, los militares golpistas pudieron amedrentar a los trabajadores y allanar fábricas bajo el pretexto de buscar armas.

Esta ley del PDC también le sirvió a los militares para sopesar psicológicamente la actitud de los obreros al cometer allanamientos sangrientos y premonitorios de lo que vendría muy pronto, como el de la industria Lanera Austral de Punta Arenas, el 4 de agosto de 1973, donde las tropas dirigidas por el general Manuel Torres de la Cruz asesinaron al obrero Manuel González Bustamante.

El 22 de agosto de 1973, la Cámara de Diputados declaró “inconstitucional" el gobierno de Allende, por 81 votos (63.3%) contra 47. Allende fue acusado de instaurar "un sistema totalitario", una dictadura comunista. Al día siguiente, bajo el título a 8 columnas: Declaró Acuerdo de la Cámara de Diputados: El gobierno ha quebrantado gravemente la Constitución, El Mercurio publicó el texto íntegro. La sesión fue presidida por el PDC Luis Pareto. El PN Gustavo Lorca era vicepresidente de la Cámara.

El mismo partido mayoritario que apoyó en masa este acuerdo, con el ex presidente Eduardo Frei Montalva como su líder indiscutido, apenas tres años antes, el 24 de octubre de 1970, contribuyó con todos sus votos a elegir Presidente a Salvador Allende en el Congreso Pleno.

Sólo 13 dirigentes del PDC se opusieron públicamente al golpe cívico-militar el 13 de septiembre de 1973, recordados como “los 13 del 13”: 1) Bernardo Leighton Guzmán, diputado, ex ministro, ex vicepresidente de la República; 2) José Ignacio Palma, ex diputado, ex ministro, ex presidente del Senado; 3) Renán Fuentealba Moena, senador, ex diputado, ex delegado de Chile ante la ONU; 4) Sergio Saavedra, diputado, ex intendente de Santiago; 5) Claudio Huepe G., diputado, ex intendente de Arauco; 6) Andrés Aylwin Azócar, diputado; 7) Mariano Ruiz-Esquide, diputado; 8) Jorge Cash M., profesor, periodista; 9) Jorge Donoso, abogado, periodista; 10) Belisario Velasco, economista, ex gerente de la Empresa de Comercio Agrícola, ECA); 11) Ignacio Balbontín, sociólogo, profesor universitario; 12) Florencio Ceballos, abogado, asesor sindical; y 13) Fernando Sanhueza Herbage, arquitecto, presidente de la Cámara de Diputados desde el 15 al 29 de mayo de 1973.

“Condenamos categóricamente el derrocamiento del Presidente Constitucional de Chile, señor Salvador Allende, de cuyo Gobierno, por decisión de la voluntad popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional”, reza esta declaración que hoy algunos PDC pretenden atribuírsela a todo el partido.


El rol de los medios

El PDC tuvo también un activo rol en la desestabilización mediática del gobierno de Allende a través de sus medios periodísticos, como el diario La Prensa (ex Diario Ilustrado) y la radioemisora Presidente Balmaceda.

En 1970 la televisión era universitaria y estatal, mientras la prensa escrita y la radio estaban controladas por diez grupos hegemónicos:

1) El Mercurio/Lord Cochrane, 2) Empresa Editora Zig Zag, 3) Radio Minería, 4) Radio Portales, 5) Consorcio Periodístico de Chile, COPESA, 6) Compañía Chilena de Comunicaciones, 7) Emisora Presidente Balmaceda, 8) Sociedad Periodística del Sur, SOPESUR, 9) Sociedad Nacional de Agricultura) y 10) Radioemisoras Unidas.

Durante la preparación del golpe hubo irrestricta libertad de prensa y de expresión. La supuesta opresión del periodismo fue una ficción proclamada como "verdad" por El Mercurio y sus otros dos diarios de la capital, Las Ultimas Noticias y La Segunda, así como La Tercera, Tribuna (creada con fondos CIA) y La Prensa. Los diarios de oposición sumaban 541.000 ejemplares diarios, más el efecto multiplicador de 3 lectores por ejemplar, según un reporte de Chile Hoy Nº 14, 1972, distribuidos de la siguiente forma:

La Tercera 220.000, El Mercurio 126.000, Las Últimas Noticias 81.000, La Segunda 55.000, Tribuna 40.000 y La Prensa 29.000. Los diarios favorables al gobierno año totalizaban 312.000 ejemplares al día: Clarín 220.000, El Siglo 29.000, Puro Chile 25.000, La Nación 21.000 y Última Hora 17.000.

El informe "Covert Action in Chile, 1963-1973" (3), emitido en 1975 por el comité senatorial estadounidense presidido por Frank Church e integrado por otros diez senadores, señala que la CIA sobornó a ejecutivos y periodistas de El Mercurio; fundó publicaciones como el diario Tribuna y revista Sepa, entre otras; e infiltró a lo menos la mitad del mundo periodístico entre 1970-1973. En su investigación de documentos secretos estadounidenses desclasificados, Soberanos e Intervenidos, Joan E. Garcés concluyó que en junio de 1964 la CIA producía 24 informativos radiales diarios en Santiago y provincias, 26 programas de "debate" por semana y subsidiaba a "medios de información afines".

El "Covert Action in Chile", conocido también como "Informe Church", apunta que en 1970-73 la CIA:

● "Incluía un grupo de apoyo periodístico que suministraba artículos sobre política, editoriales y noticias para colocar en la prensa y en la radio".

●"Otro de los proyectos proporcionaba fondos para fichas (nombre eufemístico de agentes) individuales en la prensa".

● "Otras fichas, empleados todos de El Mercurio, permitían que la Estación CIA publicara más de un editorial al día basado en sus orientaciones".

● "La campaña de propaganda tenía varios componentes. Las pre dicciones del colapso económico con Allende eran reproducidas por periódicos europeos y latinoamericanos en artículos originales de la CIA".

● "El Mercurio fue uno de los principales canales de propaganda en 1970-73, como lo había sido en las elecciones de 1970 y en el período anterior a la posesión de Allende" (4/ 11/70).
El Mercurio recibió financiamiento de Estados Unidos para su campaña contra Allende, aprobado por el Comité de los 40, integrado por el Asistente del Presidente para Seguridad; el Subsecretario de Estado, el Secretario Adjunto de Defensa, el Director del Estado Mayor Conjunto y el Director de la CIA. El 25 de marzo de 1970, el Comité aprobó 125.000 dólares para "operación de descrédito de la Unidad Popular"; el 27 de junio se acordaron 300.000 dólares adicionales; el 9 de septiembre se aprobaron 700.000 dólares para El Mercurio.

