sábado, 26 de abril de 2014

Contra todo prejuicio y discriminación contra cualquier ser humano y la naturaleza: Recrudece la persecución a homosexuales en Uganda

KAMPALA, 24 abr 2014 (IPS) - “Estoy exhausta. No sé por dónde empezar. Tenemos muchos casos pendientes”, dice a IPS la ugandesa Sandra Ntebi, mientras atiende un celular que no para de sonar y desde el que coordina una línea caliente que ayuda a lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexo (LGBTI) a encontrar un techo seguro tras ser hostigados.


Sandra Ntebi, quien está al frente de una línea telefónica de ayuda a la comunidad LGBTI en Uganda, retratada en la Marcha del Orgullo Gay 2013. Crédito: Amy Fallon/IPS.
Sandra Ntebi, quien está al frente de una línea telefónica de ayuda a la comunidad LGBTI en Uganda, retratada en la Marcha del Orgullo Gay 2013. Crédito: Amy Fallon/IPS.

“En este mismo momento, a algunas personas las están echando de sus hogares, y otras están en la cárcel. Cada día hay casos similares”, añade en un hotel de Kampala donde está instalada.

Esa es la situación en Uganda dos meses después de que el 24 de febrero, el presidente Yoweri Museveni promulgó un draconiano proyecto antigay que criminaliza aún más la homosexualidad en esta nación del este de África.

El día de la entrevista,  Ntebi ha recibido llamadas relativas a cuatro nuevos casos de personas LGBTI, o percibidas como tales, que fueron víctimas de desalojos por parte de señores de la tierra, de arrestos policiales  o de ataques colectivos.

En total, ella y un colega han recibido hasta ahora reportes sobre unos 130 casos en todo el país desde que Museveni estampó su firma en la Ley Anti-Homosexualidad.

La ley castiga con cadena perpetua algunos actos homosexuales, y también penaliza la “promoción de la homosexualidad”, entre otras medidas.

“La situación es tensa. En este momento, esta ley está promoviendo la violencia”, dice Ntebi.
“Recibo los informes desde que tengo la línea telefónica de denuncias. Luego nos sentamos a analizar los detalles y los categorizamos en desalojos, arrestos y ataques”, explica.

Durante la jornada, su colega ha recibido una llamada sobre un nuevo incidente en Hoima, en el occidente del país. Entre los casos que trata Ntebi hay un nuevo ataque contra Brenda, una trabajadora sexual transgénero de unos 40 años y que tiene sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

Brenda vive en los suburbios de la capital.

En marzo la hicieron “desfilar” ante los medios locales, la señalaron como transexual, la golpearon, la desnudaron y la arrestaron.

“Nosotros la rescatamos, ella volvió a su casa en la aldea y no pudo ni siquiera salir, porque la gente estaba afuera todos los días, esperándola”, dice Ntebi. “Le arrojaban piedras”, detalla.
Brenda pasó a quedarse en casa de una amiga, siguiendo el consejo que le dieron en la línea telefónica LGBTI. Luego, el 17 de este mes, la golpearon de nuevo, la llevaron al hospital y ahora se refugia en un hotel.

“Estamos intentando procurarle una vivienda de alquiler”, dice Ntebi.

El 19 de marzo, cuando Brenda fue atacada por primera vez, tres hombres ugandeses que se presumía que eran gays fueron atacados e internados en el Hospital Mulago de Kampala. Pocas semanas después, dice Ntebi, una embajada alertó al equipo sobre el posible suicidio de una persona LGBTI.
El 3 de este mes, funcionarios de inteligencia forense allanaron la clínica del Proyecto Walter Reed, en la Universidad Makerere de Kampala. La clínica es un proyecto sin fines de lucro en el que colaboran la casa de estudios y el programa de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos,  para la investigación sobre el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).

La policía sostuvo que el proyecto, uno de los pocos que ofrecen en Kampala servicios a personas LGBTI con sida, estaba “realizaba reclutamiento y capacitación de hombres jóvenes en actos sexuales antinaturales”.

Muchos activistas y otros miembros de la comunidad gay ahora están clandestinos, dice Ntebi, quien usa un chaleco negro de una campaña de 2006 organizada por la no gubernamental Minorías Sexuales Uganda, que reúne a todas las entidades homosexuales del país. Las palabras “Déjame en paz” están bordadas en la espalda.

Ntebi dice que muchos activistas huyeron de Uganda para buscar asilo en diferentes países, mientras que la mayoría de las organizaciones LGBTI fueron clausuradas “por temor”.
Ahora solo va a trabajar a su oficina cuando es absolutamente esencial.

Uno de los que decidió ocultarse es Beyondy, apodo de un diseñador de moda de 23 años.
Antes, pasaba sus días cosiendo ropa para sus clientas o planificando trabajos para acontecimientos, como la segunda Marcha del Orgullo Gay en 2013.

Desde que se promulgó el proyecto, Beyondy se mudó a una precaria vivienda de un dormitorio, en un tugurio ubicado en un bullicioso suburbio de Kampala, donde casi siempre está encerrado, mirando vídeos musicales interpretados por Beyoncé, Pink y Rita Ora. Solo sale  cuando es imprescindible.

“Yo quería ser artista, para que la gente viera mi talento y me descubriera. Pero ahora pienso que es imposible. En este momento el asunto es sobrevivir, salvar tu vida y estar tranquilo, todo el tiempo en la clandestinidad”, dijo a IPS.

En el pasado lo atacaron “mucho”, y teme que lo vuelvan a hacer ahora que está en vigor la ley antigay.

“Hace poco alguien dijo: ‘Si pudiéramos elegir entre perdonar a un violador y a un gay, elegiríamos al violador’”, relató.

Los activistas esperan que una petición presentada en marzo para desafiar la ley dé resultados a comienzos del mes próximo en el tribunal constitucional del país.

Según el periódico ugandés The Observer, el gobierno ha presentado un recurso que sostiene que la ley no viola el derecho a la igualdad y la libertad de castigos crueles, inhumanos y degradantes que garantiza la Constitución nacional.

Pero aunque la ley se revoque, Beyondy dice que se necesitará mucho más que un fallo judicial cambiar la actitud de la sociedad hacia la homosexualidad en Uganda.

Los activistas enfatizan que Uganda “importó” el actual clima de homofobia, a través de representantes occidentales de las iglesias evangélicas.

En ese clima, prácticamente todos son conscientes de que pueden usar la sexualidad de otra persona para atacarla.

“Está en la mentalidad de las personas, y aunque se anule la ley seguirán pensando en eso”, dice Beyondy.



 

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