martes, 16 de diciembre de 2014

Ecuador: Preguntas para Mónica Hernández

Estado de propaganda

Por Roberto Aguilar

Cuando Hugo Chávez le preguntó si era feminista, Rafael Correa rió nerviosamente, dijo que sí como por obligación y soltó una profunda bocanada de aire que casi le quiebra el pescuezo: Youtube no miente. Entre su risa despótica de las sabatinas y su risa nerviosa de cuando alguien más grande que él le pide cuentas media un abismo que reclama la atención de los estudiosos del lenguaje corporal: no es lo mismo mentir cuando se manda que mentir cuando se es mandado. Pero ese es tema de otro artículo.

Por supuesto que Rafael Correa mintió a Chávez: él no tiene un pelo de feminista. Lo acaba de demostrar con la designación de Mónica Hernández como directora de la Estrategia Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enipla). La nueva funcionaria ya venía asesorándolo en esos temas al menos desde octubre, cuando remitió a las autoridades de salud, en papel membretado de la Presidencia de la República, un memorándum para recordarles que el correísmo no comulga con el feminismo. El documento es importantísimo porque resume lo que serán de ahora en adelante las políticas públicas en materia de educación sexual, planificación familiar y prevención del embarazo entre adolescentes en un país donde casi la mitad de las madres primerizas lo son antes de cumplir los 19 años.

En el memorándum de octubre Mónica Hernández se revela como una antifeminista a ultranza. Lo que más la irrita es el concepto de “construcción social de la sexualidad”, que ella atribuye únicamente a la ideología de género propia del feminismo radical. Semejante reduccionismo se explica porque ella, lo mismo que los sabios semiólogos de la Cordicom, no redacta auténticos análisis sino que traza una cuadrícula y llena los campos. Es una intelectual del Power Point. Ella piensa (en los estrechos confines que para el pensamiento articulado deja la cuadrícula) que la identidad sexual viene determinada por el nacimiento y sanseacabó. “Está comprobado que en países donde no hay esta influencia contra natura –dice refiriéndose a la ideología de género– no se dan diferencias entre sexo y género”. 

¿Qué cosa? ¿Está diciendo que hay felices naciones en la tierra donde el feminismo no ha extendido sus abyectos tentáculos y, por consiguiente, no hay homosexuales? ¿Es eso? ¿Y dice que está comprobado? La cuadrícula es muy pequeñita como para que Mónica Hernández alcance a exponer esas pruebas o a enumerar esos países. ¿No será el Estado del Vaticano uno de ellos? Pues debiera saber que ahí se cuecen más aberraciones que en Babilonia sin necesidad de la “influencia contra natura” de la ideología de género. ¿Rusia? ¿Irán? ¿En serio cree esta señora que hay países sin homosexuales? ¿De verdad?

¿Qué cosa le dirá Mónica Hernández a un joven de 15 años que nació con el pene y los testículos en su lugar pero se siente irresistiblemente atraído por sus amiguitos? ¿Que se aguante y se reprima? ¿Cree que de esa forma logrará extinguir sus inclinaciones? ¿Qué alternativas propone para ese joven? ¿Que se esconda? ¿Que se abstenga? ¿Que se masturbe? ¿Que se bañe en agua helada? ¿Por qué el amor que ese chico profesa por su amigo no es el amor verdadero del que ella habla? ¿Acaso porque no tiene posibilidades reproductivas? Entonces ¿el amor también está determinado por la naturaleza? ¿No existe una construcción social del amor? ¿Qué hacemos ahora con veinte siglos de poesía? ¿Y el erotismo? ¿Qué piensa Mónica Hernández del erotismo? Los animales follan para reproducirse, así como comen para nutrirse; los seres humanos, en cambio, follamos y comemos porque nos gusta, por eso inventamos el erotismo y la gastronomía. ¿Qué piensa Mónica Hernández de la gastronomía?

“Un rol del Estado es formar a los padres y a las madres en buenos valores y principios”, dice una de las cuadrículas. ¿Cuáles son los “buenos valores y principios”? ¿Los suyos, Mónica Hernández? ¿Y cómo los piensa transmitir? ¿Con clases de religión? ¿Y de qué padres y de qué madres habla? ¿De los que se fueron a España dejando a los guaguas con los abuelitos? ¿De las niñas que ya parieron a los 13 años porque han sido sistemáticamente violadas desde los 11 por un cerdo despreciable de apellido Glas o cualquier otro? ¿A esas madres hay que formarlas con buenos valores y principios o a las madres de esas madres? ¿Al señor Glas, padre de la nueva criatura, hay que formarlo con los buenos valores y principios de Mónica Hernández? Y cuando dice que el Estado debe delegar a la familia buena parte de la educación sexual de los adolescentes, ¿en qué familia está pensando? ¿En la suya, Mónica Hernández? ¿En la de Rafael Correa? ¿En la de Glas? ¿Ya vio las estadísticas de violencia sexual contra menores de edad en el país? ¿Se fijó que la mayoría de los abusadores son miembros de la propia familia? ¿A esa familia piensa confiar la educación sexual de los adolescentes? ¿La niña de 12 años recibiendo explicaciones de cómo se hacen los hijos a cargo del padrastro que la viola? ¿Es eso? ¿En qué país vive Mónica Hernández?

En otro lugar la nueva funcionaria habla del “hedonismo que supone el ambiguo derecho al placer”. ¿Está diciendo que el Estado laico va a iniciar una campaña contra el hedonismo? ¿Le parecería bien montar otra contra el cinismo? ¿Y contra el estoicismo? ¿Hacemos una campaña contra el estoicismo o ese sí le gusta a Mónica Hernández? ¿Y qué tiene de ambiguo el derecho al placer? ¿Es un derecho a medias? ¿Es un pecado, como decía Tomás de Aquino en el siglo XIII, y por eso no es derecho? ¿Qué tiene contra el placer Mónica Hernández? ¿Qué siente cuando folla? ¿Se lo desea a otros?

Todas estas preguntas son transferibles a Rafael Correa, que tiene la suficiente jeta para hablar de restauración conservadora al mismo tiempo que nombra a una funcionaria como Mónica Hernández para encargarse de las políticas públicas sobre sexualidad.

Mangoneado, pisado el poncho, en el reverso de su personalidad dominante, Rafael Correa mintió a Hugo Chávez: sí, soy feminista. Años después, el Ecuador se sorprendió con el contenido de un famoso memorándum cuya autenticidad nunca fue desmentida, en el que el secretario de la Presidencia, Alexis Mera, a propósito de recordar al Presidente los puntos problemáticos del nuevo Código Penal, entre ellos el aborto, se refiere a las parlamentarias feministas de su propio movimiento político como “las mal culeadas”. Lo hace con la brutal naturalidad de quien suelta un chiste privado que no requiere explicaciones. Más claro: el remitente no tiene que especificar al receptor a quiénes se refiere, seguramente porque no es la primera vez que entre ellos se habla en esos términos. Pues bien: las políticas del Estado correísta sobre la sexualidad son una moneda de dos caras. En una cara se encuentra Alexis Mera con su chabacanería grotesca de las “mal culeadas”; en la otra, la más fea, la más peligrosa, está Mónica Hernández.


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