El 11 de abril de 1972 se aprobaron otros 965.00 dólares para El Mercurio. Según el "Informe Church", entre 1965 y 1973 se gastaron en Chile 12,3 millones de dólares solamente en el "rubro prensa".


El rol de Eduardo Frei Montalva

El ex presidente dejó un escrito de 7.000 palabras que justifican la adhesión del PDC al golpe. Cualquiera puede consultar hoy en Internet (4) su carta al italiano Mariano Rumor, presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, fechada el 8 de noviembre de 1973 y publicada oportuna y extensamente por El Mercurio.

Eduardo Frei Montalva intentó convencer a Rumor de que la “terrible catástrofe económica y política, haya producido tal desesperación en las Fuerzas Armadas y en el pueblo chileno -pues éstas jamás podrían haber actuado sin la aquiescencia de la mayoría- hayan quebrado una tradición tan larga y tan honrosa que constituía nuestro orgullo”.

Consideró ridícula la afirmación de que Neruda fue asesinado y trató de venderle a Rumor la idea de una presencia militar extranjera en largos párrafos dedicados a supuestos arsenales de variada marca y procedencia que tendría la UP, incluidos “cañones antitanques”:

“Se trata de armas de todo tipo, no sólo automáticas, sino que pesadas, ametralladoras, bombas de alto poder explosivo, morteros, cañones antitanques de avanzados modelos y todo un aparato logístico de comunicaciones, de telefonía, clínicas médicas, etc., para poder concretar esta acción. Se había establecido así un verdadero ejército paralelo. Nos preguntamos, una vez más, y preguntamos a los dirigentes de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana: ¿Qué democracia puede resistir esta situación? ¿Acaso la Democracia Cristiana, sin armas y en consecuencia inerme frente a esta embestida, debía quedar silenciosa? ¿Merece el calificativo de fascista o golpista por el hecho de haber denunciado esta realidad? ¿Pretenden acaso que lo democrático era permanecer mudos, amparando la preparación desembozada de una dictadura impuesta por la fuerza de las armas?”

Otros párrafos explican cómo el golpe libró a Chile –con “la aquiescencia de la mayoría”– de la fagocitosis geopolítica del comunismo: “¿Por qué la reacción de la Unión Soviética ha sido de tal manera violenta y extremada? ¿Por qué el comunismo mundial ha lanzado esta campaña para juzgar lo ocurrido en Chile y para atacar a la Democracia Cristiana? La razón es muy clara. Su caída ha significado un golpe grave para el comunismo en el mundo. La combinación de Cuba con Chile, con sus 4.500 kms de costa en el Pacífico y con su influencia intelectual y política en América Latina era un paso decisivo en el control de este hemisferio. Por eso su reacción ha sido tan violenta y desproporcionada. Este país les servía de base de operación para todo el continente. Pero no es sólo esto. Esta gigantesca campaña publicitaria tiende a esconder un hecho básico: El fracaso de una política que habían presentado como modelo en el mundo. ¿Cómo explicar que esta experiencia que mostraban como camino a otros partidos democráticos y al socialismo europeo haya conducido a un país organizado y libre a tan terrible catástrofe económica y política, haya producido tal desesperación en las Fuerzas Armadas y en el pueblo chileno - pues éstas jamás podrían haber actuado sin la aquiescencia de la mayoría - hayan quebrado una tradición tan larga y tan honrosa que constituía nuestro orgullo?”

Frei Montalva expresó a Rumor su deseo de que “el gobierno actual tenga éxito” y para eso, muchos cuadros del PDC se convirtieron en asesores, funcionarios y ministros. El economista Juan Villarzú Rohde fue director de Presupuestos del ministerio de Hacienda hasta enero de 1975 (después, en “democracia”, fue ministro Secretario General de la Presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y presidente ejecutivo de Codelco, con Frei y Ricardo Lagos). El ingeniero y economista Jorge Cauas fue ministro de Hacienda (1974-1976). William Thayer, ex ministro de Trabajo, Justicia y Educación de Frei Montalva fue colaborador en el sector público, asesor del ministerio de Relaciones Exteriores y "legislador" de la dictadura en la Comisión Legislativa II (1976-1978). El general Bonilla fue ministro del Interior (1973-1974) y de Defensa (1974-1975. El ex senador Juan de Dios Carmona integró el Consejo de Estado de la dictadura y fue embajador en España.

En su carta a Rumor, Frei Montalva también dijo:

“Las Fuerzas Armadas -estamos convencidos- no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda consideración partidista, quieren ayudar, porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Cuanto más pronto se destierre el odio y se recupere económicamente el país, más rápida será la salida.

“La Democracia Cristiana está haciendo, a mi juicio, lo que está en su mano en esta perspectiva, sin renunciar a ninguno de sus valores y principios, siendo en este instante sus objetivos más fundamentales:

“-Pleno respecto a los derechos humanos

-Pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y campesinos
.
“-Vuelta a la plenitud democrática.

“Sabemos que esto no es fácil. La situación entera no es fácil. Y por eso mismo debemos actuar con la mayor responsabilidad”.


El epílogo

La Unión Soviética no mostró mayor interés en sostener el gobierno de Allende. En diciembre de 1972, el líder chileno fue a pedir un crédito a Moscú para apuntalar la economía y abastecer los mercados con bienes de consumo de primera necesidad, pero regresó con el 10% de sus aspiraciones, unos 30 millones de dólares en ayuda alimentaria, y una reprogramación de la deuda con la Unión Soviética. No fue real la amenaza hegemónica y geopolítica de traer tan al sur la llamada cortina de hierro del comunismo soviético.

Los PDCs utilizaron a los militares para regresar al poder con el pretexto de salvar a la patria del comunismo, pero resultó al revés. La Marina promovió su propio plan, los generales adictos al PDC no alcanzaron influencia real en el poder y el control terminó tomándolo el último general que se plegó a la conspiración, Pinochet, quien terminó por levantar el proyecto propio de psicópata y asesino loco que todos conocemos. Al poco andar, se agudizaron las discrepancias políticas entre estos civiles (PDC/PN y derechistas sueltos), y también de los generales Bonilla y Lutz con el jefe real de la dictadura, hasta que en 1975 el PDC resolvió retirarse, y quienes se quedaron fueron expulsados del partido, entre otros, Juan de Dios Carmona, William Thayer y Jorge Cauas.

