domingo, 1 de junio de 2014

Déficits comerciales, déficits físicos y déficits de democracia local en Sudamérica


Joan Martínez Alier · · · · ·
 
 
El día 12 de junio de 2014 en Barcelona (en el Convent de Sant Agustí,  Comerç 36) el teórico del post-extractivismo latinoamericano Eduardo Gudynas hablará a las 7 de la tarde de las perspectivas políticas, ecológicas y económicas del continente, donde gobiernos neoliberales o nacional-populares están igualmente dedicados a impulsar una economía re-primarizada que provoca más y más conflictos ambientales y que no presenta buenas perspectivas económicas.
 
La crítica contra el extractivismo o extraccionismo tiene pues dos vertientes: una socio-ambiental y otra económica. En el propio país de origen de Eduardo Gudynas, Uruguay, el simpático presidente Mujica ha estado favoreciendo un contrato de minería de hierro con la empresa de la India Zamin Ferrous Minerals, para exportar 18 millones de toneladas al año, como 6 toneladas por cada uruguayo al año, durante veinte años, dejando detrás grandes pasivos ambientales.
 
En toda Sudamérica hay enormes exportaciones en volumen (toneladas de petróleo, de carbón, de mineral de hierro, de soja, de madera, de cobre…) y sin embargo varios países (Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, Argentina, Ecuador) no logran apenas pagar sus importaciones. Argentina está si cae o no cae en déficit comercial. Colombia, Brasil, Perú, Ecuador cayeron ya en déficit comercial en 2013 y principios del 2014. Sus exportaciones no pagan sus importaciones. Persiste una estructura desfavorable en el comercio exterior, se exporta más toneladas que se importa y se exporta mucho más barato por tonelada que lo que se importa. Y la gran exportación física no consigue ya pagar las importaciones o lo consigue apenas. Las balanzas comerciales de estos países medidas en dinero están ya en déficit, excepto en Argentina todavía con un pequeño superávit.
 
Da lo mismo que los gobiernos sean nacional-populares o sean neoliberales. En Brasil y Argentina, al igual que en esos otros países y en Venezuela, las exportaciones son persistentemente mayores que las importaciones (en toneladas). Sin embargo, Brasil ya entró en déficit comercial entre enero y marzo de 2014 de 6.072 millones de dólares, el mayor para un trimestre en 21 años, mientras Argentina ha visto casi desaparecer su superávit comercial entre 2012 y el primer trimestre de 2014. Y eso a pesar que la moneda de ambos países se ha estado devaluando en un intento de exportar todavía más cantidades y de frenar importaciones.
 