Eduardo Frei Montalva se convirtió en un brillante líder opositor a la dictadura de proyección internacional y hoy existe la convicción judicial de que fue asesinado en la Clínica Santa María (privada) por envenenadores expertos de la CNI en enero de 1982, igual que Neruda y en el mismo hospital privado. El general Augusto Lutz tuvo un final parecido en el Hospital Militar, en noviembre de 1974, mientras el general Oscar Bonilla pereció en marzo de 1975 en un sospechoso accidente de helicóptero y también murieron de manera extraña los expertos franceses que vinieron a investigar por cuenta del fabricante. El general Sergio Arellano sobrevive en su casa hasta hoy, en solemne impunidad, después de haber mostrado buena conducta y sumisión al dictador desde que en octubre de 1973 recorrió el país matando gente en un helicóptero que nunca se cayó: el de la Caravana de la Muerte.

- Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno

Referencias y citas:

1) http://www.cnnchile.com/noticia/2013/08/31/presidente-pinera-se-refirio-a-los-40-anos-del-golpe-militar-en-chile-

2) http://www.gob.cl/destacados/2013/08/31/mandatario-y-conmemoracion-de-los-40-anos-del-golpe-militar-tenemos.htm

3) 1) Covert Action in Chile, 1963-1973, ver http://www.fas.org/irp/ops/policy/church-chile.htm

4) Carta de Eduardo Frei Montalva a Mariano Rumor, ver http://es.wikisource.org/wiki/Carta_de_Eduardo_Frei_Montalva_a_Mariano_Rumor,_Presidente_de_la_Uni%C3%B3n_Mundial_de_la_Democracia_Cristiana

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Perú:PLATAFORMA INTERINSTITUCIONAL CELENDINA DENUNCIA CASO CONGA ANTE EL CDDHH ONU


El secretario general de la Plataforma Interinstitucional Celendina (PIC), Milton Sanchez Cubas,  viajó el dia de ayer para denunciar el caso Conga ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la máxima insitución de derechos humanos, con sede en Ginebra, Suiza. Es invitado por la organización francesa FRANCE LIBERTES, fundación que se ocupa y defiende desde hace mas de 15 años del derecho al agua, y luego de una larga y solida colaboración de año y medio  a través de la representante de la PIC, Raquel Neyra, en la cual se redactaron 5 declaratorias presentando y denunciando el caso Conga y ahora Chadin 2.

Este viernes 13 de setiembre, durante la 24ava sesión del Consejo en el Palacio de las Naciones, Ginebra, Suiza,  Milton Sanchez denunciará el caso ante los embajadores de los paises representados ante  el Consejo en un evento organizado por FRANCE LIBERTES.  Tendrá entrevistas con los diferentes relatores y altos comisionados  de las NNUU (OHCHR ) que le hayan concedido audiencia. Así mismo, se ha solicitado una entrevista al embajador peruano ante el Consejo para hacerle llegar de viva voz el reclamo justo del pueblo cajamarquino que defiende su derecho al agua y hacerle presente las violaciones a los DDHH perpetradas por el Perú en este caso.

Como sabemos, han sido asesinadas cinco personas durante sus reclamos justos, muchísimas personas heridas, centenas criminalizadas y denunciadas violando el derecho establecido en la Declaración Universal de DDHH y del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de los Pueblos Indígenas, entre otros.  Conjuntamente con el caso, Amigos de la Tierra Francia denuncia el megaproyecto de represa de Bujugali en Uganda. Esta 5ta declaratoria ha sido firmada por 16 organizaciones a nivel internacional.

Contacto: Raquel Neyra 940 688 345 – 949 479 905


La ONU revela investigación sobre violación de mujeres en Asia-Pacífico


Hombres de 18 a 49 años de edad confesaron que alguna vez 'forzaron a una mujer que no es su pareja' a tener sexo.

  • Bangladesh, Camboya, China, Indonesia, Papuasia Nueva Guinea y Sri Lanka fueron las ciudades donde sondearon
  • Cerca de un cuarto de los hombres reconocen haber cometido una violación
BANGKOK, TAILANDIA (10/SEP/2013).-  Cerca de un cuarto de los hombres de la región  Asia Pacífico reconocen haber cometido una violación, según una gran  investigación de la ONU presentada el martes en Bangkok.

"La violencia contra las mujeres es una dura realidad", declaró Roberta  Clarke, representante de la ONU, al presentar la investigación de una amplitud  inédita.

Los investigadores interrogaron a más de 10 mil hombres de 18 a 49 años de  edad, que respondieron a las preguntas en forma anónima.

A los interrogados no se les preguntó frontalmente si habían cometido una  violación. Se les preguntó si habían alguna vez "forzado a una mujer que no era  su esposa o compañera a tener relaciones sexuales" o si habían tenidos  relaciones con mujeres ebrias o drogadas en incapacidad de oponerse.

"Debemos cambiar la cultura que permite a los hombres decretar que disponen  del poder sobre las mujeres y el control", agregó Roberta Clarke, responsable  de la cuestión de las mujeres en la región.

La difusión del estudio, que se llevó a cabo en Bangladesh, Camboya, China,  Indonesia, Papuasia Nueva Guinea y Sri Lanka, coincide con el juicio de cuatro  violadores de una estudiante en diciembre pasado en Nueva Delhi.

Un 11% de los interrogados admiten haber cometido al menos una violación y  la proporción sube a 24% cuando la relación forzada incluye a esposas o  compañeras.
 
 

11 asedios a la memoria del 11 de septiembre de 1973




1. Censura. Hace algunos meses un representante institucional de una universidad privada en Santiago nos decía que la cuestión de los Derechos Humanos y la memoria era un tema que ya no tenía relevancia en Chile, “es algo que ya sólo les interesa a ustedes los profesores extranjeros” dijo. Por aquellos azares que tiene la vida, unos meses después un profesor de esa misma universidad me cuenta que el decanato censuró su clase sobre literatura y memoria porque incluía visitas a centros de tortura como el Estadio Nacional y entrevistas con supervivientes y testigos de la represión dictatorial. El asunto, entonces, no es que el pasado no importe, sino que los gritos de la tortura y las razones de la Unidad Popular no desborden las hojas de los libros para tocar el presente. Que no pueda escribir aquí los nombres del profesor y de la universidad es un síntoma que apunta hacia la denegación de las prácticas genocidas implementadas por la dictadura fascista del general Pinochet.

2. El pasado que no pasa. Aquello que no se recuerda está destinado a repetirse compulsivamente; el pasado sigue retornando al presente tozudamente porque, a pesar de los esfuerzos encomiables e imprescindibles de las organizaciones de Derechos Humanos, todavía no ha sido reconocido como tal ni simbolizado apropiadamente en su dimensión social. Una pequeña pieza de lo Real basta para que lo ominoso se vuelva a colar en el presente. El general en retiro del ejército Juan Emilio Cheyre y a la sazón director del servicio electoral SERVEL decide acudir a un programa de televisión para confrontar a Ernesto Lejderman, hijo de desaparecidos argentinos en Chile. En diciembre de 1973 la DINA asesinó a los padres de Lejderman y Cheyre fue el encargado de llevar a su hijo Ernesto a un convento de monjas en Arica. En el programa Lejderman anima a Cheeyre a romper el pacto de silencio que tienen los militares, "Es tiempo de cerrar heridas, y para cerrarlas no se puede olvidar: se tiene que recordar y profundizar en la verdad" – explica Ernesto Lejderman que también afirma que se sigue sin hacer justicia 40 años después. Al día siguiente Cheyre, que fue nombrado por Ricardo Lagos general en jefe del ejército chileno, sigue sin hablar, pero dimite como Director del SERVEL, aunque sigue sin ser imputado. Back to the past.

3. Radio. La radio de la Universidad de Chile me despierta todas las mañanas con historias que vuelven con fuerza del pasado, porque nunca se fueron. Tras el caso Cheyre, y a medida que se acerca el 40 aniversario del golpe, la sociedad se vuelve a conmocionar. Vuelven, por ejemplo, los “secretos abiertos”, todo el mundo sabe que los pilotos que bombardearon La Moneda en 1973 fueron Fernando Rojas Vender, Ernesto Amador González Yarra, el capitán Eitel Von Mühlenbrock y el teniente Gustavo Leigh Yates, hijo del comandante en jefe de la FACH y miembro de la junta militar. La operación habría sido coordinada desde tierra por el comandante Enrique Fernández Cortez. Según el periodista Eduardo Labarca, estos pilotos que participan de una triste tradición latinoamericana –los ejércitos que bombardean a su propio pueblo —son considerados héroes por sus compañeros de armas: “En la Fuerza Aérea, todos estos pilotos, menos el hijo de Leigh que erró el blanco, son héroes y gozan de mucho respeto. Y Rojas Vender, que fue Comandante, era respetado por sus dotes y entre otras cosas porque había disparado contra La Moneda y había acertado. En la Fuerza Aérea, entre los militares, eso cosa de prestigio” [1].

Y vuelve también la violencia y el terror que no fue reconocido la primera vez. Muchas mujeres detenidas durante la dictadura empiezan a denunciar ahora que fueron además de torturadas violadas durante los interrogatorios. En su momento no lo denunciaron porque eran incapaces de distinguir entre los múltiples asaltos físicos a su dignidad humana y probablemente porque la impunidad instaurada durante la postdictadura no les daba ningún espacio para hacerlo.

4. Chile, las imágenes prohibidas. El canal Chilevisión emite un programa enfáticamente titulado “Chile, las imágenes prohibidas” presentado por el popular actor de telenovelas, Benjamín Vicuña. La estructura del programa es simple, pero efectiva: el programa muestra imágenes de archivo registradas en muchos casos por corresponsales de prensa extranjera, las exhibe y después entrevista a las personas que aparecen en las imágenes nunca antes mostradas en la televisión. Por ejemplo, en el capítulo 2 se habla del “caso de los degollados”: en 1985 (recordemos también los años de plomo y fuego que fueron los ochenta) los cuerpos de Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada—todos miembros del Partido Comunista—aparecieron degollados en los aledaños del aeropuerto de Santiago. En el programa Vicuña entrevista a Javiera Parada, hija de una de las victimas, que cuenta, entre otras cosas, como fue el último día que vio a su padre con vida. En la calle hay acuerdo, todo el mundo habla del programa, para algunas familias es difícil recordar al ver estas imágenes, pero es también catártico. Por otro lado, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) recibe más de 100 denuncias de particulares y asociaciones conservadoras pidiendo la retirada del programa porque alienta al odio y la división; como si la tortura, el asesinato y la desaparición forzada alentaran a la reconciliación y la justicia.

5. Perdón/Justicia. En un gesto sorpresivo e inesperado el senador de la UDI Hernán Larraín pide perdón “por lo que haya hecho y por lo que haya podido omitir” durante la dictadura como contribución a la reconciliación entre chilenos. El gesto provoca dos reacciones en la derecha: los que quedan profundamente molestos porque les deja en evidencia si ellos no piden perdón y los que se apresuran a afirmar que, en cualquier caso, el perdón es una cuestión individual, el que así lo desee que pida perdón. Están tan colonizados por su propia ideología neoliberal que no entienden que el problema de la dictadura y sus efectos en el presente sólo puede ser colectivo. El “perdón” de Larraín tiene cierto valor (en España, por ejemplo, ninguno de los cómplices de la dictadura se plantea pedir ningún perdón) y genera una cascada de perdones y peticiones de perdón en la clase política, en el poder judicial, en los medios (El Mercurio, no obstante, sigue sin reconocer su papel en la intervención de la CIA y en la justificación del golpe). Sin embargo, cabe recordar aquí que el perdón y la reconciliación no tienen nada que ver con la justicia. Tal y como explica Derrida en su libro sobre el perdón en Sudáfrica:
“Cada vez que el perdón se pone al servicio de una finalidad, sea noble o espiritual (reconciliación, redención, salvación, expiación), cada vez que su objetivo es restablecer la normalidad (social, nacional, política, filosófica) a través de algún trabajo de duelo, de alguna terapia o de alguna ecología de la memoria, entonces el “perdón” no es puro –ni tampoco lo es su concepto. El perdón no es, no puede ser, normal, normativo, normalizante, debe permanecer como excepcional y extraordinario, como experiencia imposible que pudiera interrumpir el curso ordinario de la historia”.

Pero no lo tiene que decir Derrida, lo dice también Alicia Lira presidenta de la Asociación de Familiares de Ejecutados Políticos (AFEP), lo dicen todas las víctimas y familiares de las víctimas del terrorismo de Estado –memoria, justicia y verdad-- ; lo dice una camiseta que vi el domingo pasado en la manifestación organizada por las Asociaciones de Derechos Humanos para conmemorar el golpe: “Ni olvido, ni perdón, Revolución”.

Ese perdón tan católico, aunque es menos que nada, no busca la justicia, busca la expiación de la culpa tal vez para seguir pecando, es normalizador de una situación absolutamente anormal: la perpetuación de la impunidad y el olvido.

6. Memoria electoralista. La derecha chilena es ahora mismo una jaula de grillos. El presidente Sebastián Piñera concedió una larga entrevista al diario La Tercera en la que condena en términos muy duros el golpe de estado de 1973 y, a contrapelo de sus correligionarios de la Alianza, indica que nada justifica las violaciones de Derechos Humanos que acontecieron durante la dictadura del general Pinochet. Piñera habla incluso de las responsabilidades tácitas de aquellos miembros de la sociedad civil que callaron o fueron cómplices de estas atrocidades. Parece ser que ya se le olvidó que le fue a pedir permiso al general Pinochet la primera vez que se presentó a las presidenciales, ¿será eso también una forma tácita de complicidad por omisión?