Existe estructuralmente una relación de intercambio desfavorable que se observa en dos ámbitos: por una parte, se registran persistentes déficits físicos, es decir, se exporta más toneladas de materiales que se importan. Lo llamamos "déficit" porque se pierden recursos naturales, se agotan los recursos. Es como si uno tiene un pozo de agua y saca más agua que la que recarga: entrará en un déficit de agua. En años muy recientes, esta trayectoria es acompañada en países grandes y chicos por un contraproducente déficit en la balanza comercial monetaria, que compone el segundo ámbito de deterioro estructural en el comercio exterior de estas economías. ¿Por qué contraproducente? Porque en principio conduce a un endeudamiento mayor y a una presión por exportar más y más, causando mayores daños ambientales y más conflictos sociales. Los déficits comerciales exigen otros ingresos en el balance de cuenta corriente o en el balance de capitales. La afluencia de inversión extranjera directa puede compensar el déficit comercial pero va a generar rentas que se escapan después del país.
Un ligero resfriado en China se convierte en pulmonía en América del Sur, aunque uno pueda pensar que la demanda de materias primas que no se reciclan (como los combustibles fósiles) o que se reciclan solo en parte (como los metales) tenderá a ser firme, incluso sin crecimiento económico mundial. Si el mundo hoy quema 90 millones de barriles, mañana va a quemar otros 90 millones, un poco más o un poco menos. La energía no se recicla. La demanda se mantiene pero los costos económicos, sociales y ambientales de la extracción son crecientes al disminuir la  ley de los minerales metálicos y extraer petróleo o gas de lugares más recónditos, como sucede  también en la extracción de madera, soja, palma de aceite. Al mismo tiempo, con ofertas abundantes, los precios pueden bajar mucho a causa de pequeñas oscilaciones  en las coyunturas de los países importadores.
Así pues las críticas de los post-extractivistas sudamericanos (Maristella Svampa, Eduardo Gudynas, Alberto Acosta) tienen contenido social y ambiental, y además tienen un doble fundamento económico. La exportación de materias primas agota los recursos naturales, produce contaminación y causa conflictos con las poblaciones locales envileciendo a los gobiernos que usan la represión como método para la extracción, como el presidente Correa en Intag, Ecuador en estas semanas, olvidándose ya del Buen Vivir o Sumak Kawsay. Y por otro lado, los precios de esas cuantiosas exportaciones son baratos en relación con las importaciones. Se exporta mucho y sin embargo no se cubre el costo de la importación. De ahí un nuevo camino por la ruta del endeudamiento.
Ha habido intentos de frenar la vorágine exportadora de materias primas con políticas públicas como la iniciativa Yasuní ITT en Ecuador desde 2007 a 2013, de dejar el petróleo en tierra. También hay resistencia popular como las muchas protestas existentes o como los referéndums o consultas locales, desde Tambogrande y Esquel en Perú y en Argentina contra la minería en 2002 hasta Piedras y Tauramena en Colombia en 2013 (contra la minería de oro por Anglo Gold Ashanti en un caso y contra la prospección petrolera en el otro). En el Casanare en Colombia los municipios de Chámeza, Recetor, Agua Azul, Monterrey y Nunchía se aprontaban en 2014 a realizar referéndums locales pero el gobierno nacional se ha opuesto. El tema está en discusión. El poder de empresas y gobiernos lleva a un déficit de democracia local. A veces se recurre a una ridícula teoría legal: el suelo pertenece a los propietarios pero el subsuelo a la nación, como si uno pudiera hacer minería a cielo abierto o sacar petróleo o gas sin pasar por el suelo.
Un reciente artículo publicado por la FLACSO-Ecuador (de Pablo Samaniego, Maria Cristina Vallejo y yo mismo) con el título “Déficits Comerciales y Déficits Físicos en América del Sur” llama la atención a la equivocada política extractivista. Nuestro artículo va a contracorriente de los entusiasmos generados por la evolución favorable en los términos de intercambio en los inicios del siglo XXI en América del Sur. Al analizar en detalle tres países andinos, Colombia, Ecuador y Perú, comprobamos que ciertamente existió una mejora en los términos de intercambio pero que en 2012-2014 la mejora toca a su fin.
 
Un ejemplo: Colombia exporta unas cinco veces más toneladas que importa, y sin embargo no puede pagar sus importaciones con las exportaciones que, en este caso, son en buena parte de carbón. A Brasil le pasa lo mismo: entró en déficit comercial, lo cual tiene que ver con la caida del crecimiento chino y la asociada caida de los precios de las commodities. La respuesta equivocada es fomentar más las exportaciones, con represas en la Amazonia para subvencionar la electricia que necesita la industria exportadora del hierro y el aluminio.
 
En conclusión, una mayor democracia local podría ayudar a cambiar el equivocado rumbo extractivista. Pero al contrario, hay represión contra los movimientos ecologistas locales y criminalización (y en algunos países, asesinatos) de esos activistas.
 
Joan Martínez Alier, catedrático de teoría económica de la UAB, amigo y colaborador de Sinpermiso, es un investigador pionero en el campo de la economía ecológica.
 
 
 

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