Con todo y con eso, las declaraciones de Piñera han colocado a la candidata conservadora Evelyn Matthei en una posición sumamente incómoda. Matthei, que es hija de uno de los generales golpistas, se ha visto obligada a hacer acrobacias retóricas: un día contesta que ella tenía 20 años en 1973 (como si con 20 años no se tuvieran nociones fundamentales de ética) y al otro que ella voto que sí a la continuidad del “gobierno militar” en el plebiscito de 1988 porque ya sabía que iba a ganar el no.

No obstante, las declaraciones de Piñera apestan a electoralismo anticipado. Quiere volver a La Moneda y capitalizar la “suerte” que tuvo de que el golpe de estado le pillara en Harvard preparándose para continuar el legado neoliberal pinochetista por otros medios. La prueba de que las declaraciones de Piñera son un brindis al viento está en que El martes 3 de septiembre, integrantes de la AFEP, entre ellas Alicia Lira, Mónica Monsalve y Raquel Roa, se tomaron el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior demandando al gobierno que firme las querellas por violaciones a los derechos humanos y que todavía no han sido firmadas pese a que los abogados del mismo Programa han hecho llegar los documentos al gobierno.

7. Allende. Mario Amorós abre su recientemente publicada biografía sobre Salvador Allende afirmando que éste es, pese a todo, un desconocido. En el acto de presentación de este monumental e imprescindible libro en el GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral) el historiador Sergio Grez afirma que el legado de político de Allende sigue estando inmovilizado en el pasado, que pese a los esfuerzos encomiables y esperanzadores del movimiento estudiantil, las alamedas no terminan de abrirse y Allende sigue condenado a los márgenes de la historia. El ruido mediático y las acusaciones de la derecha aprés coup –valga la redundancia--no nos dejan ver a la figura histórica del presidente ni volverla relevante para el presente.

En ese sentido, creo que a veces somos prisioneros de ese mismo discurso de la derecha, sobre todo cuando, con las lentes del presente, transformamos al presidente Allende en una especie de campeón pacifista de los derechos humanos en su acepción liberal contemporánea. Sí, es verdad, que la vía chilena al socialismo fue pacífica, que Allende estaba a punto de convocar un plebiscito para ese mismo once de septiembre, que su apoyo electoral crecía, pero es absolutamente improductivo y ahistórico contraponer, como ha hecho recientemente José Pablo Feinman en el diario Página 12, las decisiones de Allende a las de Miguel Enríquez para condenar las de éste último por apostar a la lucha armada.

La decisión de armar o no armar los cordones industriales, por ejemplo, siempre me ha parecido una cuestión agónica; en puridad una decisión imposible, y de hecho, su misma indecibilidad no debe estar desconectada del suicidio posterior del Presidente. Ninguna decisión era buena en ese momento. Desde el presente, de manera un poco defensiva y probablemente como resultado de la desaparición de la lucha armada como estrategia emancipatoria en América Latina, preferimos la opción trágica y pacifista de Allende. Pero desde este mismo presente deberíamos poder también discutir, sin caer en la teoría del empate o los dos demonios, bajo qué condiciones un pueblo tiene derecho a defenderse de una agresión fascista. Mientras sigamos atrapados en una defensa abstracta de la vida y los derechos humanos, no seremos capaces de distinguir entre las razones de la lucha armada revolucionaria y las razones, contrapuestas, de la intervención fascista que impuso el modelo neoliberal que padecen la mayoría de los chilenos hoy. Nos repugna la violencia, por supuesto que admiramos la defensa pacífica del socialismo que hizo Allende, pero ninguna de las dos cosas nos debe impedir pensar críticamente la relación entre violencia y política, porque no hacerlo es ceder al imperativo categórico liberal pacifista que preserva el monopolio de la violencia para el Estado como instrumento de dominación de la clase hegemónica heredera de la dictadura.

8. Conciencia popular. La otra mañana en el Transantiago (otra manifestación nefasta del programa privatizador neoliberal) viajando como sardinas enlatadas no pude evitar leer un mensaje de texto en el teléfono de la persona que tenía al lado “va a quedar la cagá, cualquier cantidad de Pacos a esta hora para reprimir la marcha del pueblo”. Ese día 5 de septiembre el movimiento estudiantil había llamado a una marcha en defensa de la educación pública y contra la herencia de la dictadura. Al leer ese mensaje que no estaba destinado para mí, no pude evitar pensar que a pesar de la asepsia inducida por el consumo y los cuarenta años de programa neoliberal sigue quedando conciencia popular. En la marcha del 5 de septiembre los estudiantes cantan “ y va a caer, y va a caer la educación de Pinochet” y de un plumazo borran los engolados argumentos de cientistas políticos, transicionologos y otros apologetas del gatopardismo elevado a la categoría política de Estado.

Cuando los estudiantes piden asamblea constituyente, educación pública y de calidad, la desmunicipalización de la educación, la renacionalización del cobre, el fin del lucro en la educación, la disolución de las AFP’s (fondos privados de pensiones), una nueva legislación laboral, también están luchando contra la herencia de la dictadura, porque como se puede leer en Londrés 38, uno de los antiguos centros de tortura recuperados por familiares y supervivientes, “La actividad de hacer memoria que no se inscriba en el proyecto presente, equivale a no recordar nada”.

9. Violencia. Y quedó la cagá, los voceros de las organizaciones ni siquiera pudieron terminar sus discursos cuando los guanacos (carros antidisturbios) y las fuerzas de choque de carabineros irrumpieron en la mitad del improvisado escenario para reprimir a estudiantes y simpatizantes con la excusa de que hay encapuchados que alteran el orden público. Contemplando estas imágenes desde uno de los puentes del río Mapocho no pude evitar pensar que aquello era como contemplar La batalla de chile en color y en alta definición, ¿qué ha cambiado desde entonces?

Después es ya costumbre ritual que los medios no discutan las propuestas de los estudiantes --en este caso un excelente documento que hace un compendio de sus propuestas—sino que se centren compulsivamente en las imágenes de los violentos encapuchados destrozando mobiliario urbano. Pero ¿Quiénes son estos encapuchados? Una parte son probablemente infiltrados por la policía para justificar la represión, pero la otra son, como me indican los hermanos Pérez Ahumada --mis cientistas sociales de cabecera estos días--, jóvenes de las poblaciones más humildes. ¿En qué diálogo van a creer estos jóvenes a los que les han robado la vida y la dignidad? ¿Qué esperanza de futuro van a tener después de cuarenta años de condena al olvido y la marginación? Creer o no creer en el diálogo y las vías pacíficas también es una cuestión de clase. En cualquier caso, habría que preguntarse parafraseando a Bertold Brecht, ¿Qué es tirarle una piedra a un carabinero o romper una farola comparado con privatizar la educación o la sanidad?

Probablemente hoy 11 de septiembre de 2013 ardan las poblaciones, habrá enfrentamientos en lugares con La Pintana o La victoria entre pobladores y carabineros, mientras en La Moneda o en el Museo de la Memoria conmemoran “civilizadamente” la violencia soterrada sobre la que se asientan sus privilegios. No podemos alegrarnos ni celebrar estos estallidos, son un fracaso colectivo, pero tampoco podemos dejar de reconocer que son el resultado de las desigualdades y de la violencia estructural que impuso el ominoso 11 de septiembre de 1973, no hacerlo es simplemente faltar a la verdad o al menos a la verdad de los pueblos que siguen sufriendo las consecuencias de la dictadura.

10. Estallidos de memoria. Imposible dar cuenta de la cantidad ingente de conferencias, obras de teatro, homenajes a los desaparecidos, entrega de títulos póstumos, performance callejeras, discusiones formales e informales y, por supuesto la conmovedora y multitudinaria marcha desde Los Héroes al Cementerio Municipal de Santiago del pasado domingo 8 de septiembre. De hecho, viniendo de ese reino de la impunidad y el olvido llamado Estado español, uno contempla con sana envidia el vigor con que la sociedad chilena se ha aplicado a redescubrir y discutir el pasado dictatorial. Conviene, no obstante, tener en cuenta que este proceso ha sido en parte alentado y fomentado por los medios y que la lógica de los medios tiende a la espectacularización y al vaciamiento de la historia. Sería un fracaso colectivo que después del 11 todo volviera a la normalidad, vale decir, al olvido, porque nada termina hoy, todo debe volver a empezar para romper los múltiples cerrojos plasmados en esa constitución de 1980 que hace de Chile uno de los países más desiguales e injustos de la región.

11. Poesía contrafactual para el futuro. A todos nos gustaría que nada de esto fuera como fue, sería mejor que el 11 de septiembre nunca hubiera sucedido. En ese deseo se cifran muchos de nuestros anhelos. Mi querido y admirado colega Jaime Concha me cuenta que Gonzalo Millán lo llamaba a veces desde su exilio en Canada a su casa de San Diego y permanecía en silencio del otro lado de la línea. Silencios ruidosos del exilio. Pero entre silencio y silencio, Gonzalo Millán fue capaz de escribir este poema que hoy, a cuarenta años del golpe, tiene más sentido que nunca:
El río invierte el curso de su corriente.
El agua de las cascadas sube.
La gente empieza a caminar retrocediendo.
Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado.
Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones.
Los oficiales enfundan sus pistolas.
La corriente se devuelve por los cables.
La corriente penetra por los enchufes.
Los torturados dejan de agitarse.
Los torturados cierran sus bocas.
Los campos de concentración se vacían.
Aparecen los desaparecidos.
Los muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás.
Los “rockets” suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstituye íntegra.
Su cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de Septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Argentina es un país democrático.
Las fuerzas armadas respetan la constitución.
Uruguay es un país democrático.
Los militares vuelven a sus cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en una ambulancia a Isla Negra.
Le duele la próstata.
Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra.
Canta.
Los discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prat.
Desaparece.
Prat revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando.
¡Venceremos!
Nota:
[1] http://radio.uchile.cl/2013/09/02/la-impunidad-de-los-pilotos-que-bombardearon-la-moneda.

Luis Martín-Cabrera es Profesor de Literatura y Estudios Culturales en la Universidad de California, San Diego.


Recordar a Salvador Allende



La madrugada del 5 de septiembre de 1970 Salvador Allende salió al balcón del viejo caserón que la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) tenía en la Alameda, frente a la Biblioteca Nacional. Con un modesto micrófono habló a las miles de personas que festejaban la victoria de la Unidad Popular en la principal arteria de Santiago, en una noche constelada que la izquierda había anhelado durante todo el siglo XX. Pronunció un discurso emocionante en el que rindió homenaje a la dura historia del movimiento popular, ensalzó el pluralismo de las fuerzas sociales y políticas que sustentaban su candidatura y prometió que sería leal a la confianza que el pueblo había depositado en él. 

No había un lugar más simbólico para dirigir sus primeras palabras al país como futuro Presidente de Chile, porque su bautismo de fuego se produjo precisamente en la Universidad de Chile en la segunda mitad de los años 20, cuando llegó a Santiago para estudiar Medicina, tras cumplir el servicio militar de manera voluntaria. Elegido presidente del Centro de Alumnos de su Facultad, en 1931 participó activamente, como miembro del Grupo Avance (su primera experiencia militante), en las épicas luchas que condujeron a la caída de la dictadura del coronel Carlos Ibáñez y durante un breve periodo fue vicepresidente de la FECh. Un año después, tomó parte en la efímera República Socialista de junio de 1932, lo que le costó varias semanas de cárcel y ser procesado por una corte marcial. En el funeral de su padre, en septiembre de aquel año, prometió dedicar su vida a “la lucha social”. 

Descendiente, por vía paterna, de una familia que tuvo un papel destacado en la lucha por la independencia nacional en los albores del siglo XIX y después en la pugna por la democratización del país desde las filas del Partido Radical y la masonería (con el ejemplo luminoso de su abuelo Ramón Allende Padín), hijo de un abogado que terminó sus días como notario de Valparaíso, Salvador Allende Gossens (Santiago de Chile, 26 de junio de 1908) asumió desde muy joven un compromiso social y político inusual en un muchacho de su clase social. Frente a la caricatura del pije Allende, siempre vestido de manera elegante, que tantas veces dibujaron sus adversarios (y algunos de sus compañeros), resplandece su temprana participación en talleres de alfabetización de las clases populares tanto en el Liceo Eduardo de la Barra del puerto como en la FECh y también su colaboración solidaria en consultorios médicos vinculados a los sindicatos anarquistas en Santiago (por la huella labrada en su conciencia por el carpintero libertario Juan Demarchi en 1922) y al Partido Socialista en Valparaíso.

1933 marcó el rubicón en su trayectoria al tomar parte en la fundación del Partido Socialista en Valparaíso. Su ascenso fue verdaderamente meteórico: secretario regional del PS desde 1935, vicepresidente del Frente Popular en Valparaíso desde 1936, elegido diputado en marzo de 1937, responsable local de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda que llevó al histórico triunfo del 25 de octubre de 1938 y subsecretario general del PS desde diciembre de este año. Y el 28 de septiembre de 1939 Aguirre Cerda le designó ministro de Salubridad cuando tan solo contaba con 31 años. Su trabajo durante dos años y medio al frente de esta importante responsabilidad muestra muy bien su personalidad política: su capacidad para diagnosticar los grandes problemas nacionales, explicarlos de manera pedagógica (como aquella exposición sobre la vivienda frente al aristocrático Club de la Unión, en la Alameda, en 1940) y señalar las soluciones legislativas y ejecutivas para corregirlos (como la emblemática reforma de la Ley 4.054 que suscribió el 11 de junio de 1941 y que terminaría alumbrando el Servicio Nacional de Salud en 1952). 

También en los años 40 su trayectoria fue especialmente meritoria. Entre enero de 1943 y agosto de 1944, le correspondió ocupar (por única vez en su vida) la secretaría general del Partido Socialista, en un contexto muy influido por la II Guerra Mundial. En 1945, fue elegido senador por primera vez. En 1947 y 1948, se distanció del sector anticomunista del socialismo y criticó firmemente la persecución del Partido Comunista por el Gobierno de Gabriel González Videla, estigmatizado para siempre como traidor por Pablo Neruda en Canto general. Y cuando la mayor parte de sus compañeros apostó por la opción populista de Ibáñez para la contienda presidencial de 1952, supo reagrupar junto a los comunistas en el Frente del Pueblo a las fuerzas de izquierda que apostaron por un camino singular en el contexto de la guerra fría. Elegido candidato presidencial, Allende recorrió por primera vez todo el país, “de Arica a Magallanes” como acostumbraba a decir, con la dedicación y la fe de un misionero. Volodia Teitelboim, Jaime Suárez Bastidas o Carmen Lazo le acompañaron en la campaña de 1952 y dejaron sus testimonios de su tenacidad y su confianza en la posibilidad de transformar Chile a partir de la formación de un potente movimiento político y social.

En 1958, ya con el socialismo reunificado y la izquierda fortalecida en el Frente de Acción Popular (FRAP), quedó a 33.000 votos de La Moneda y fue el candidato más votado por el electorado masculino. Algunas irregularidades en el escrutinio y la inopinada aparición de un curioso personaje, el “cura de Catapilco”, le privaron de la victoria, que correspondió al derechista Jorge Alessandri. 

En febrero de 1959, mientras se encontraba con su esposa, Hortensia Bussi, en Caracas para asistir a la toma de posesión de su amigo Rómulo Betancourt, decidió viajar a Cuba y allí conoció a los principales dirigentes de la Revolución que cambió la historia continental y endureció el clima de la guerra fría en América Latina por la respuesta de Washington. Amigo y compañero de Fidel Castro y de Ernesto Che Guevara, fue un firme defensor de la Cuba socialista.

En 1964, la batalla presidencial le enfrentó con un viejo amigo, el democratacristiano Eduardo Frei Montalva, pero también con la CIA y el Gobierno de Lyndon Johnson, que financió una increíble campaña de propaganda anticomunista que ya había dado resultado en Italia en 1948. Su tercera derrota no le indujo ni a moderar sus posiciones políticas, ni tampoco a aceptar el estruendoso proceso de radicalización (retórica) de su partido, con el Congreso de Chillán de 1967 como punto de partida.

Muy pronto advirtió de las limitaciones del programa reformista de la Democracia Cristiana y de la hipocresía de la “Revolución en Libertad”. La creación del MAPU por los dirigentes más consecuentes de la DC y la masacre de la Pampa Irigoin en 1969 le dieron la razón. La fundación de la Unidad Popular en octubre de aquel año reafirmó su correcto análisis político: por primera vez, junto con la izquierda marxista confluían fuerzas tradicionalmente centristas (Partido Radical), de inspiración cristiana (el MAPU) y otros sectores (API y PSD). La campaña para la batalla presidencial de 1970, con la explosión del movimiento muralista y de la Nueva Canción Chilena, la movilización de los trabajadores y de nuevos actores, como los pobladores, alumbró un inmenso movimiento popular que abrió las puertas de la Historia aquel inolvidable 4 de septiembre de 1970. 

Después vinieron sesenta días de una tensión política extrema, en los que la derecha, el freísmo, el poder económico (con el emblemático viaje de Agustín Edwards, propietario de El Mercurio, a Washington el 14 de septiembre) y el Gobierno de Nixon, la ITT y la CIA conspiraron para impedir la investidura de Allende por el Congreso Pleno. Fracasaron porque la Democracia Cristiana estaba dirigida por su tendencia progresista y las Fuerzas Armadas encabezadas por un general ejemplar, René Schneider, asesinado por la ultraderecha y la CIA.
El 3 de noviembre, Salvador Allende se terció la banda presidencial y se inició uno de los procesos políticos que mayor esperanza despertaron en el siglo XX. Un periodo lleno de dificultades, también –obviamente- de errores de la Unidad Popular, pero en el que sobre todo brillan los inmensos logros del Gobierno presidido por Allende y del pueblo chileno: la nacionalización del cobre, la reforma agraria y la erradicación del latifundio, la creación del Área de Propiedad Social y la participación de los trabajadores, una política internacional no alineada y verdaderamente ejemplar, un proyecto cultural inigualado en la historia nacional (Quimantú, el Tren de la Cultura, el crecimiento y apertura a los obreros de la Universidad Técnica del Estado) y un programa de medidas sociales muy completo (con el medio litro de leche como expresión cotidiana de eso bello cartel creado por los artistas plásticos de la UP: 

“La felicidad de Chile empieza por sus niños”). Y sobre todo el desarrollo verdaderamente conmovedor de la conciencia revolucionaria del pueblo, su alegría y su permanente movilización en defensa del camino al socialismo “en democracia, pluralismo y libertad”.
Salvador Allende representa ante la humanidad aquel proyecto político, aquellos años inolvidables… incluso para quienes no los vivimos. Aquel tiempo de las cerezas, similar al cantado en la bella canción de la Comuna de París, un siglo antes. 

Han transcurrido ya 40 años y Chile enfrenta grandes desafíos para conquistar una verdadera democracia. La huella dolorosa del cruento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 no desaparece de esta angosta y extensa franja encajada entre la cordillera andina y el imponente océano Pacífico. El reto es construir una nueva mayoría política nacional que aglutine a todas las fuerzas democráticas para superar el modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego por la dictadura militar y avanzar hacia un país con más igualdad y justicia social. Una nueva Constitución, la renacionalización del cobre, la derogación de la legislación laboral pinochetista, el respeto al medio ambiente, el reconocimiento de los pueblos indígenas, el fin del lucro en la educación y la salud, una ley electoral justa… El horizonte democrático se ensancha hacia las Grandes Alamedas. 

Y en este camino vivirá siempre la memoria de Salvador Allende. De aquel muchacho que conversaba y jugaba al ajedrez con el viejo Demarchi en su modesto taller de carpintería, del militante del Grupo Avance, del fundador del Partido Socialista, del médico con profunda vocación social, del masón orgulloso de sus antepasados, del diputado, ministro y senador, del candidato presidencial que unió a la izquierda y de aquel inmenso y hermoso movimiento popular que abrió con él las puertas de la Historia una noche constelada de septiembre de 1970.

Recordar a Allende exige ir más allá de la inmensa tragedia del 11 de septiembre de 1973 (y después), de su heroica muerte en La Moneda. Recordar a Allende es recorrer su apasionante trayectoria política y la historia de la izquierda chilena en el siglo XX. Recordar a Allende invita a pensar y recrear el socialismo en el siglo XXI. 

- Mario Amorós, historiador y periodista, acaba de publicar, en Chile y España, Allende. La biografía (Ediciones B). http://www.edicionesb.com/catalogo/libro/allende-biografia_2844.HTML

- Entrevista en el diario Información de Alicante: http://www.diarioinformacion.com/cultura/2013/09/11/chile-da-lecciones-espana-saldar/1413853.html



Allende, el cambio y la codicia

Por Martín Granovsky
 
La reunión fue en Washington. Se realizó cuando el ataque de los Estados Unidos al gobierno de Salvador Allende estaba por conseguir el jaque mate. Por los Estados Unidos participaron siete funcionarios del Departamento de Estado, con su jefe William Rogers al frente. Por Chile otros siete. Encabezaba la delegación chilena el entonces embajador en Washington, el socialista Orlando Letelier, que terminaría como ministro de Defensa de Allende y en 1973 sufriría prisión y tortura antes de que una campaña internacional obtuviese su liberación y le permitiese viajar al exterior. 
 
También participó un joven diputado de la Unidad Popular, Luis Maira. El encuentro fue áspero y duro. Por si alguno tenía dudas, al final de dos días de discusiones bilaterales, Rogers y Kissinger mantuvieron una reunión a solas con Letelier. Como consejero de Seguridad Nacional, el cargo desde donde Washington articula la política exterior y la de inteligencia de la presidencia, Kissinger no tenía obligación funcional de encontrarse con los chilenos. Pero quiso hacerlo.
 
Rogers se quejó del trato de Allende a las empresas norteamericanas nacionalizadas. Y luego de Rogers, Kissinger habló sin vueltas: “América latina es una región de casi ninguna importancia... Chile no tiene ningún valor estratégico. Nosotros podemos recibir cobre de Perú, Zambia, Canadá. Ustedes no tienen nada que sea decisivo. Pero si hacen ese proyecto de camino al socialismo del que habla Allende, vamos a tener problemas serios en Francia e Italia, donde hay socialistas y comunistas divididos, que con este ejemplo podrían unirse. Y eso afecta sustancialmente el interés de Estados Unidos. No vamos a permitir que tengan éxito. Tengan eso en cuenta”.
 
Maira, que fue embajador del gobierno de la Concertación en la Argentina, suele contar el episodio para ilustrar hasta qué punto la situación chilena era clave para Washington en el tablero mundial de la Guerra Fría. Y también cuenta Maira que pocos meses después de esa reunión en Washington, él y otros sobrevivientes del golpe de Augusto Pinochet terminaron en el exilio. (Refugiado primero en Caracas y después en los Estados Unidos, Letelier fue asesinado por un comando pinochetista en Washington el 21 de septiembre de 1976.)
 
Un día, cenando en Buenos Aires con Ricardo Lagos y un grupo de argentinos, narró Maira: “Cuando llegamos a México nos dimos cuenta de que nos había derrocado una potencia a la que no conocíamos bien por dentro. En 1974 fundamos el Centro de Investigación y Docencia Económicas, el CIDE. Y nos pusimos a estudiar todo. Todo. Desde la Constitución de los Estados Unidos hasta su historia. Desde sus mecanismos de decisión hasta el papel del Congreso. No podíamos seguir ignorando en detalle una realidad tan decisiva”.
 
No solo los exiliados chilenos se hicieron cargo de analizar en profundidad qué había ocurrido en Chile y por qué. También la izquierda europea buscó entender el mensaje enviado por Washington sobre todo a Italia, donde el Partido Comunista había crecido hasta ser el más grande de Occidente y ya representaba a uno de cada tres votantes.
 
Enrico Berlinguer era el secretario general del PCI. En 1980, diez años después del triunfo de la Unidad Popular y siete años después del golpe, Berlinguer analizó el papel obligatoriamente bivalente de Allende. Primer papel: el Compañero Presidente debía ser “el supremo aval de la legalidad vigente”. Segundo papel: estaba obligado a convertirse en “el líder del movimiento popular para su profunda renovación”.
 
Según Berlinguer, esa contradicción que el propio Allende encarnaba en sí mismo “podía resolverse en la medida en que la Unidad Popular hubiese logrado mantener aislado al ‘enemigo principal’, por un lado, y por el otro fundir en la sociedad la alianza entre las masas inorgánicas, el proletariado y las capas medias, además de mantener en el Parlamento un entendimiento mínimo entre las fuerzas que habían elegido a Salvador Allende”. De ese modo, “la realización del programa habría dado origen al nacimiento de una mayoría social –antes que electoral–, o sea la formación de un bloque histórico que, en su proceso de desarrollo, fundaría la nueva legalidad, la nueva democracia chilena”.
 
Para Berlinguer, un gran mérito de Allende es que “murió ejerciendo su papel de magistrado supremo de una legalidad pisoteada por traidores, por fascistas”, y su ejemplo significó lo contrario de lo que el dirigente italiano llama “grandes cinismos”.
 
Y otra virtud del gobierno de la Unidad Popular que señalaba el secretario del PCI fue “haber abstraído por primera vez la noción de ‘justo provecho’ del contexto ético-religioso medieval, precapitalístico, en que nació, para instalarlo como principio jurídico internacional: con la ley de nacionalización del cobre chileno, que fija en el 12 por ciento anual los márgenes de provecho reconocido a las compañías que habían explotado las minas, sustrayendo de la indemnización debida a raíz de la nacionalización lo que ellas habían percibido más allá de ese plafond”. Leída desde hoy, parece una crítica a la agresión contra la humanidad por parte de un sistema financiero hipertrofiado.
 
El mundo es otro, pero dos desafíos parecen vigentes a cuarenta años del golpe en Chile y el suicidio de Allende, el 11 de septiembre de 1973: cómo lograr una gobernabilidad que permita cambiar las cosas y cómo colocar un límite a la codicia desenfrenada.
 
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